CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

No pienso que un verdadero sistema de teología se pueda construir desde lo que podríamos llamar la tradición teológica «liberal», es decir, de personas que niegan la absoluta veracidad de la Biblia, o que piensan que las palabras de la Biblia no son exactamente palabras de Dios.
Por esta razón, los otros escritores con quienes dialogo en este estudio están en su mayoría dentro de lo que hoy se llama la tradición «evangélica conservadora» más amplia; desde los grandes reformadores Juan Calvino y Martín Lutero, hasta los escritos de los eruditos evangélicos de hoy.
Escribo como evangélico y para evangélicos. Esto no quiere decir que los que siguen la tradición liberal no tengan nada valioso que decir; sino que las diferencias con ellos casi siempre se reducen a diferencias en cuanto a la naturaleza de la Biblia y su autoridad. La cantidad de acuerdo doctrinal que se puede lograr con personas que tienen bases ampliamente divergentes de autoridad es muy limitada.
Claro, los profesores pueden siempre asignar lecturas adicionales de teólogos liberales de interés actual, y estoy agradecido por mis amigos evangélicos que escriben críticas extensas de la teología liberal. Pero no pienso que todos están llamados a hacer eso, ni que un análisis extenso de nociones liberales sea la manera más útil de edificar un sistema positivo de teología basado en la total veracidad de toda la Biblia. Al final se encuentra un diccionario de términos usados en este estudio.
Este estudio lo hemos escrito con el propósito de edificar la iglesia y esta adecuado para el más mínimo principiante hasta el pastor, el maestro, o cualquier líder de seminarios, u institutos bíblicos y facultades de teología.
A Dios sea la gloria y gracias por lo que permite que seamos útiles para su obra.
CONTENIDO:
1: La Creación En General. La Doctrina De La Creación En La Historia. Prueba Escritural. De La Doctrina De La Creación. La Idea De La Creación. Teorías Divergentes Respecto Al Origen Del Mundo.
2: La Creación Del Mundo Espiritual. La Doctrina De Los Ángeles En La Historia. La Existencia De Los Ángeles. La Naturaleza De Los Ángeles. El Número Y La Organización De Los Ángeles. El Servicio De Los Ángeles. Los Ángeles Malos.  
3: La Creación Del Mundo Material. El Relato De La Creación Según La Escritura. El Hexaemeron, Es Decir, El Trabajo De Los Seis Días Separadamente. Preguntas Para Ampliar El Estudio.    
4: La Providencia. La Providencia En General. La Preservación. Concurrencia. El Gobierno. Las Providencias Extraordinarias O Milagros. Preguntas Para Ampliar El Estudio. 
5: La creación del hombre ¿Por qué nos creó Dios? ¿Cómo nos hizo a su propia semejanza? ¿Cómo podemos agradarle en nuestra vida diaria?
6: El hombre como varón y hembra: ¿Por qué creó Dios dos sexos? ¿Pueden los hombres y las mujeres ser iguales y a la vez, tener papeles diferentes?
7: La naturaleza esencial del hombre: ¿Qué quieren decir las Escrituras con «alma» y (espíritu»? ¿Son la misma cosa?
8: El pecado ¿Qué es el pecado? ¿De dónde viene? ¿Heredamos la naturaleza pecaminosa de Adán? ¿Heredamos la culpa de Adán?

9: Los pactos entre Dios y el hombre ¿Qué principios determinan la manera en que Dios se relaciona con nosotros?

LA CREACIÓN EN GENERAL

INTRODUCCIÓN

La discusión de los decretos naturalmente conduce a la consideración de la ejecución de ellos y ésta comienza con la obra de creación. La creación no sólo es primera en orden de tiempo; sino que también tiene prioridad lógica. Es el principio y base de toda revelación divina y consecuentemente es también el fundamento de toda vida ética y religiosa. La doctrina de la creación no se presenta en la Escritura como una solución filosófica del problema del mundo, antes bien, en su significado religioso y ético, como una revelación de la relación del hombre con su Dios.

Insiste en el hecho de que Dios es la fuente de todas las cosas, y de que todas ellas le pertenecen y están sujetas a Él. Este conocimiento se deriva de la Escritura solamente, y se acepta por medio de la fe (Heb. 11: 3), aunque los católico romanos sostienen que también puede obtenerse de la naturaleza.

LA DOCTRINA DE LA CREACIÓN EN LA HISTORIA

En tanto que la filosofía griega buscó la explicación del mundo en un dualismo que envuelve la eternidad de la materia, o en un proceso de emanación que hace del mundo la manifestación externa de Dios, la Iglesia Cristiana desde muy al principio enserió la doctrina de la creación ex nihilo y como un acto libre de Dios.
Esta doctrina, desde el principio, fue aceptada con singular unanimidad. Se encuentra en Justino Mártir, Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes y otros. Teófilo fue el primer padre de la Iglesia «que insistió en el hecho de que los días de la creación fueron días literales. Este parece haber sido también el concepto de Ireneo y de Tertuliano, y con toda probabilidad fue el concepto común de la Iglesia.
Clemente y Orígenes imaginaban la creación como ejecutada en un sólo indivisible momento, y concebían que su descripción como la obra de varios días era únicamente un arreglo literario para describir el origen de las cosas en su orden de importancia o en su conexión lógica. La idea de una creación eterna enseriada por Orígenes, fue generalmente rechazada. Al mismo tiempo algunos de los Padres de la Iglesia expresaron la idea de que Dios siempre había sido creador, aunque el universo creado tuvo un principio en el tiempo.
Durante la controversia trinitaria algunos de ellos insistieron en el hecho de que a diferencia de la generación del Hijo que fue un acto necesario del Padre, la creación del mundo fue un acto libre del Dios Trino. Agustín se ocupó del trabajo de la creación en forma más detallada que otros. Arguyó que la obra de creación estuvo eternamente en la voluntad de Dios, y que, por tanto, no produjo en El ningún cambio.
No existió el tiempo antes de la creación puesto que el mundo comenzó a ser juntamente con el tiempo más bien que en el tiempo. La interrogante sobre qué hizo Dios en las múltiples edades antes de la creación se funda en un equivocado concepto de la eternidad. En tanto que la Iglesia en general parece haber sostenido que el mundo fue creado en seis días ordinarios, Agustín sugirió un concepto un tanto diferente. Defendió con energía la doctrina de la creatio ex nihilo, pero distinguió dos momentos de la creación: la producción de materia y espíritus de la nada, y la organización del mundo material.
Encontró difícil decir qué clase de días eran los de Génesis, pero evidentemente se inclinó a pensar que Dios creó todas las cosas en un momento de tiempo y que la idea de días se introdujo simplemente para ayuda de la inteligencia finita. Los escolásticos debatieron mucho sobre la posibilidad de una creación eterna; algunos, como Alejandro de Hales, Buenaventura, Alberto Magno, Enrique de Ghent y la gran mayoría de escolásticos la negaron; y otros como Tomás de Aquino, Duns Escoto, Durandus, Biel y otros la afirmaron.
Todavía la doctrina de la creación con el tiempo, o en el tiempo incluía los días. Erígena y Eckhart fueron la excepción enseñando que el mundo se originó por emanación. Según parece, consideraron que los días de la creación habían sido días ordinarios, aunque Anselmo sugirió que sería necesario considerarlos diferentes de nuestros días actuales. Los reformadores se sostuvieron firmemente en la doctrina de la creación hecha de la nada mediante un acto libre de Dios, en o con el tiempo y consideraron los días de la creación como seis días civiles.
Este concepto se mantuvo también, generalmente, en la literatura de la post- Reforma de los siglos XVI y XVII, aunque unos cuantos teólogos (como Maresius) hablan ocasionalmente de una continuous creation. En el siglo XVIII, sin embargo, bajo la dominante influencia del panteísmo y del materialismo, la ciencia lanzó un ataque contra la doctrina de la creación, de la Iglesia. Con la idea de evolución o desarrollo reemplazaron la del origen absoluto producido mediante un divino fiat. Se representaba frecuentemente al mundo como una manifestación necesaria del Absoluto.
Su origen se hizo retroceder miles y hasta millones de años en un pasado desconocido. Pronto se encontraron los teólogos empeñados en varios intentos para armonizar la doctrina de la creación con las enseñanzas de la ciencia y de la filosofía. Algunos sugirieron que el primer capítulo del Génesis se interpretara alegórica o místicamente; otros, que un largo período había transcurrido entre la primera creación de Gén. 1 : 1 y 2, y la segunda creación de los siguientes versículos; y todavía otros, que los días de la creación fueron, de hecho, largos períodos de tiempo.

PRUEBA ESCRITURAL DE LA DOCTRINA DE LA CREACIÓN

La prueba escritural de la doctrina de la creación no se encuentra en una sola y limitada porción de la Biblia, sino en todas partes de la Palabra de Dios. No consiste en unos cuantos pasajes esparcidos, de dudosa interpretación, sino de un gran número de afirmaciones claras e inequívocas que hablan de la creación del mundo como de un hecho histórico.
Tenemos, primero que todo, la extensa relación de la creación que se encuentra en los dos primeros capítulos del Génesis los cuales se discutirán en detalle cuando tratemos de la creación del universo material. Ciertamente, esos capítulos le parecen al lector sin prejuicios como una narración histórica y como constancia de un hecho histórico. Y las numerosas referencias que se cruzan, esparcidas por toda la Biblia solamente en esa luz histórica nos dejan ver la creación. Todas se refieren a ella como un hecho histórico. Los diversos pasajes en que las encontramos pueden clasificarse de la manera siguiente:
1. Pasajes que acentúan la omnipotencia de Dios en la obra de creación, Is. 40: 26 y 28; Amós 4: 13.
2. Pasajes que señalan la superioridad de Dios sobre la naturaleza considerándolo grande e infinito, Sal 90: 2; 102: 26 y 27; Hech. 17: 24.
3. Pasajes que se refieren a la sabiduría de Dios en la obra de creación, Is. 40: 12-14; Jer. 10: 12-16; Juan 1: 3.
4. Pasajes que consideran a la creación desde el punto de vista de la soberanía de Dios y de su designio en la creación, Is. 43: 7; Rom. 1: 25.
5. Pasajes que hablan de la creación como de la obra fundamental de Dios, I Cor. 11: 9; Col. 1: 16.
Una de las más completas y de las más hermosas declaraciones la encontraremos en Neh. 9: 6; "Tú sólo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran". Este pasaje es típico de otros varios, no tan extensos, que se encuentran en la Biblia y que dan importancia al hecho de que Jehová es el Creador del universo, Is. 42: 5; 45: 18; Col. 1: 16; Apoc. 4: 11; 10:6.

LA IDEA DE LA CREACIÓN

La fe de la Iglesia en la creación del mundo se expresa en el primer artículo del Credo de los Apóstoles, o Confesión de Fe Apostólica: "Creo en Dios Padre Todopoderoso, Hacedor del cielo y de la tierra". Esta es una declaración de la fe de la Iglesia, en que Dios, por medio de su todo suficiente poder, creó el universo de la nada. Las palabras "Hacedor del cielo y de la tierra" no se encontraban en la forma original del credo; sino que representan una adición posterior. Le atribuye al Padre, es decir, a la primera persona de la Trinidad, el origen de todas las cosas. Esto está en armonía con lo que nos muestra el Nuevo Testamento, que todas las cosas son por el Padre, por medio del Hijo y en el Espíritu Santo.
La palabra "Hacedor" es una traducción de la palabra poieten, que se encuentra en la forma griega de la Confesión Apostólica, mientras que la forma latina tiene creatorem. Se entiende que Hacedor, evidentemente es sinónimo de "Creador". "Crear" se entendió en la Iglesia primitiva en el estricto sentido de "hacer algo de la nada".
Debería notarse que la Escritura no siempre usa la palabra hebrea bará, y el término griego Ktizein en ese sentido absoluto. Usa estos términos también para denotar una creación secundaria en la cual Dios hizo uso de material que ya estaba en existencia; pero que por sí mismo no habría producido el resultado indicado, Gén. 1: 21 y 27; 5: 1; Is. 45: 7 y 12; 54: 16; Am. 4: 13; I Cor. 11: 9; Apoc. 10: 6. Los usa también para designar lo que surge a la existencia bajo la dirección providencial de Dios, Sal 104: 30; Is. 45: 7 y 8; 65: 18; T Time 4: 4.
Hay otros dos términos que se usan como sinónimos de "crear", es decir "hacer" (en hebreo `asah; en griego, poiein) y "formar" (en hebreo yatsar; en griego plasso). El primero claramente se usa en los tres sentidos ya indicados: la creación original en Gén. 2: 4; Prov. 16: 4; Hech. 17: 24; más frecuentemente de creación posterior, Gén. 1: 7, 16 y 26; 2: 22; Sal 89: 47; y de la obra de providencia en Sal 74: 17.
El otro se usa en forma semejante: de la creación original, Sal 90: 2 (quizá sea el único ejemplo de este uso); de creación posterior, Gén. 2: 7 y 19; Sal 104: 26; Amós 4: 13; Zac. 12: 1; y de la obra de providencia, Deut. 32: 18; Is. 43: 1, 7 y 21; 45: 7. Todas las tres palabras se encuentran juntas en Is. 45: 7. La creación en el estricto sentido de la palabra puede definirse como aquel acto libre de Dios por medio del cual, El, según el consejo de su soberana voluntad y para su Propia gloria, en el principio produjo todo el universo visible e invisible, sin el uso de material preexistente y así le dio existencia distinta de la de Dios; pero dependiente de Él.
En vista de los datos escriturales indicados arriba es completamente claro, sin embargo, que esta definición se aplica solamente a lo que generalmente se conoce como creación original, primaria o inmediata, es decir, la creación descrita en Gén. 1: 1. Pero la Biblia claramente usa la palabra "crear" también en casos en los que Dios hizo uso de materiales preexistentes, como en la creación del sol, de la luna, de las estrellas, de los animales y del hombre.
De aquí que muchos teólogos añadan un elemento a la definición de la creación. Es así que Wollebius la define: "La creación es aquel acto por medio del cual Dios produjo el mundo y todo lo que hay en él, en parte de la nada, y en parte de material que por propia naturaleza era inadecuado, para la manifestación de la gloria de su poder, sabiduría y bondad".
Sin embargo, ni aun así, puede la definición cubrir aquellos casos designados en la Escritura como obra creativa, en la cual, Dios, actúa por medio de causas secundarias. Sal 104: 30; Is. 45: 7 y 8; Jer. 31: 22; Am. 4: 13, y produce resultados que solamente Él puede producir. La definición dada incluye diversos elementos que demandan posterior consideración.

LA CREACIÓN ES UN ACTO DEL DIOS TRINO

La Escritura nos enseña que el Dios Trino es el autor de la creación, Gén. 1: 1; Is. 40: 12; 44: 24; 45: 12, y esto lo distingue de los ídolos. Sal 96: 5; Is. 37: 16; Jer. 10: 11 y 12.
Aunque el Padre se destaca en la obra de creación, I Cor. 8: 6, ésta se reconoce también claramente como la obra del Hijo y del Espíritu Santo. La participación del Hijo en ella, está indicada en Juan 1: 3; I Cor. 8: 6; Col. 1: 15-17, y la actividad del Espíritu Santo en ella, encuentra expresión en Gén. 1: 2; Job 26: 13; 33: 4; Sal 104:30; Is. 40: 12 y 13.
La segunda y la tercera personas no son poderes dependientes o meros intermediarios, sino autores independientes unidos con el Padre. La obra no se dividió entre tres personas, sino que la obra completa, aunque desde diferentes aspectos, se atribuye a cada una de las personas. Todas las cosas son inmediatamente del Padre, por medio del Hijo, y en el Espíritu Santo.
En general, puede decirse que el ser es por el Padre, el pensamiento o la idea es por el Hijo y la vida por el Espíritu Santo. Puesto que el Padre toma la iniciativa en la obra de creación, con frecuencia se le atribuye económicamente a Él.

LA CREACIÓN ES UN ACTO LIBRE DE DIOS

Algunas veces se nos muestra la creación como un acto necesario de Dios más bien que como un acto libre determinado por su soberana voluntad. Las antiguas teorías de la emanación y su moderna contraparte, las teorías panteístas, hacen naturalmente del mundo un simple momento en el proceso de la evolución divina (Spinoza, Hegel), considerando por tanto al mundo como un acto necesario de Dios. Y al decirlo así, tienen en mente no la necesidad relativa que resulta del decreto divino, sino la necesidad absoluta que se deduce de la propia naturaleza de Dios, de su omnipotencia (Orígenes) o de su amor (Rothe).
Sin embargo, tal posición no es bíblica. Las únicas obras de Dios que son inherentemente necesarias, con una necesidad resultante de la mera naturaleza de Dios son las opera ad intra, las obras de las personas por separado dentro del Ser Divino: Generación, Filiación y Procesión. Afirmar que la creación es un acto necesario de Dios es afirmar también que la creación es tan eterna como aquellas obras inmanentes de Dios.
Cualquiera necesidad, pues, que se les atribuya a las opera ad extra de Dios tiene que ser una necesidad condicionada por el decreto divino y de la constitución resultante de las cosas. Tiene que ser necesidad dependiente de la soberana voluntad de Dios, y por tanto no una necesidad en el sentido absoluto de la palabra. La Biblia nos enseña que Dios creó todas las cosas, según el consejo de su voluntad, Ef. 1: 11; Apoc. 4: 11; y que El es por sí mismo suficiente, y no depende de sus criaturas en ninguna manera, Job 22: 2 y 3; Hech. 17: 25.

LA CREACIÓN ES UN ACTO TEMPORAL DE DIOS

1. La enseñanza de la Escritura sobre este punto. La Biblia comienza con la muy sencilla declaración. "En el principio creó Dios los cielos y la tierra", Gén. 1: 1. Como libro que habla a toda clase de gente emplea el lenguaje ordinario de la vida diaria, y no las expresiones técnicas de la filosofía. El término hebreo bereshith (que literalmente significa, "al comenzar") es de sentido indefinido, y naturalmente da lugar a que surja la pregunta:
¿En el principio de qué? Parece que sería mejor tomar la expresión en el sentido absoluto como una indicación del principio de todas las cosas temporales y aun del tiempo mismo; pero Keil opina que se refiere al principio del trabajo de la creación. Técnicamente hablando, no es correcto asumir que el tiempo ya existía cuando Dios creó el mundo, y que El en algún punto del tiempo ya existente y llamado "el principio" forjó el universo.
El tiempo es nada más una de las formas de toda existencia creada, y por tanto no podría haber existido antes de la creación. Por esta razón Agustín pensó que sería más correcto decir que el mundo fue creado cum tempore (con el tiempo) que afirmar que fue creado in tempore (en el tiempo). El grande significado de la afirmación inicial de la Biblia descansa en su enseñanza de que el mundo tuvo un principio.
La Escritura también habla de este principio en otros lugares, Mat. 19: 4 y 8; Mar. 10:6; Juan 1: 12; Heb. 1: 10. También está claramente implicado que el mundo tuvo un principio, en pasajes como Sal 90: 2, "Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios"; y Sal 102: 25, "Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos".
2. Dificultades que pesan sobre esta doctrina. Antes del principio mencionado en Gén. 1: 1, debemos postular una eternidad sin principio durante la cual únicamente Dios existió. ¿Cómo debemos llenar estas edades vacías en la vida eterna de Dios? ¿Qué hizo Dios antes de la creación del mundo? Está tan lejos de lo posible pensar de Dios como un Deus otiosus (un Dios que no es activo) cuando que se concibe generalmente como actus purus (pura acción).
La Escritura lo presenta siempre ocupado en trabajar, Juan 5: 17. ¿Podemos entonces decir que Dios pasó de un estado de inactividad a uno de acción? Además ¿cómo se podrá reconciliar con la inmutabilidad de Dios, la transición de un estado de inactividad a uno de acción?
3. Las soluciones sugeridas para este problema.
A. La teoría de la eterna creación. Según algunos como Orígenes, Escoto Erígena, Rothe, Dorner y Pfleiderner, Dios ha estado creando desde toda la eternidad, de tal manera que el mundo aunque es criatura y dependiente, es precisamente tan eterno como Dios mismo. Esto ha sido sostenido tomando en cuenta la omnipotencia, la eternidad, la inmutabilidad y el amor de Dios; pero ninguno de estos atributos necesariamente implica o abarca una creación eterna. La Escritura contradice esta teoría y es además contraria a la razón, porque
I. Creación eterna es una contradicción de términos; y
II. La idea de creación eterna, aplicada al presente mundo sujeto a la ley del tiempo, se basa en una identificación de tiempo y eternidad, siendo que estos dos son esencialmente diferentes.
B. La teoría de la subjetividad del tiempo y la eternidad. Algunos filósofos especulativos, como Spinoza, Hegel y Green dicen que la diferencia entre tiempo y eternidad es puramente subjetiva y se debe a nuestra finita posición. De aquí que quisieran llevarnos a un más alto reducto y que consideráramos las cosas sub-specie aeternitatis (desde el punto de vista de la eternidad).
Lo que existe para nuestra conciencia como tiempo en desarrollo, existe para la divina conciencia únicamente como un completo y eterno todo. Pero la Escritura contradice a esta teoría, tanto como a la antecedente, Gén. 1: 1; Sal 90: 2; 102: 25; Juan 1: 3. Además, cambia realidades objetivas en formas subjetivas de conocimiento, y reduce toda la historia a una ilusión. Después de todo, el desarrollo del tiempo es una realidad; hay una sucesión en nuestra vida consciente y en la vida de la naturaleza que nos rodea. Las cosas que acontecieron ayer, no son las que están aconteciendo ahora.
4. La dirección en que debe buscarse la solución. En relación con el problema que estamos considerando, el Dr. Orr, dice correctamente: "La solución debe estar en adquirir una idea adecuada de la relación que hay entre eternidad y tiempo". Añade que hasta donde puede ver, esto todavía no se ha logrado satisfactoriamente.
Gran parte de la dificultad que se encuentra aquí, se debe indudablemente al hecho de que pensamos acerca de la eternidad con demasiada frecuencia como de una extensión indefinida de tiempo, como por ejemplo, cuando hablamos de las épocas de comparativa inacción de Dios antes de la creación del mundo. La eternidad de Dios no es una extensión indefinida de tiempo, sino algo esencialmente diferente, de lo que no podemos formarnos una idea.
El tiene una existencia eterna, una presencia eterna. El venerable pasado y el más distante futuro están presentes en El. Actúa en todas sus obras, y por tanto también en la creación, como el Eterno, y no tenemos derecho de jalar la creación como un acto de Dios para meterla en la esfera temporal. En cierto sentido la creación puede llamarse un acto eterno; pero solamente en el sentido en que todos los actos de Dios son eternos. Todos son como actos de Dios obras hechas en la eternidad.
Sin embargo, la creación no es eterna en el sentido en que lo es la generación del Hijo, porque este es un acto inmanente de Dios en el sentido absoluto de la palabra, en tanto que la creación resulta en una existencia temporal y por eso termina en el tiempo. Los teólogos generalmente distinguen entre creación activa y pasiva, denotando la primera a la creación como un acto de Dios, y la segunda, su resultado. La primera no, sino la segunda está marcada por la sucesión temporal y ésta refleja el orden determinado en el decreto de Dios. Respecto a la objeción de que una creación en tiempo implica un cambio de Dios, Wollebius hace notar que "la creación es el paso de la potencialidad a la actualidad, no del creador sino de la criatura".

LA CREACIÓN COMO ACTO POR MEDIO DEL CUAL, ALGO TOMA CUERPO, DE LA NADA.

1. La doctrina de la creación es absolutamente única. Ha habido mucha especulación acerca del origen del mundo, y se han propuesto diversas teorías. Algunos declararon que el mundo es eterno, mientras que otros vieron en él el producto de un espíritu antagónico (gnósticos). Algunos mantuvieron que fue hecho de materia preexistente, a la que Dios le dio forma (Platón); otros sostuvieron que se produjo por emanación de la sustancia divina (los sirios gnósticos y Swedenborg); y todavía otros consideraron que la creación es la apariencia fenoménica del Absoluto, el fundamento escondido de todas las cosas (panteísmo). En oposición a todas estas vanas especulaciones de los hombres la doctrina de la Escritura sobresale con grandiosa sublimidad: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra".
2. Términos escriturales usados para "crear". En el relato de la creación, como ya lo hicimos notar arriba, se usan tres verbos, es decir, bara', 'asah y yatsar, las cuales, intercambiablemente continúan usándose en las Escrituras, Gén. 1: 26 y 27. La primera palabra es la más importante, su significado original es rajar, cortar, dividir; pero además, también significa labrar, crear, y en sentido más derivativo, producir, generar y regenerar.
La palabra misma no expresa la idea de producir algo, de la nada, pues hasta se le usa para hablar de las obras de la providencia, Is. 45: 7; Jer. 31: 22; Amós 4: 13. Y sin embargo, tiene un carácter distintivo; siempre se le usa para hablar de producciones divinas y nunca de las humanas; nunca aparece con el acusativo de material, y por esa precisa razón sirve para acentuar la grandeza de las obras de Dios.
La palabra 'asah es más general, significando hacer o fabricar, y por tanto se le usa en el sentido general de hacer, fabricar, manufacturar o labrar. La palabra yatsar tiene más característicamente el significado de labrar de materiales preexistentes y por tanto se le usa para hablar del modelado que el alfarero hace de las vasijas de barro. Las palabras usadas en el Nuevo Testamento con ktizein, Marc. Kataskeuazein, Heb. 3: 4, y plassein, Rom. 9: 20. Ninguna de estas palabras expresa por sí misma la idea de crear de la nada.
3. Significado de la frase "crear de la nada". La frase, "crear de la nada" no se encuentra en la Escritura. Se deriva de un pasaje de la Apócrifa, es decir, II Mac 7: 28. La expresión ex nihilo ha sido mal interpretada y también criticada. Algunos hasta consideraron a la palabra nihilum (nada) como la designación de una determinada materia de la cual `fue creado el mundo, una materia sin cualidades y sin forma. Pero esto es tan pueril que no merece la pena de una seria consideración.
Otros toman la expresión "crear de la nada" para dar a entender que el mundo se formó sin una causa, y luego la critican considerándola en conflicto con lo que generalmente se tiene por verdad axiomática, ex nihilo nihil fit (de la nada, nada se hace). Pero tal crítica resulta completamente infundada. Decir que Dios creó el mundo de la nada no equivale a decir que el mundo se originó sin una causa. Dios mismo, o más específicamente, la voluntad de Dios es la causa de la existencia del mundo.
Al respecto, Martensen se expresa en estas palabras. "La nada de la que Dios crea el mundo está formada por las eternas posibilidades de su voluntad, y ellas son las fuentes de lo actual en el mundo". Si la frase latina "ex nihilo nihil fit" se toma con el significado de que no hay efecto sin causa, tenemos que admitir su verdad; pero no puede considerarse como objeción válida en contra de la doctrina de una creación hecha de la nada.
En cambio si se quisiese que la entendiéramos como que expresa la idea de que nada puede originarse a menos que proceda de un material previamente existente, entonces, verdaderamente no pude ser considerada como verdad evidente por sí misma. Luego, pues, es más bien una hipótesis puramente arbitraria que, como Shedd hace notar, no resulta cierta ni siquiera de los pensamientos y voliciones del hombre que son ex nihilo.
Pero, aun cuando la frase expresara una verdad de la experiencia común hasta donde a las obras humanas concierne, esto tampoco probaría su verdad con respecto a la obra de la todopoderosa potencia de Dios. Sin embargo, en atención al hecho de que la expresión "creación, de la nada" se presta a error, y de que con frecuencia ha sido mal entendida, es preferible que hablemos de una creación hecha sin necesidad de usar material preexistente.
4. La base bíblica para la doctrina de una creación, de la nada. Gén. 1: 1 consigna el principio de la obra de creación, y ciertamente no presenta a Dios como que hace salir el mundo de un material preexistente. Fue una creación hecha de la nada, creación en el estricto sentido de la palabra, y por tanto, la única parte de la obra registrada en Gén. 1, a la cual Calvino aplicaría este término.
Pero aun en la parte que queda del capítulo, Dios está representado como haciendo surgir todas las cosas por la palabra de su potencia por medio de un sencillo y divino fiat. La misma verdad se enseña en pasajes como estos: Salmo 33: 6 y 9; 148: 5. El pasaje más fuerte lo tenemos en Heb. 11: 3, "por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía".
La creación está presentada aquí como un hecho que podemos aprender solamente por medio de la fe. Por la fe entendemos (percibimos, no comprendemos) que el mundo fue estructurado o fabricado por la palabra de Dios, es decir, la palabra del poder de Dios, el divino fiat, de modo que las cosas que se ven, las cosas visibles de este mundo no fueron hechas de cosas que aparecen, que son visibles, y que son, cuando menos, ocasionalmente vistas. Según este pasaje el mundo ciertamente no fue hecho de alguna cosa palpable para los sentidos.
Otro pasaje que en esta relación debe citarse, es Rom. 4: 17, que habla de Dios "el cual da vida a los muertos y llama las cosas que no son, como si fuesen" (lo que Moffat traduce: "que resucita los muertos y da existencia a lo que no existe"). Ciertamente el Apóstol no relaciona lo que aquí dice, con la creación del mundo, sino con la esperanza de Abraham de que tendría un hijo.
Sin embargo, la descripción que aquí se da de Dios es general, y por lo mismo tiene también aplicación general. Pertenece a la naturaleza misma de Dios el ser capaz de llamar a la existencia lo que no existe, y de esa manera darle el ser.

LA CREACIÓN LE DA AL MUNDO UNA EXISTENCIA DISTINTA, AUNQUE SIEMPRE DEPENDIENTE.

1. El mundo tiene una existencia distinta. Esto significa que el mundo no es Dios; y que difiere de Dios, no solamente en grado, sino en propiedades esenciales. La doctrina de la creación implica que en tanto que Dios existe por sí mismo, es suficiente en sí mismo, infinito y eterno; el mundo es dependiente, finito y temporal.
El uno jamás podrá cambiarse en el otro. Esta doctrina es una barrera absoluta en contra de la antigua idea de la emanación, como también en contra de todas las teorías panteístas. El universo no es la forma de existir de Dios, ni la apariencia fenoménica del Absoluto; y Dios no es simplemente la vida, o el alma, o la ley interna del mundo, sino que goza su propia vida eternamente completa, sobre el mundo y en absoluta independencia de él. El es Dios trascendente, glorioso en santidad, terrible en alabanzas, que hace maravillas. Esta doctrina está apoyada por pasajes de la Escritura los cuales:
(1) Testifican de la diferente existencia del mundo, Is. 42: 5; Hech. 17: 24:
(2) Hablan de la inmutabilidad de Dios. Sal 102: 27; Mal 3: 6; Sant. 1: 17:
(3) Hacen comparación entre Dios y la criatura, Sal 90:2; 102:25-27; 103:15-17; Is. 2:21; 22:17: etc. y:
(4) Hablan del mundo como puesto en pecado, o pecador, Rom. 1: 18-32; I Juan 2: 15-17, etc.
2. El mundo siempre está dependiendo de Dios. Aunque Dios concedió al mundo una existencia distinta de la divina, no se retiró del mundo después de haberlo creado, sino que permaneció en el más íntimo enlace con él. El universo no es como un reloj al que Dios le dio Cuerda y ahora lo deja que `siga sin ninguna posterior intervención divina. Esta concepción deísta de la creación no es bíblica ni científica.
Dios no es sólo Dios transcendente, infinitamente exaltado sobre todas sus criaturas; El es también el Dios inmanente que está presente en cada parte de su creación y cuyo Espíritu está operando en todo el mundo. El está esencialmente, y no meramente per potentiam, presente en todas sus criaturas; pero no en cada una de ellas está presente en la misma manera. Su inmanencia no debiera interpretarse como una ilimitada extensión a través de todos los espacios del universo, ni como una presencia partitiva, de modo que se encuentre una parte aquí y otra parte allá.
Dios es Espíritu, y precisamente porque es Espíritu está presente en todas partes como un todo. Se dice que El llena los cielos y la tierra. Sal 139: 7-10; Jer. 23: 24, que constituye la esfera en la que vivimos y nos movemos y somos, Hech. 17: 28; que renueva la faz de la tierra por medio de su Espíritu, Sal 104: 30; que habita en aquellos que tienen un corazón quebrantado, Sal 51: 11; Is. 57: 15, y en la Iglesia como su templo, I Cor. 3: 16; 6: 19; Ef. 2: 22.
Tanto la trascendencia como la inmanencia encuentran expresión en un sencillo pasaje de la Escritura, es decir, Ef. 4: 6, en donde el Apóstol dice que tenemos "un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos". La doctrina de la inmanencia divina ha sido estirada, en gran parte de la teología moderna, hasta el límite del panteísmo.
El mundo y especialmente el hombre, fueron considerados como las manifestaciones fenoménicas de Dios. Actualmente hay una fuerte reacción contra esta posición en la llamada "teología de crisis". A veces se piensa que esta teología ton su énfasis sobre "la infinita diferencia cualitativa" entre tiempo y eternidad, sobre Dios como el "completamente otro" y el Dios escondido, y sobre la, distancia entre Dios y el hombre, excluye, naturalmente, la inmanencia de Nos.
Brunner, sin embargo, nos asegura que no es así. Dice: "Muchas cosas sin sentido se han dicho acerca de la 'teología bartiana' como que tiene percepción solamente para la trascendencia de Dios y no para su inmanencia corno si también nosotros no nos diéramos cuenta de que Dios el Creador tiene todas las cosas con su poder, que El puso el sello de su divinidad sobre el mundo, y creó al hombre a su imagen".
Y Barth dice: "Dios mismo estaría muerto si moviera su mundo solamente desde lejos, si él fuera 'una cosa en sí mismo' y no el Uno en todo, el Creador de todas las cosas visibles, el principio y el fin". Estos hombres se oponen a la moderna concepción panteísta de la inmanencia divina, y también a la idea de que, en virtud de esta inmanencia el mundo es una luminosa revelación de Dios.

LA ÚLTIMA FINALIDAD DE DIOS EN LA CREACIÓN.

Ha Sido Debatida, frecuentemente, la pregunta acerca de la última finalidad de Dios en la obra de creación. En el transcurso de la historia, la pregunta ha recibido, especialmente, una respuesta doble.
1. La felicidad del hombre o de la humanidad. Algunos de los primeros filósofos como Platón, Filo y Séneca, afirmaban que la bondad de Dios lo impulsó a crear el mundo. Deseaba comunicarse con sus criaturas; la felicidad de éstas era el último fin que contemplaba.
Aunque algunos teólogos cristianos repicaron con esta idea, se hizo especialmente prominente por medio del humanismo de la época de la Reforma, y del Racionalismo del Siglo XVIII. Con frecuencia se presentaba esta idea de una manera muy superficial. La manera mejor de presentarla diciendo que Dios no habría querido hacerse El mismo el fin último de la creación porque El se basta a sí mismo y nada podría necesitar, y si El no quería hacerse el fin último de la creación entonces ese fin último sólo puede encontrarse en la criatura, especialmente en el hombre y finalmente en la suprema felicidad de éste.
El concepto teológico por medio del cual se hace del bienestar o felicidad del hombre o de la humanidad el último fin de la creación fue característico del pensamiento de hombres de tanta influencia como Kant, Schleiermacher y Ritschl, aunque no todos ellos lo presentaron de la misma manera. Pero esta teoría no satisface por varias razones
A. Aunque, indudablemente, Dios revela su bondad en la creación, no es correcto decir que su bondad y su amor no podrían expresarse si no hubiera mundo. Las relaciones personales internas del Dios Trino proporcionaron todo lo que era necesario para una vida de amor, plena y eterna.
B. Debiera parecer de evidencia axiomática que Dios no existe por causa del hombre, sino el hombre por causa de Dios. Solamente Dios es Creador y el Bien Supremo, en tanto que el hombre es criatura, la cual, por esa misma razón no puede ser el fin último de la creación. Los fines temporales encuentran su finalidad en lo eterno, lo humano en lo divino, y no viceversa. La teoría no se acomoda a los hechos. Es imposible subordinar a este fin todo lo que hay en la creación y explicarlo todo en relación con la felicidad humana. Esto resulta perfectamente evidente cuando se consideran todos los sufrimientos que hay en el mundo.
2. La gloria declarativa de Dios. La Iglesia de Jesucristo encontró el verdadero fin de la creación no en algo que se encuentre fuera de Dios, sino en Dios mismo y más particularmente en la manifestación externa de la inherente excelencia divina. Esto no quiere decir que el fin último de Dios sea recibir gloria de otros.
El que recibe gloria por medio de la alabanza de sus criaturas morales, es un fin incluido en el fin último; pero no puede ser por sí mismo el fin último. Dios no creó, primero que todo, para recibir gloria, sino para que su gloria sea prominente y manifiesta. Las gloriosas perfecciones de Dios están expuestas en toda su creación y esta manifestación no tiende a una vacua exposición, una mera exhibición para ser admirada de las criaturas, sino que también se propone el bienestar de ellas y su perfecta felicidad.
Además se propone afirmar sus corazones con las alabanzas del Creador y hacer que brote de sus almas la expresión de su gratitud, amor y adoración. La suprema finalidad de Dios en la creación, y por tanto, la manifestación de su gloria, incluye como fines subordinados la felicidad y salvación de sus criaturas, recibiendo El la alabanza de sus corazones agradecidos y reverentes. Esta doctrina se apoya en las siguientes consideraciones:
A. Tiene su base en el testimonio de la Escritura, Is. 43: 7; 60: 21; 61: 3; Ezeq. 36: 21 y 22; 39: 7; Luc. 2: 14; Rom. 9: 17; 11: 36; I Cor. 15: 28; Ef. 1: 5, 6, 9, 12, 14; 3: 9 y 10; Col. 1: 16.
B. El Dios infinito difícilmente escogería para la creación otra finalidad que no fuera la más alta, y ésta no la podría hallar sino en El mismo. Si naciones enteras comparadas con El no son sino como gota que cae del cubo y como el polvillo de la balanza, entonces, con toda seguridad su gloria que lo declara es intrínsecamente de mucho más grande valor que el bien de sus criaturas. Is. 40: 15 y 16.
C. La gloria de Dios es la única finalidad consistente con su independencia y soberanía. Todos dependen de quien o de lo que consideran como su fin último. Si Dios elige alguna cosa de la criatura como su fin último, tendría que depender, hasta ese límite, de la criatura.
D. Ningún otro fin sería suficientemente completo para ser la verdadera finalidad de los planes de Dios y de sus obras en la creación. Este tiene la ventaja de abarcar subordinadamente otras diversas finalidades.
E. Es la única finalidad que se alcanza real y perfectamente en el universo. No podemos imaginar que un Dios sabio y omnipotente hubiera de escoger un fin destinado a fracasar en todo o en parte, Job 23: 13. Hasta hoy muchas de sus criaturas nunca alcanzan la perfecta felicidad.
3. Objeciones a la doctrina de que la gloria de Dios es la finalidad de la creación. Las más importantes son las siguientes:
A. Convierte en egoísta el plan del universo. Pero deberíamos distinguir entre el egoísmo y la consideración propia o el amor propio cuando son razonables.
El primero es un indebido o exclusivo cuidado por la comodidad o el placer de uno mismo, sin tomar en cuenta la felicidad o los derechos de los otros.
La segunda se refiere al cuidado debido a la felicidad y al bienestar propio, cuando resultan perfectamente compatibles con la justicia, la generosidad y la benevolencia hacia los demás.
En tanto que Dios procura la expresión misma de la gloria de su nombre, no descuida el bienestar ni el supremo bien de otros, antes los promueve. Además, esta objeción desplaza al Dios infinito hasta el nivel de lo finito, y hasta a ras del hombre pecador, y lo juzga con medidas humanas, lo que resulta enteramente injustificado. Dios no tiene igual, y ninguno puede pretender tener derechos contra Dios.
El, al hacer que su gloria declarativa sea la finalidad de la creación, ha escogido el fin más alto; pero cuando el hombre se hace la finalidad de todas sus obras no está escogiendo el fin más elevado. Se elevaría al nivel más alto si escogiera el bienestar de la humanidad y la gloria de Dios como la finalidad de su vida.
Por último, esta objeción, está hecha, ante todo, atendiendo al hecho de que el mundo está lleno de sufrimiento y de que algunas de las criaturas racionales de Dios están condenadas a eterna destrucción, pero esto no se debe a la obra creativa de Dios ; sino al pecado del hombre que frustró la obra de Dios en la creación. El hecho de que el hombre sufra las consecuencias del pecado y de la rebelión no autoriza a nadie para acusar a Dios de egoísmo. Podríamos acusar de la misma manera al gobierno porque sostiene su dignidad y la majestad de la ley en contra de los obstinados transgresores.
B. Es contraria a la propia suficiencia de Dios y a su independencia. Al procurar Dios su honor de esa manera, demuestra que necesita de la criatura.
El mundo ha sido creado para glorificar a Dios, es decir, para añadir algo a su gloria. Evidentemente, pues, su perfección está escasa en algunos aspectos, y la obra de creación satisface esa falta y contribuye a la perfección divina. Pero tal razonamiento no es correcto. El hecho de que Dios creó el mundo para su propia gloria no significa que necesita del mundo. No se opina universalmente entre los hombres que el trabajo que no ejecutan para otros sea necesario para suplir una necesidad.
Podría sostenerse lo anterior en el caso del trabajador común que trabaja para ganarse el pan diario; pero apenas sería verdad respecto del artista que sigue los impulsos espontáneos de su genio. De la misma manera, hay un beneplácito en Dios, muy por arriba de toda necesidad y urgencia, que da cuerpo artísticamente a todos sus pensamientos en la creación y encuentra delicia en ellos. Además, no es verdad que cuando Dios hace de su gloria declarativa la finalidad última de la creación El tienda fundamentalmente a recibir algo.
El supremo fin que procura no es recibir gloria; sino manifestar su gloria inherente, en las obras de sus manos. Es verdad que al hacer esto también hará que los cielos declaren su gloria y el firmamento demuestre la obra de sus manos, que las aves del cielo y las bestias del campo le magnifiquen, y que los hijos de los hombres canten sus alabanzas. Pero glorificando al Creador las criaturas nada añaden a la perfección de su ser; sino que únicamente reconocen su grandeza y le atribuyen la gloria que a Él es debida.

TEORÍAS DIVERGENTES RESPECTO AL ORIGEN DEL MUNDO.

La doctrina bíblica no es la única idea respecto al origen del mundo. Se han sugerido tres teorías alternativas que en este punto merecen breve consideración.

LA TEORÍA DUALISTA

El dualismo no siempre se presenta en la misma forma; pero en su forma más usual afirma como realidad dos principios que tienen existencia propia, Dios y la materia, diferentes el uno del otro y tan eterno uno como el otro. La materia original, sin embargo, se considera nada más como una sustancia imperfecta y negativa (a la que a veces se le considera como el mal) que está subordinada a Dios y se le hace instrumento de la voluntad divina (Platón, Aristóteles, los gnósticos y los maniqueos). Según esta teoría Dios no es el Creador, sino solamente el diseñador y arquitecto del mundo. Este concepto es objetable por diferentes razones.
1. Es errónea su idea fundamental de que debió haber habido alguna sustancia de la que el mundo fue creado puesto que ex nihilo nihil fit. Esta máxima es verdadera únicamente como expresión de la idea de que ningún evento tiene lugar sin una causa, y es falsa si con ella se quiere afirmar que nada jamás puede hacerse a menos que se haga con material preexistente. La doctrina de la creación no considera la causa como innecesaria; sino que encuentra en la soberana voluntad de Dios la causa todo suficiente del mundo.
2. Su representación de la materia como eterna es fundamentalmente falsa. Si la materia es eterna, debe ser infinita, porque no puede ser infinita en un sentido (duración) y finita en otros aspectos. Pero sería imposible que dos infinitos o absolutos, existieran uno al lado del otro. El absoluto y el relativo pueden existir simultáneamente; pero no puede haber sido solamente un ser absoluto y con existencia propia. Carece de toda filosofía postular dos sustancias eternas cuando una sola causa que existe por sí misma resulta perfectamente adecuada para dar razón de todos los hechos. Por esa razón la filosofía no descansa satisfecha con una explicación dualista del mundo, antes bien procura dar una explicación monista del universo.
3. Si la teoría asume como lo hace en algunas de sus formas la existencia de un principio eterno del mal, no existe absolutamente ninguna garantía de que el bien triunfará sobre el mal. Parecería que lo que es eternamente necesario está seguro de sostenerse y jamás declinar.

LA TEORÍA DE LA EMANACIÓN EN VARIAS FORMAS

Esta teoría afirma que el mundo es una necesaria emanación del Ser Divino. De acuerdo con ella Dios y el mundo son esencialmente uno, siendo el segundo la manifestación fenoménica del primero. La idea de emanación es característica de todas las teorías panteístas, aunque no siempre la presentan en la misma forma. Aquí, de nuevo, debemos registrar algunas objeciones.
1. Este concepto del origen del mundo tácitamente niega la infinidad y la trascendencia de Dios aplicándole el principio de evolución, de crecimiento y progreso, el cual caracteriza solamente lo finito y lo imperfecto, e identifica a Dios con el mundo. De esta manera todos los objetos visibles se convierten solamente en manifestaciones transitorias de una esencia que existe por sí misma, inconsciente e impersonal, a la que se debe llamar Dios, naturaleza, o el Absoluto.
2. Despoja a Dios de su soberanía al privarle de su poder de propia determinación en relación con el mundo. Dios queda reducido a un mero fondo oculto del cual necesariamente emanan las criaturas, y el cual determina el movimiento de ellas por medio de una inflexible necesidad de la naturaleza. Al mismo tiempo esta teoría quita a todas las criaturas racionales su relativa independencia o su libertad y su carácter moral.
3. También compromete la santidad de Dios en un asunto muy serio. Hace responsable a Dios de todo lo que acontece en el mundo, tanto lo malo como lo bueno. Esta es, por consiguiente, una consecuencia muy grave de esta teoría, consecuencia de la que los panteístas nunca han podido escapar.

LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN

Algunas veces se habla de la teoría de la evolución como si pudiera ser un sustituto de la doctrina de la creación. Sin embargo, esto es manifiestamente un error. Con toda seguridad no puede ser un sustituto de la creación en el sentido de un origen absoluto, puesto que presupone algo que evoluciona, y esto, en última instancia, tendrá que ser o eterno o creado, de manera que, después de todo, el evolucionista tiene que escoger entre la teoría de la eternidad de la materia y la doctrina de la creación. En el mejor de los casos, se le consideraría útil como sustituto de lo que se llama creación secundaria, por medio de la cual, a la materia ya existente se le da una forma definitiva.
1. Algunos evolucionistas, como, por ejemplo, Haekel, creen en la eternidad de la materia, y atribuyen el origen de la vida a la generación espontánea. Pero la creencia en la eternidad de la materia, es no sólo decididamente anticristiana y hasta atea, sino que, generalmente, también está desacreditada.
La idea de que la materia, contiene energía como su universal e inseparable propiedad, y que ésta es suficiente del todo para la explicación del mundo, encuentra ya muy poca aceptación en los círculos científicos. Se siente que un universo material, compuesto de partes finitas (átomos, electrones, etc.). No puede por sí mismo ser infinito; y que todo aquello que está sujeto a un constante cambio no puede ser eterno. Además, se ha venido haciendo cada vez más claro, que la materia ciega, o la energía no pueden ser el origen de la vida y de la personalidad, ni de la inteligencia y el libre albedrío. Y la idea de la generación espontánea es una pura hipótesis no sólo sin comprobación sino también prácticamente gastada. La ley general de la naturaleza parece que es: "omne vivum e vivo" o "ex vivo".
2. Otros evolucionistas abogan por lo que llaman evolución teísta. Esta postula la existencia de Dios a espaldas del universo, en el cual Dios trabaja, siguiendo por regla las inalterables leyes de la naturaleza, y por medio de fuerzas físicas únicamente, pero en algunos casos por medio de directa y milagrosa intervención, por ejemplo, en el caso del comienzo absoluto, el principio de la vida y el principio de la existencia racional y moral.
A esta opinión con frecuencia se le ha llamado sarcásticamente "teoría sustituto". En verdad se parece a la niña asustada que invoca a Dios a intervalos periódicos para que auxilie a la naturaleza a fin de que ésta salve los abismos que la niña ve abrirse a sus pies. No es ni la doctrina bíblica de la creación, ni una teoría de la evolución consistente, porque la evolución se define como "una serie de cambios gradualmente progresivos efectuados por medio de fuerzas residentes" (Le Conte).
De hecho, evolución teísta, es una contradicción de términos. Es tan destructiva de la doctrina bíblica de la creación, como es la evolución naturalista, y haciendo que intervenga la actividad creativa de Dios una y otra vez, nulifica también la hipótesis evolucionista. Además de estos dos conceptos también debemos mencionar la evolución creativa de Bergson y la evolución emergente de C. Lloyd Morgan.

La primera es panteísta vitalista, teoría que envuelve la negación de la personalidad de Dios, y la última llega finalmente a la conclusión de que no puede explicar sus llamadas emergencias sin afirmar parcialmente un último factor que debe llamarse "Dios".