EL HOMBRE COMO VARÓN Y HEMBRA

¿POR QUÉ CREÓ DIOS DOS SEXOS? ¿PUEDEN LOS HOMBRES Y LAS MUJERES SER IGUALES Y A LA VEZ, TENER PAPELES DIFERENTES?

EXPLICACIÓN Y BASES BÍBLICAS
Notamos en el capítulo anterior que un aspecto de la creación del hombre a la imagen de Dios es su creación como varón y hembra: «y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1: 27, RVR 1960).
Encontramos la misma relación entre la creación a la imagen de Dios y la creación como varón y hembra en Génesis 5: 1-2: «El día que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo y los llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados (RVR 1960).
Aunque la creación del hombre como varón y hembra no es la única forma en que somos a la imagen de Dios, es un aspecto bastante significativo de nuestra creación a la imagen de Dios que las Escrituras mencionan en el mismo versículo en el que se describe la creación inicial del hombre. Podemos resumir las formas en que nuestra creación como varón y hembra representan algo de nuestra creación a la imagen de Dios de la siguiente manera:
La creación del hombre como varón y hembra muestra la imagen de Dios en:
(1) La armonía de las relaciones interpersonales,
(2) La igualdad en personalidad e importancia, y
(3) La diferencia en papel y autoridad.

A. RELACIONES PERSONALES

Dios no creó a los seres humanos para que fueran personas aisladas, sino que al creamos a su imagen, nos hizo de tal forma que podemos obtener unidad interpersonal de varias clases en todas las formas de la sociedad humana. La unidad interpersonal puede ser especialmente profunda en la familia humana y también en la familia espiritual, la iglesia.
Entre los hombres y las mujeres, la unidad interpersonal llega a su expresión más plena en esta era durante el matrimonio, donde el esposo y la esposa llegan a ser, en un sentido, dos personas en una: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2: 24, RVR 1960). Esta unidad no es solo una unidad fisica; es también una unidad espiritual y emocional de profundas dimensiones.
NOTA. Sobre la cuestión de usar o no la palabra hombre para referimos a los seres humanos en general (tanto varones como hembras), vea el capítulo 21,
Para un estudio más amplio de las implicaciones teológicas de la diferenciación de varón-hembra en Génesis.
Biblical Manhood and Womanhood: A Response to Evangelical Feminism, ed. por John Piper y Wayne Grudem, p. 98. He dependido del análisis del doctor Ortlund en varios puntos de este capítulo.
Un hombre y una mujer cuando se unen en matrimonio son personas que «Dios ha unido» (Mt 19: 6). La unión sexual con otra persona que no es su propio esposa o esposo es un pecado especialmente ofensivo para el propio cuerpo de uno (1ª Co 6: 16, 18-20), y, dentro del matrimonio, esposos y esposas ya no tienen dominio exclusivo sobre sus propios cuerpos, sino que lo comparten con sus cónyuges. (1ª Co 7: 3-5). El «esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo» (Ef 5: 28).
 La unión entre esposos no es temporal sino para toda la vida (Mal 2: 14-16; Ro 7: 2), y no es algo trivial sino una relación profunda creada por Dios a fin de representar las relaciones entre Cristo y su iglesia (Ef 5: 23-32).
El hecho de que Dios creó dos personas distintas como varón y hembra, más bien que solo un hombre, es parte del hecho de que somos imagen de Dios porque puede ser visto como un reflejo hasta cierto punto de la pluralidad de personas dentro de la Trinidad. En el versículo anterior al que habla de nuestra creación como varón y hembra, vemos la primera indicación explicita de una pluralidad de personas dentro de Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y señoree» (Gn 1: 26, RVR 1960).
Hay aquí algo de similitud: Así como había compañerismo y comunicación, y participación en la gloria, entre los miembros de la Trinidad antes de que el mundo fuera hecho (vea Jn 17: 5, 24, y el capítulo 14 sobre la Trinidad), Dios también hizo a Adán y Eva en tal forma que ellos compartieran amor y comunicación, y se dieran honor mutuo en sus relaciones interpersonales.
Por supuesto, tal reflejo de la Trinidad llegaría a expresarse de distintas maneras dentro de la sociedad humana, pero existiría ciertamente desde el principio en esa íntima unidad interpersonal del matrimonio.
Alguien podría objetar que tal representación de la pluralidad de personas en Dios no es en realidad completa, porque Dios es tres personas en una, mientras que Dios creó a Adán y Eva como solo dos personas en una. Si Dios tenía la intención de que nosotros reflejáramos la pluralidad de personas en la Trinidad, ¿por qué no creó tres personas en vez de dos que pudieran reflejar la unidad interpersonal entre los miembros de la Trinidad?
Primero, debemos concordar en que este hecho muestra que la analogía entre el matrimonio y la Trinidad no es exacta.
Segundo, aunque no podemos estar seguros de por qué Dios no hizo algo cuando las Escrituras no dicen explícitamente esas razones, podemos sugerir dos posibles razones:
(1) El hecho que Dios es tres en uno mientras que Adán y Eva eran dos en uno puede ser un recordatorio de que la propia excelencia de Dios es mucho mayor que la nuestra, que él posee una pluralidad y una unidad muy superiores a las que nosotros, como criaturas, podemos poseer.
(2) Aunque la unidad no es exactamente la misma, la unidad en una familia entre marido, mujer e hijos refleja hasta cierto grado la unidad interpersonal y, a la vez, la diversidad de personas entre los miembros de la Trinidad.
Puede surgir una segunda objeción del hecho de que Jesús mismo fue soltero, que Pablo era soltero en el tiempo cuando era apóstol (y quizá antes), y que Pablo en 1ª Corintios 7: 1,7-9 parece decir que es mejor para los cristianos no casarse. Si el matrimonio es una parte tan importante de nuestra reflexión de la imagen de Dios, ¿por qué Jesús y Pablo no se casaron, y por qué Pablo anima a otros a que no lo hagan?
Para Jesús, la situación es única, porque él es tanto Dios como hombre, y Señor soberano de toda la creación. Más bien que unirse en matrimonio con un solo ser humano, él ha tomado a toda la iglesia como su esposa (vea E f5: 23-32) y goza con cada miembro de su iglesia una unidad espiritual y emocional que durará por toda la eternidad.
La situación con Pablo y su consejo a los cristianos corintios es de alguna forma diferente. Pablo no está diciendo que sea malo casarse (vea 1ª Co 7: 28, 36), sino que visualiza el matrimonio como algo que es bueno, correcto y un privilegio al que se puede renunciar por amor del reino de Dios: «Pienso que, a causa de la crisis actual, es bueno que cada persona se quede como está. Lo que quiero decir, hermanos, es que nos queda poco tiempo... porque este mundo, en su forma actual, está por desaparecer» (1ª Co 7: 26, 29, 31).
De esta forma Pablo renuncia a la manera en la que él podía reflejar la semejanza con Dios y para dedicarse a avanzar los propósitos de Dios para el mundo (es decir, en su obra para la iglesia). Por ejemplo, pensaba que su evangelización y discipulado era como dar a luz «hijos» espirituales y nutridos en el Señor (vea 1ª Co 4: 14, donde llama a los corintios «hijos míos amados»; también Gá 4: 19; 1 Ti 1:2; Tit 1:4).
Además, toda la obra de edificar la iglesia era un proceso para llevar a miles de personas a glorificar a Dios reflejando el carácter divino en sus vidas de una forma más completa. Por otra parte, debemos damos cuenta de que el matrimonio no es la única forma en que se puede reflejar la unidad y diversidad de la Trinidad en nuestra vida.
Se refleja también en la unión de los creyentes en la comunión de la iglesia, y en el genuino compañerismo de iglesia en el que las personas solteras (como Pablo y Jesús) y los que están casados pueden tener relaciones interpersonales que reflejen la naturaleza de la Trinidad.
Por tanto, edificar la iglesia e incrementar su unidad y pureza también promueve el reflejo del carácter de Dios en el mundo.

B. IGUALDAD EN PERSONALIDAD E IMPORTANCIA

Así como los miembros de la Trinidad son iguales en su importancia y en su existencia plena como miembros distintivos (vea el capítulo 14), también a los hombres y a las mujeres Dios los creó para ser iguales en importancia y personalidad.
Cuando Dios creó al hombre, «varón y hembra los creó» en su imagen (Gn 1: 27; 5: 1-2). Los hombres y las mujeres fueron creados como iguales a la imagen de Dios, y ambos reflejan el carácter de Dios en la vida. Esto significa que debiéramos ver aspectos del carácter de Dios reflejado en la vida de cada uno de los dos.
Si vivimos en una sociedad compuesta solo por hombres cristianos o una sociedad compuesta solo de mujeres cristianas, no obtendríamos un cuadro completo del carácter de Dios como cuando vemos hombres y mujeres cristianos juntos en sus diferencias complementarias y reflejando la belleza del carácter de Dios.
Pero si somos iguales en cuanto a la imagen de Dios, ciertamente los hombres y las mujeres son igualmente importantes e igualmente valiosos para Dios. Tenemos un valor igual ante él por toda la eternidad. El hecho de que las Escrituras dicen que lo mismo los hombres que las mujeres están creados «a la imagen de Dios» debiera excluir todo sentimiento de orgullo o inferioridad y cualquier idea de que nuestro sexo es «mejor» o «peor» que el otro.
En particular, en contraste con muchas culturas y religiones no cristianas, nadie debiera sentirse desilusionado o inferior porque es mujer.' Si Dios piensa que somos de igual valor, eso arregla el asunto, porque la evaluación de Dios es el verdadero estándar de valor personal por toda la eternidad.
Cuando Pablo dice en 1 Corintios 11:7 que «el hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que es imagen y gloria de Dios, mientras que la mujer es gloria del hombre», no está negando que la mujer fue creada a la imagen de Dios. Solo está diciendo que hay diferencias entre los hombres y las mujeres que debieran reflejarse en la manera en que se visten y actúan en las reuniones de la congregación.
Una de esas diferencias es que el hombre en relación con la mujer tiene un papel particular en representar a Dios o en mostrar cómo es Dios, y la mujer en esa relación muestra la excelencia del hombre del cual fue ella formada. Pero en ambos casos Pablo continúa enfatizando su interdependencia (vea vv. 11-12).
Nuestra igualdad como personas delante de Dios, que refleja la igualdad de las personas de la Trinidad, debiera llevar de forma natural a los hombres y mujeres a honrarse el uno al otro. Proverbios 31 presenta un cuadro bello del honor que se da a una mujer piadosa:
Mujer Ejemplar, ¿Dónde Se Hallará? ¡Es Más Valiosa Que Las Piedras Preciosas! Sus Hijos Se Levantan Y La Felicitan; También Su Esposo La Alaba.
Muchas Mujeres Han Realizado Proezas, Pero Tú Las Superas A Todas. Engañoso Es El Encanto Y Pasajera La Belleza; La Mujer Que Teme Al Señor Es Digna De Alabanza. (Pr 31: 10, 28-30).
Del mismo modo, Pedro les dice a los esposos que cada uno debe tratar a su esposa con respeto (1 P 3:7), y Pablo recalca: «En el Señor, ni la mujer existe aparte del hombre ni el hombre aparte de la mujer. Porque así como la mujer procede del hombre, también el hombre nace de la mujer; pero todo proviene de Dios» (1ª Co 11: 11, 12). Los hombres y las mujeres son igualmente importantes; ambos dependen el uno del otro; ambos son dignos de honor.
La igualdad en personalidad con la que los hombres y las mujeres fueron creados la vemos enfatizada en una forma nueva en la iglesia del nuevo pacto. En Pentecostés vemos el cumplimiento de la profecía de Joel en la que Dios promete:
Derramaré Mi Espíritu Sobre Todo El Género Humano. Los Hijos Y Las Hijas De Ustedes Profetizarán, En Esos Días Derramaré Mi Espíritu Aun Sobre Mis Siervos Y Mis Siervas, Y Profetizarán. (Hch 2: 17-18; Citando A Joel2: 28-29).
NOTA: En la pasada década las agencias de noticias nos han informado de prácticas comunes en China donde los padres de una niña recién nacida la dejaban con frecuencia que muriera con el fin de poder intentar de nuevo tener un hijo bajo las normas estrictas de China de «una pareja, un hijo».
En contraste con la perspectiva bíblica de igualdad en importancia para hombres y mujeres, esa práctica no solo resulta en la pérdida de vidas humanas inocentes, sino también le dice muy fuerte a cada mujer en esa sociedad que ella es menos valiosa que el hombre.
(En otras sociedades en las que los padres piensan en secreto que es mejor tener un hijo que una hija están mostrando también que no han entendido bien la enseñanza bíblica del hecho de que las mujeres y los hombres son completamente iguales en valor a los ojos de Dios.)
El Espíritu Santo se derrama sobre la iglesia con un nuevo poder, y los hombres y las mujeres reciben dones para ministrar en formas extraordinarias. Los dones espirituales son distribuidos a todos los hombres y mujeres, comenzando en Pentecostés y continuando a lo largo de la historia de la iglesia.
Pablo considera a cada cristiano un miembro valioso del cuerpo de Cristo, porque «a cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás» (1ª Co 12: 7). Después de mencionar varios dones, dice: «Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina» (1ª Co 12: 11).
Pedro también, al escribir a muchas iglesias esparcidas por toda Asia Menor, dice: «Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas» (1 P 4:10). Estos textos no enseñan que todos los creyentes tengan los mismos dones, pero sí dicen que los hombres y las mujeres tendrán dones valiosos para el ministerio de la iglesia, y que debiéramos esperar que estos dones sean distribuidos amplia y liberalmente a hombres y mujeres.
Parece, por tanto, que no tiene sentido preguntar: «¿Quiénes oran con más eficacia, los hombres o las mujeres?» o «¿Quién puede cantar mejor las alabanzas a Dios, los hombres o las mujeres?» o «¿Quién tiene mayor sensibilidad espiritual y profundidad de relación con Dios?» No podemos responder a ninguna de estas preguntas.
Los hombres y las mujeres son iguales en su capacidad para recibir en el nuevo pacto el poder del Espíritu Santo. A lo largo de la historia de la iglesia ha habido tanto grandes hombres como mujeres. Ambos han sido grandes guerreros de oración, y han prevalecido sobre los poderes y reinos terrenales y fortalezas espirituales mediante la autoridad del Señor Jesucristo:
La igualdad ante Dios se recalca aún más en la iglesia del nuevo pacto en la ceremonia del bautismo. En Pentecostés, los hombres y las mujeres que creyeron fueron bautizados: «Los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas» (Hch 2: 41).
Esto es significativo porque en el antiguo pacto, la señal de membrecía del pueblo de Dios era la circuncisión, que la recibían solo los hombres. La nueva señal de membrecía del pueblo de Dios, la señal del bautismo, que se da tanto a los hombres como a las mujeres, es una evidencia adicional de que ambos debieran ser vistos como miembros plenos e iguales del pueblo de Dios.
Pablo también hace hincapié en la igualdad en posición entre los hijos de Dios en Gálatas: «Todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús» (Gá 3: 27-28).
Pablo está aquí subrayando el hecho de que ninguna clase de personas, tales como el pueblo judío que procedía de Abraham por descendencia fisica, o los hombres libres que disponían de un poder legal y económico superior, podía reclamar una posición especial o privilegio en la iglesia. Los esclavos no debieran pensar que son inferiores a los hombres y mujeres libres, ni los hombres libres debieran pensar que son superiores a los esclavos.
Los judíos no debieran pensar que eran superiores a los griegos, ni los griegos pensar que eran inferiores a los judíos. Del mismo modo, Pablo quiere asegurarse de que los hombres no adoptaran las mismas actitudes de las culturas que los rodeaban, o incluso algunas de las actitudes del judaísmo del primer siglo, o pensar que ellos tenían mayor importancia que las mujeres o que eran de valor superior para Dios.
Tampoco debieran las mujeres pensar que eran inferiores o menos importantes en la iglesia. Los hombres y las mujeres, los judíos y los griegos, los esclavos y los libres son iguales en importancia y valor para Dios e iguales en membrecía en el cuerpo de Cristo, la iglesia, por toda la eternidad.
En términos prácticos, nunca pensemos que hay ciudadanos de segunda clase en la iglesia. Lo mismo si es hombre o mujer, empresario o empleado, judío o gentil, negro o blanco, rico o pobre, sano o enfermo, débil o fuerte, atractivo o no atractivo, extremadamente inteligente o lento para aprender, todos son igualmente valiosos para
Dios y debiéramos ser también igualmente valiosos unos para otros. Esta igualdad es un elemento asombroso y maravilloso de la fe cristiana y pone al cristianismo en un nivel diferente al de todas las otras religiones, sociedades y culturas. La verdadera dignidad de la condición del hombre y la mujer puede alcanzar plena realización solo en obediencia a la sabiduría redentora de Dios que encontramos en las Escrituras.
NOTA: Quizá la respuesta a la pregunta, «¿Quién ora mejor?» o «¿Quién puede alabar a Dios mejor?» debiera ser: «Los Dos juntos». Aunque hay mucho valor en que los hombres se reúnan para orar juntos o que las mujeres se junten para orar, no hay nada más rico y más completo que todo el compañerismo del pueblo de Dios, tanto de hombres y mujeres, e incluso sus hijos que son suficientemente mayores para entender y participar, reunidos juntos para orar en la presencia de Dios. (Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugan9 (Hch 2: 1).
«Cuando lo oyeron, alzaron unánimes la voz en oración a Dios» (Hch 4:24). Pedro «fue a casa de María, la madre de Juan, apodado Marcos, donde muchas personas estaban reunidas orando» (Hch 12: 12).

C. LAS DIFERENCIAS EN FUNCIONES

1. LAS RELACIONES ENTRE LA TRINIDAD Y EL VARÓN COMO CABEZA EN EL MATRIMONIO.
Entre los miembros de la Trinidad ha habido una igualdad en importancia, personalidad y deidad a lo largo de la eternidad. Pero también ha habido diferencias en las funciones de los miembros de la Trinidad. Dios el Padre ha sido siempre el Padre y se ha relacionado con el Hijo como un Padre se relaciona con su Hijo.
Aunque los tres miembros de la Trinidad son iguales en poder y en todos los otros atributos, el Padre tiene una autoridad mayor. Él tiene una función de liderazgo entre todos los miembros de la Trinidad que el Hijo y el Espíritu Santo no tienen.
En la creación, el Padre habla e inicia, pero la obra de la creación se lleva a cabo por medio del Hijo y sostenida por medio de la presencia continua del Espíritu Santo (Gn 1: 1-2;]n 1: 1-3; 1ª Co 8:  6; Heb 1: 2). En la redención, el Padre envía al Hijo al mundo, y el Hijo viene y es obediente al Padre y muere para pagar por nuestros pecados (Lc 22: 42; Fil 2: 6-8).
Después que el Hijo ha ascendido al cielo, el Espíritu Santo viene para equipar y capacitar a la iglesia Gn 16:7; Hch 1:8; 2: 1-36). El Padre no viene a morir por nuestros pecados, ni tampoco el Espíritu Santo. El Padre no fue derramado sobre la iglesia en Pentecostés en el poder del nuevo pacto, ni tampoco fue el Hijo. Cada miembro de la Trinidad tiene papeles o funciones distintivas. Las diferencias en funciones y autoridad entre los miembros de la Trinidad son por tanto completamente coherentes con la igualdad de importancia, personalidad y deidad.
Si los seres humanos son reflejos del carácter de Dios, es lógico esperar diferencias similares en las funciones entre los seres humanos, incluso en relación con la más básica de todas las diferencias entre los seres humanos, la diferencia entre el hombre y la mujer. Y esto es ciertamente lo que encontramos en el texto bíblico.
Pablo plantea este paralelismo explícito cuando dice: «Ahora bien, quiero que entiendan que Cristo es cabeza de todo hombre, mientras que el hombre es cabeza de la mujer y Dios es cabeza de Cristo» (1ª Co 11: 3).
Así como Dios el Padre tiene autoridad sobre el Hijo, aunque los dos son iguales en deidad, lo mismo sucede en el matrimonio: el esposo tiene autoridad sobre la esposa, aunque ambos son iguales en personalidad" En este caso, la función del hombre es como la de Dios el Padre, y el papel de la mujer es paralelo al de Dios el Hijo. Ambos son iguales en importancia, pero tienen diferentes funciones.
En el contexto de 1ª Corintios 11: 2-16, Pablo ve esto como una base para decirles a los corintios que lleven la clase de vestimenta que es apropiada para los hombres y las mujeres de aquel tiempo, a fin de que las distinciones entre los hombres y las mujeres puedan ser evidentes exteriormente en la asamblea cristiana.
LA IGUALDAD Y LAS DIFERENCIAS EN LA TRINIDAD SE REFLEJAN EN LA IGUALDAD Y LAS DIFERENCIAS EN EL MATRIMONIO.
NOTA: Algunos han sugerido que la palabra «cabeza» en 1ª Corintios 113 significa «fuente) y no tienen nada que ver con autoridad en el matrimonio. Por ejemplo, cuando Pablo se refiere al uso de la palabra (cabeza) para decir que (Cristo es la cabeza de todo hombre, mientras que el hombre es cabeza de la mujer y Dios es cabeza de Cristo) (1ª Co 11: 3), Gordon Fee dice que «la comprensión de Pablo de la metáfora, por tanto, y casi ciertamente la única que los corintios entenderían, es "cabeza" como "fuente" especialmente Como "fuente de vida) (The First Epistle to the Corinthians, NIC [Ferdmans, Grand Rapids, 1987], p. 503).
Asimismo, la declaración: «Men, Women and Biblical Equality}), publicada como un anuncio en CT, 9 abril 1990, pp. 36-37, dice: «La función del esposo como "cabeza" hay que entenderla como un amor y servicio que se da a sí mismo dentro de esta relación de mutua sumisión (Ef. 5: 21-33; Col 3: 19; I P 3:7) (p. 1, para. 11). De modo que ellos entienden «cabeza» como queriendo decir «fuente» (de amor y servicio), no como «autoridad sobre».
Para una respuesta a esta interpretación y un análisis de las razones por qué la palabra «cabeza» aquí debe significar (autoridad sobre) no (fuente), han afirmado que (cabeza) podría significar (fuente) cuando se aplica a una persona, la persona es siempre alguien en autoridad. Nunca se han encontrado ejemplos contrarios a esto en la antigua literatura griega.
El hecho de que cubrirse la cabeza era una forma de vestir que distinguía a las mujeres de los hombres en el primer siglo en Corinto significa que Pablo indicó a las mujeres que llevaran la cabeza cubierta en el templo. Pero esto no significa que la mujer debiera cubrirse la cabeza en lugares y culturas que no era una señal distintiva de ser mujer.
La aplicación contemporánea sería que las mujeres debieran vestirse de forma que se vea que son mujeres y los hombres que se note que son hombres, en la manera apropiada en que esas formas se expresan en cada sociedad.
¡Pablo no está a favor de ropas unisexual! Para más información, vea Thomas R. Schreiner, «Head Coverings, Prophecies and the Trinity: 1a Corinthians 1I:2-16}), en Recovering Biblical Manhood and Womanhood, pp. 124-39.
2. INDICACIONES DE LA DISTINCIÓN DE FUNCIONES ANTES DE LA CAÍDA.
¿Pero eran estas distinciones entre los papeles del varón y la hembra parte de la creación original de Dios, o vinieron después como parte del castigo de la Caída? Cuando Dios le dijo a Eva: «Desearás a tu marido, y él te dominará» (Gen 3: 16), ¿fue ese el momento cuando Eva empezó a estar sujeta a la autoridad de Adán?
La idea de que las diferencias en autoridad aparecieron solo después de que el pecado entrara en el mundo ha sido promovida por varios escritores tales como Aida B. Spencer' y Gilbert Bilezikian: Bilezikian dice: «Debido a que es un resultado de la Caída, el dominio de Adán sobre Eva se ve como satánico, no menos que la muerte misma»."
Sin embargo, si examinamos el texto de la narrativa de la creación en Génesis, vemos varias indicaciones de diferencias de papeles entre Adán y Eva aun desde antes de que el pecado entrara en el mundo.
A. ADÁN FUE CREADO PRIMERO, DESPUÉS EVA:
El hecho de que Dios creó primero a Adán, y después de un cierto tiempo creó a Eva (Gn 2: 7, 18-23), sugiere que Dios veía a Adán con una función de liderazgo en la familia. No se menciona para nada un procedimiento así en dos etapas para ninguno de los animales que Dios creó, pero aquí parece tener un propósito especial.
La creación de Adán primero es coherente con el patrón del Antiguo Testamento de la «primogenitura», la idea de que el que nació primero en cada generación en la familia humana tiene el liderazgo en la familia para esa generación. El derecho de la primogenitura se da por entendido a lo largo del texto del Antiguo Testamento, aun en momentos cuando debido a los propósitos especiales de Dios se vende el derecho a la primogenitura o se transfiere a una persona más joven (Gn 25: 27-34; 35: 23; 38: 27-30; 49: 3-4; Dt 21: 15-17; 1ª Cr 5: 1-2).
El «derecho de primogenitura» le pertenece al hijo que ha nacido primero y le corresponde a menos que aparezcan circunstancias especiales que cambien ese hecho.  El hecho de que estamos en lo correcto al ver un propósito en que Dios formara primera a Adán, y que ese propósito refleja una distinción permanente en las funciones que Dios ha dado a los hombres y las mujeres, queda apoyado por 1ª Timoteo 2:1 3, donde Pablo usa el hecho de que «primero fue formado Adán, y Eva después» como una razón para restringir algunas funciones distintivas de gobierno y enseñanza en la iglesia para los hombres.
NOTA: Algunos objetan que esto no sería apropiado en la narrativa de Génesis, porque los animales fueron creados antes que Adán, y esto daría a los animales autoridad para dominar sobre los humanos (así piensa Bilezikian, Beyond Sex Roles, p. 257, n. 13).
Pero esta objeción olvida que el principio de la primogenitura solo tiene lugar entre los seres humanos y es, de hecho, limitado a los de una misma familia. (Bilezikian plantea otras objeciones [pp. 255-57], pero no toma en cuenta el apoyo que el Nuevo Testamento da a este entendimiento de Génesis 2 en 1 Timoteo 2:13).
B. EVA FUE HECHA COMO AYUDA IDÓNEA PARA ADÁN:
Las Escrituras especifican que Dios hizo a Eva para Adán, no a Adán para Eva. Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Vaya hacerle una ayuda adecuada» (Gn 2: 18). Pablo ve en esto suficiente importancia para basar un requisito de que hubiera diferencias entre hombres y mujeres en la adoración. Dice: «Ni tampoco fue creado el hombre a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre» (1ª Co 11:9).
Esto no debiera tomarse como que implica menor importancia, pero sí indica que había una diferencia de funciones desde el principio.
Recientemente algunos escritores han negado que la formación de Eva como una ayuda idónea para Adán indique alguna diferencia en función o autoridad, porque la palabra ayuda (hebreo, ezer) se usa a menudo en el Antiguo Testamento acerca de alguien que es mayor o más poderoso que la persona que está siendo ayudada.
De hecho, la palabra ayuda se usa en el Antiguo Testamento para referirse a Dios mismo que ayuda a su pueblo. Pero la realidad es que cuando alguien «ayuda» a otro, ya sea en el Antiguo Testamento hebreo o en nuestro uso moderno de la palabra ayuda, en la tarea específica que se está haciendo la persona que ayuda está ocupando una posición subordinada o inferior en relación con la persona que recibe la ayuda.
Esto es cierto cuando yo «ayudo» a un muchacho de mi barrio a arreglar su bicicleta. Es su responsabilidad y su tarea, yo solo estoy echando una mano según se necesita; no es mi responsabilidad. David Clines concluye que este es el caso a lo largo de todo el Antiguo Testamento hebreo.
Mi conclusión es que, a la vista de todas las veces que aparece en la Biblia hebrea, aunque los superiores pueden ayudar a los inferiores, los fuertes a los débiles, los dioses pueden ayudar a los humanos, en el acto de ayudar ellos están siendo «inferiores». Es decir, se están sometiendo a sí mismos a una posición inferior, subordinada.
Su ayuda puede ser necesaria o crucial, pero están ayudando en una tarea que es la responsabilidad de otra persona. Ellos mismos no están en realidad haciendo la tarea, ni siquiera en cooperación, porque hay un lenguaje diferente para eso. Ser de ayuda no es la forma hebrea de ser iguales.
Otra objeción es que el término hebreo que traducimos «adecuada» (idónea) en Génesis 2: 18 implica que Eva era más bien superior a Adán, porque el término en realidad significa «delante de» Raymond C. Ortlund señala correctamente que el término hebreo no puede significar «superior a» o en el Salmo 119: 168 tendríamos al salmista diciéndole a Dios: «Todos mis caminos son superiores a los tuyos».
Cuando en realidad está diciendo «Tú conoces mis caminos o conducta».
C. ADÁN LE PUSO EL NOMBRE A EVA:
El hecho que Adán le pusiera nombres a todos los animales (Gn 2: 19-20) indica la autoridad de Adán sobre el reino animal, porque en el pensamiento del Antiguo Testamento el derecho de ponerle nombre a alguien implica autoridad sobre esa persona (esto lo vemos cuando Dios les dio nombres a Abraham y Sara, y cuando los padres les ponen el nombre a sus hijos).
Dado que un nombre hebreo designaba el carácter o función de alguien, Adán estaba especificando las características o funciones de los animales que él nombraba.
Por tanto, cuando Adán le llamó Eva a la mujer, diciendo: «Se llamará «mujer" porque del hombre fue sacada» (Gn 2: 23), indicaba también la función de liderazgo que él tenía. Esto es cierto antes de la Caída, donde Adán le pone a su esposa el nombre de «mujer», y es cierto después de la Caída, cuando «el hombre llamó Eva a su mujer, porque ella sería la madre de todo ser viviente» (Gn 3: 20).17 Algunos han objetado que Adán en realidad no llamó Eva a la mujer antes de la Caída.
Pero ciertamente llamar «mujer» a su esposa (Gn 2: 23), del mismo modo que llamó a todas las demás criaturas por su nombre (Gn 2: 19-20), es darle a ella un nombre.
El hecho que las madres a veces les ponen nombres a sus hijos en el Antiguo Testamento no contradice la idea de que el dar nombre representaba autoridad, puesto que tanto las madres como los padres tienen autoridad sobre sus hijos.
D. DIOS NOMBRÓ A LA RAZA HUMANA «HOMBRE», NO «MUJER»:
El hecho que Dios le puso a la raza humana el nombre de «hombre», en vez de «mujer» o algún término de género neutro lo explicamos en el capítulo 21." Génesis 5: 2 especifica que eso sucedió en el «día en que creó Dios al hombre varón y hembra los creó y llamó el nombre de ellos Adán [hombre]».
Nombrar a toda la raza humana con el término que también se refiere en particular a Adán, u hombre en vez de mujer, sugiere que la función de liderazgo le corresponde al hombre. Esto es similar a la costumbre de la mujer de tomar el apellido del esposo cuando ella se casa, como se hace en Estados Unidos: Significa que él es el cabeza de familia.
E. LA SERPIENTE SE ACERCÓ PRIMERO A EVA:
Satanás, después de haber pecado, intentaba distorsionar y socavar todo lo que Dios había planeado y creado como bueno.
Es probable que Satanás (en la forma de una serpiente), al acercarse a Eva primero, estaba intentando instituir un cambio en los papeles al intentar que Eva asumiera el liderazgo en la desobediencia a Dios (Gn 3: 1). Esto contrasta fuertemente con la manera en que Dios se acercó a ellos, porque cuando él les habló, le habló a Adán primero (Gn 2: 15-17; 3: 9).
Pablo parece tener en mente esta alteración en el papel de liderazgo cuando dice: «No fue Adán el engañado, sino la mujer; y ella, una vez engañada, incurrió en pecado» (1ª Ti 2: 14). Esto al menos sugiere que Satanás, al ir primero a la mujer, estaba tratando de socavar el modelo de liderazgo del hombre que Dios había establecido en el matrimonio.
F. DIOS LE HABLÓ A ADÁN PRIMERO DESPUÉS DE LA CAÍDA:
Del mismo modo que Dios le habló a Adán mismo aun antes de que Eva fuera creada (Gn 2: 15-17), después de la Caída, aunque fue Eva la que pecó primero, Dios se acercó primero a Adán y le llamó para que explicara sus acciones: «Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo «¿Dónde estás?» (Gn 3: 9).
Dios pensó que era a Adán, el líder de su familia, al que tenía que llamar primero para que rindiera cuentas por lo que había sucedido en la familia. Es significativo que aunque esto es después de que el pecado tuviera lugar, es antes de que Dios le dijera a Eva: «y él te dominará», según Génesis 3:16, donde algunos escritores dicen que empezó la función del hombre como cabeza.
G. ADÁN, NO EVA, REPRESENTABA A LA RAZA HUMANA:
Aunque Eva pecó primero (Gen 3: 6), somos contados como pecadores por causa del pecado de Adán, no del pecado de Eva. El Nuevo Testamento nos dice: «En Adán todos mueren» (1ª Ca 15: 22; v. 49), y «por la transgresión de un solo hombre murieron todos» (Ro 5: 15; vv. 12-21). Esto indica que Dios le había dado a Adán la tarea de ser cabeza o líder en relación con la raza humana, un papel que no le dio a Eva.
H. LA MALDICIÓN CAUSÓ UNA DISTORSIÓN DE LAS FUNCIONES ANTERIORES, NO EL COMIENZO DE NUEVOS PAPELES:
En los castigos que Dios dio a Adán y Eva, él no dio nuevos papeles o funciones, sino que simplemente el pecado dio lugar al dolor y la distorsión en las funciones que ya tenían. Es decir, Adán tendría la responsabilidad primaria de labrar la tierra y cultivar las cosechas, pero la tierra le daría «cardos y espinos» y con el sudor de su frente comería pan (Gn 3: 18, 19). Asimismo, Eva tendría todavía la responsabilidad de concebir hijos, pero sería un proceso doloroso: «Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz tus hijos con dolor» (Gn 3: 16).
Como resultado del pecado aparece también el conflicto y el dolor en las relaciones entre Adán y Eva que antes había sido armoniosa. Dios dijo a Eva: «Desearás a tu marido, y él te dominará» (Gn 3: 16). Susan Foh ha argumentado muy bien que esta palabra «desearás» (hebreo, teshuqah) significa (desear para conquistan), y que indica que Eva tenía el deseo ilegítimo de usurpar la autoridad de su esposo.
Si esta explicación de la palabra «desearás» es correcta, como parece serlo, estaría entonces indicando que Dios estaba introduciendo conflicto en las relaciones entre Adán y Eva y el deseo de parte de Eva de rebelarse contra la autoridad de Adán.
En lo concerniente a Adán, Dios le dijo a Eva: «Él te dominará» (Gn 3: 16). Aquí la palabra «dominará» (hebreo, mashal) es un término fuerte que se usa generalmente para hablar del gobierno monárquico, no de la autoridad dentro de la familia.
La palabra no implica ciertamente ninguna «participación» en el gobierno de los gobernados, sino más bien contiene los matices del uso de la autoridad dictatorial, absoluta e indiferente, más bien que un gobierno considerado y cuidadoso. Sugiere dureza más que amabilidad.
El sentido aquí es que Adán usaría mal su autoridad al gobernar con severidad sobre su esposa, creando así dolor y conflicto en una relación que antes había sido armoniosa. No es que Adán no tuviera autoridad antes de la Caída, sino que la usó mal después de la Caída.
De manera que en ambos casos, la maldición trajo una distorsión del liderazgo humilde y considerado de Adán y de la sumisión inteligente y de buena voluntad de parte de Eva a ese liderazgo que existió antes de la Caída.
NOTA: Foh indica que esta misma palabra hebrea aparece en una declaración bastante paralela unos pocos versículos después, cuando Dios le dice a Cain: «El pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él, (Gn. 4: 7, RVR 1960). El paralelismo en el texto hebreo entre estos dos versículos es bastante notable: seis palabras (contando conjunciones y preposiciones) son exactamente las mismas, y en el mismo orden.
Otros cuatro nombres y pronombres están en la misma posición y tienen la misma función en la frase, pero difieren solo porque las partes involucradas son diferentes. Pero en esa frase el «deseo» que el pecado tiene por Caín es sin duda un deseo por vencerlo y conquistarlo, como es evidente por la imagen del animal que acecha a la puerta esperando que salga.
El único otro ejemplo de esta palabra hebrea lo encontramos en Cantar de los Cantares 7: 10, donde su significado no es claro, pero donde el sentido de «deseo de tener dominio sobre es posible (note la progresión en el Cantares 2: 16; 6: 3; 7: 10).
No he podido encontrar ningún otro caso de esa palabra en la literatura hebrea antigua, aunque Foh si señala hacia ciertos paralelismos en lenguajes semíticos relacionados para apoyar su argumento. (Es improbable que la palabra signifique «deseo sexual», porque eso no empezó con la caída, y no sería parte de la maldición de Dios.)
21Vea Dt 15:6, «Dominarás a muchas naciones, pero ninguna te dominará a ti»; Pr 22: 7, «Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de sus acreedores»;Jue 14: 4; 15: 11 (de los filisteos dominando a Israel); también Gn 37: 8; Pr 12: 24.
I. LA REDENCIÓN EN CRISTO REAFIRMA EL ORDEN DE LA CREACIÓN:
Si es correcto el argumento anterior acerca de la distorsión de las funciones que apareció con la Caída, lo que esperaríamos encontrar en el Nuevo Testamento es la anulación de los aspectos dolorosos de las relaciones que resultaron del pecado y de la maldición.
Esperaríamos que la redención en Cristo animara a las esposas a no rebelarse contra la autoridad de los esposos y animaría a los esposos a no usar su autoridad de manera impropia. En realidad eso es lo que encontramos: «Esposas, sométanse a sus esposos, como conviene en el Señor.
Esposos, amen a sus esposas y no sean duros con ellas» (Col 3: 18-19; cf. Ef. 5: 22-33; Tit 2: 5; 1ª P 3:1-7). Si hubiera sido una pauta pecaminosa el que las esposas se sometieran a sus esposos, Pedro y Pablo no hubieran mandado que esto se mantuviera en el matrimonio cristiano. Ellos no dicen, por ejemplo «Procura que los cardos y espinos crezcan en tu huerto», o «Haz el dar a luz lo más doloroso que puedas», o «Manténganse alienado de Dios, aléjense de la comunión con él».
La redención de Cristo tiene el propósito de eliminar los resultados del pecado y de la Caída en todos los sentidos: «El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo» (1ª Jn 3: 8).
Los mandamientos del Nuevo Testamento relacionados con el matrimonio no perpetúan ningún elemento de la maldición ni ninguna pauta de comportamiento pecaminoso; más bien reafirman el orden y la distinción de los papeles que existieron desde el principio de la buena creación de Dios.
En términos de aplicación práctica, al ir creciendo en madurez en Cristo, creceremos en el deleite y en el regocijo de las diferencias sabiamente ordenadas y establecidas por Dios para las funciones dentro de la familia humana, Cuando entendemos esta enseñanza bíblica, los hombres y las mujeres debieran ser capaces de decir en sus corazones: «Esto es lo que Dios ha planeado y es bello y correcto, y me regocijo en la manera en que me ha creado y el singular papel que me ha dado».
Hay belleza, dignidad y rectitud eternas en esta diferenciación de papeles tanto dentro de la trinidad como dentro de la familia humana. Sin ningún sentido de «mejor» o «peor», y sin sentido de «más importante» o «menos importante», los hombres y las mujeres debieran ser capaces de regocijarse plenamente en la manera en que Dios los creó.
3. EFESIOS 5:21-23 Y LA PREGUNTA DE LA SUMISIÓN MUTUA.
En Efesios 5 Leemos: Esposas, Sométanse A Sus Propios Esposos Como Al Señor. Porque El Esposo Es Cabeza De La Esposa, Así Como Cristo Es Cabeza Y Salvador De La Iglesia, La Cual Es Su Cuerpo. Así Como La Iglesia Se Somete A Cristo, También Las Esposas Deben Someterse A Sus Esposos En Todo (Ef 5: 22-24).
Aunque en la superficie esto parecería confirmar lo que hemos estado argumentando arriba sobre el orden de la creación para el matrimonio, en años recientes ha habido algo de debate sobre el significado del verbo «someterse» (griego, hypotassio) en este pasaje.
Algunas personas han entendido que significa «ser atentos y considerados; actuar con amor [uno con el otro]». Si se entiende en este sentido, entonces el texto no está enseñando que la esposa tenga una responsabilidad única en someterse a la autoridad de su esposo, porque tanto el marido como la mujer necesitan ser considerados y amorosos el uno con el otro, y porque conforme a esta interpretación la sumisión a una autoridad no aparece en este pasaje.
Sin embargo, este no es un significado legítimo del término jupotásso, el cual siempre implica una relación de sumisión a una autoridad. Se usa en otras partes del Nuevo Testamento para hablar de la sujeción de Jesús a la autoridad de sus padres (Lc 2: 51); de los demonios que se someten a los discípulos (Lc 10: 17, claramente el significado de «actuar en amor, ser considerados» no encaja aquí); de los ciudadanos que se sujetan a las autoridades gobernantes (Ro 13: 1, 5; Tit 3: 1; 1ª P 2: 13); del universo sujeto a Cristo (1ª Co 15: 27; Ef. 1: 22); de los poderes espirituales invisibles que se sujetan a Cristo (1ª P 3: 22); de Cristo que se sujeta a Dios el Padre (1ª Ca 15: 28); de los miembros de la iglesia que se someten a los líderes de la iglesia (1ª Co 16: 15-16 [vea 1 Clem. 42: 4]; 1ª P 5: 5); de las esposas que se sujetan a sus esposos (Col 3: 18; Tit 2: 5; 1ª P 3: 5;  Ef. 5: 22, 24); de la iglesia que se sujeta a Cristo (Ef. 5: 24); de los siervos que se someten a sus amos (Tit 2:9; 1ª P 2: 18); de los cristianos que se sujetan a Dios (Heb 12: 9; Stg 4: 7).
Ninguna de estas relaciones se revierte; es decir, nunca se les dice a los esposos que se sujeten (jupotásso) a sus esposas, ni los gobernantes a los, ciudadanos, ni los amos a los siervos, ni los discípulos a los demonios. De hecho, el término se usa fuera del Nuevo Testamento para describir la sumisión y obediencia de los soldados en un ejército a los que son de rango superior.
El argumento primario que se ha usado a favor de tomar el «sométanse» en el sentido de «sea considerado con» es el uso que tiene jupotásso en Efesios 5: 21. Allí Pablo les dice a los cristianos: «Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo».
Varios escritores han argumentado que esto quiere decir que cada cristiano debiera someterse a los otros cristianos, y que los esposos debieran someterse el uno al otro. La frase «mutua sumisión» se ha usado con frecuencia para describir esta clase de relación, y ha sido entendida para implicar que no hay una clase excepcional de sumisión que la mujer le deba a su marido.
Sin embargo, el siguiente contexto define lo que Pablo quiere decir por «sométanse unos a otros» en Efesios 5: 21: Quiere decir «sométanse a los que en la iglesia que están en posición de autoridad sobre ustedes». Esto queda explicado por lo que sigue:
Las esposas tienen que sujetarse a sus esposos (Ef. 5: 22-24), pero nunca se les dice a los esposos que se sujeten a sus esposas. De hecho, Pablo les dice a las esposas que se sujeten a «sus propios esposos» (Ef. 5: 22), ¡no a todos en la iglesia ni a todos los esposos!.
Los hijos tienen que sujetarse a sus padres (obedezcan), Ef. 6: 1-3), pero no se dice que los padres se sujeten u obedezcan a sus hijos. Los siervos tienen que sujetarse (obedecer) a sus amos, pero no los amos a los siervos." Por tanto, el concepto de la mutua sumisión (en el sentido de que todos debieran someterse a todos) no es lo que se afirma en Efesios 5: 21-26. Del mismo modo, en Colosenses 3: 18-19 Pablo dice: «Esposas, sométanse a sus esposos, como conviene en el Señor.
Esposos, amen a sus esposas y no sean duros con ellas» (vea también Tito 2:4-5; 1 Pedro 3:1-7).

D. UNA NOTA SOBRE APLICACIÓN AL MATRIMONIO

Si nuestro análisis es correcto, hay algunas aplicaciones prácticas, particularmente dentro del matrimonio, y también en cuanto a las relaciones entre hombres y mujeres en general.
Cuando los esposos empiezan a actuar en una forma egoísta, dura, dominante, e incluso abusiva, debieran darse cuenta que eso es el resultado del pecado, un resultado de la Caída, y que es destructivo y contrario a los propósitos de Dios.
Actuar de esa manera causará aun más destrucción en sus vidas, especialmente en sus matrimonios. Los esposos deben cumplir con el mandamiento del Nuevo Testamento de amar a sus esposas, honrarlas, ser considerados con ellas y ponerlas las primeras en sus intereses.
Asimismo, cuando las esposas se muestran rebeldes y resentidas por la posición de liderazgo de sus esposos en la familia, o cuando compiten con ellos por el liderazgo en la familia, debieran darse cuenta que eso es el resultado del pecado, una consecuencia de la Caída. No debieran actuar de esa manera, porque el hacerlo así traerá también consecuencias destructivas para sus matrimonios. Una esposa que desea actuar en concordancia con el propósito de Dios debiera más bien ser sumisa a su esposo y estar de acuerdo en que él es el líder de su hogar y regocijarse en ello.
NOTA: Traducción literal del autor del griego idios, «a su propio marido).
El malentendido en cuanto a este versículo ha surgido por medio de la suposición de que la expresión (unos a otros) (allelous) debe ser completamente recíproco (es decir, «de todos a todos). No obstante, hay muchos casos en los que no tiene ese sentido, sino que más bien significa «algunos a otros), por ejemplo en Ap 6: 4, y hacer que sus habitantes se mataran unos a otros que significa (algunos matarán a otros); en Gá 6: 2, «ayúdense unos a otros a llevar sus cargas» que no significa que «todos debieran intercambiar sus cargas unos con otros) sino ) algunos que son más capaces debieran llevar las cargas de otros que son menos capaces); 1ª Co 11: 33, (cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros) que significa que (los que ya están listos esperen a los que todavía no lo están); etc. (cp. Lc 2: 15; 21: 1; 24: 32).
Del mismo modo, tanto e! contexto siguiente como e! significado de hypotasso requieren que en Efesios 5: 21 signifique: «Los que están bajo autoridad debieran someterse a otros entre ustedes que tienen autoridad sobre ellos) (En cuanto a la objeción de que la sumisión en el matrimonio es como la sumisión a la esclavitud, están ambos equivocados, vea capítulo 47, p. 992.)
Por supuesto, todos los cristianos debieran amarse unos a otros y ser considerados unos con otros. Si eso es lo que se quiere decir por (mutua sumisión) entonces no debiera haber objeción a ello, aunque esa idea no se enseña en Efesios 5: 21, sino en otras partes de las Escrituras, usando otras palabras diferentes a hypotasso. Pero generalmente la frase «mutua sumisión» se usa con un sentido diferente a ese, un sentido que destruye la singular autoridad de! esposo en e! matrimonio.
Vea las consideraciones sobre lo que significa sumisión y lo que quiere decir, en la obra de W. Grudem, «WiveS Like Sarah, and the Husbands Who Honor Them: 1a Peter 3: 1-7), en Recovering Biblical Manhood and Womanhood: A Response to Evangelical Feminism, pp. 194-205.
Una vez que hemos dicho eso, debemos damos cuenta de que hay otras dos, casi opuestas, distorsiones del modelo bíblico que pueden ocurrir. Si la tiranía de parte del esposo y la usurpación de autoridad por la esposa son errores de agresividad, hay otros dos errores, errores de pasividad o pereza. Para un esposo, el otro extremo de ser un «tirano» dominante es ser completamente pasivo y no tomar la iniciativa en la familia, que en términos castizos es ser un «pelele».
En esta distorsión de modelo bíblico, el esposo llega a ser tan «considerado» con la esposa que le permite que tome todas las decisiones e incluso está de acuerdo cuando ella le insta a que haga lo que es malo (note este comportamiento en Adán, Acab y Salomón entre otros). Con frecuencia un esposo así se muestra progresivamente ausente (ya sea fisica o emocionalmente) del hogar y ocupa su tiempo casi exclusivamente en otras preocupaciones.
El error correspondiente de parte de la esposa, lo opuesto a intentar dominar o usurpar la autoridad del esposo, es convertirse en una persona completamente pasiva, sin contribuir para nada al proceso de toma de decisiones en la familia, y carecer de disposición para decir palabras de corrección a su esposo, aun cuando esté equivocado. La sumisión a la autoridad no significa ser enteramente pasivo y estar de acuerdo con todo lo que la persona en autoridad dice o propone.
Esa no es por supuesto la manera en que nos sometemos a la autoridad de un empresario o funcionarios del gobierno (podemos ciertamente diferir de nuestro gobierno y todavía estar sometidos a él), o a la autoridad de los oficiales de una iglesia (podemos ser sumisos a ellos aunque estemos en desacuerdo con algunas de sus decisiones).
Una esposa puede ciertamente estar sujeta a la autoridad de su esposo y todavía participar completamente en el proceso de toma de decisiones de la familia.
Los esposos, por tanto, debieran practicar un liderazgo amoroso, considerado y atento en sus familias. Las esposas debieran tratar de tener una sumisión activa, inteligente y gozosa a la autoridad de sus esposos. Al evitar ambas clases de errores y seguir el modelo bíblico, los esposos y las esposas descubrirán lo que de verdad significa ser hombre y ser mujer en su noble dignidad y su gozosa complementariedad, como Dios lo creó para que fueran, y de esa manera reflejar completamente la imagen de Dios en sus vidas.
PREGUNTAS DE APLICACIÓN PERSONAL
1. Si se le pidiera que fuera sincero en cuanto a sus sentimientos, ¿piensa usted que es mejor ser hombre o ser mujer? ¿Se siente feliz con el sexo que Dios le ha dado o preferiría más ser del sexo opuesto? ¿Cómo piensa que Dios quiere que usted se sienta acerca de esa cuestión?
2. ¿Puede decir con sinceridad que piensa que los miembros del sexo opuesto son igualmente valiosos a los ojos de Dios?
3. Antes de leer este capítulo, ¿había pensando que las relaciones en la familia reflejaban algo de las relaciones entre los miembros de la Trinidad? ¿Cree usted que esa es una forma útil de ver la familia? ¿Cómo le hace eso sentirse acerca de sus propias relaciones? ¿Hay maneras en las que podría reflejar de forma más completa el carácter de Dios en su familia?
4. ¿Cómo se compara la enseñanza en este capítulo sobre las diferencias en los papeles de hombres y mujeres con algunas de las actitudes que se ven en la sociedad de hoy? Si hay diferencia entre mucho de lo que la sociedad enseña y lo que las Escrituras enseñan, ¿piensa usted que habrá momentos cuando resultará dificil seguir las Escrituras? ¿Qué podría hacer su iglesia para ayudarle en esas situaciones?
5. Aparte de las cuestiones de matrimonios o de relaciones románticas, ¿piensa usted que Dios quiere que disfrutemos de momentos de compañerismo con grupos mixtos de otros hombres y mujeres cristianos? ¿Por qué cree usted que Dios puso en nuestro corazón el deseo de disfrutar de ese compañerismo? ¿Refleja eso algo de la pluralidad de personas en la Trinidad, junto con la unidad de Dios? ¿Le ayuda esto a entender cuán importante es que las personas solteras sean incluidas en las actividades de la iglesia? ¿Piensa usted que en el pasado algunos grupos religiosos han tendido a descuidar la importancia de esto o incluso prohibir equivocadamente esos grupos mixtos entre los cristianos? Sin embargo, ¿cuáles son los peligros de los que debiéramos protegemos en esas situaciones?
6. Si usted es un esposo, ¿se siente contento con el papel que Dios le ha dado en su matrimonio? Si usted es una esposa, ¿se siente contenta con la función que Dios le ha dado en su matrimonio?
TÉRMINOS ESPECIALES
Diferencia en funciones, igualdad en personalidad, primogenitura, sumisión mutua
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

Colosenses 3:1 8-19: Esposas, Sométanse A Sus Esposos, Como Conviene En El Señor. Esposos, Amen A Sus Esposas Y No Sean Duros Con Ellas.