LA DOCTRINA DE LOS ÁNGELES EN LA HISTORIA
Desde los meros principios de la era cristiana se
encuentran evidencias claras de la creencia en la existencia de los ángeles.
Unos eran reconocidos como buenos y otros como malos.
Los primeros eran tenidos en alta estima como seres
personales de un orden elevado; dotado de libertad moral; empleados en el
gozoso servicio de Dios y ocupados por El para ministrar al bienestar de los
hombres. Según algunos de los primitivos Padres de la Iglesia tenían cuerpos
delicadamente etéreos. La convicción general era que los ángeles fueron creados
buenos; pero que algunos abusaron de su libertad y cayeron apartándose de Dios.
Satanás, que originalmente fue un ángel de rango eminente,
era considerado como el jefe de ellos. La causa de su caída fue el orgullo y la
pecaminosa ambición; en tanto que la caída de sus subordinados se atribuía a la
lujuria con que se sintieron atraídos por las hijas de los hombres.
Este concepto se fundaba en la interpretación que
comúnmente se daba entonces a Gen 6: 2. Al lado de la idea general de que los
ángeles buenos ministraban a las necesidades y al bienestar de los creyentes,
algunos acariciaban la noción específica de que los ángeles servían como
guardianes para personas e iglesias individuales. Las calamidades de varias
clases, como enfermedades, accidentes y pérdidas, se atribuían frecuentemente a
la perniciosa influencia de los malos espíritus. La idea de una jerarquía
angélica ya había hecho su aparición (Demente de Alejandría), pero no se
consideraba correcto adorar a ninguno de los ángeles.
A medida que el tiempo pasaba seguía considerándose a los
ángeles como espíritus bienaventurados, superiores a los hombres en
conocimiento, y libres de los impedimentos de los toscos cuerpos materiales.
Aunque algunos todavía les atribuían finos cuerpos etéreos se hacía cada vez
más grande la incertidumbre acerca de que poseyeran tales cuerpos. Aquellos que
todavía se aferraban a la idea de que fueran corpóreos, lo hacían, según
parece, para sostener la verdad de que los ángeles estaban sujetos a
limitaciones espaciales. Dionisio el Areopagita dividía los ángeles en tres
clases:
La primera consistía de Tronos, Querubines y Serafines:
La segunda de Poderes, Dominios y Potestades; y la:
Tercera, de Principados, Arcángeles y ángeles:
La primera clase se representaba gozando de la más
estrecha comunicación con Dios;
La segunda, como iluminada por la primera; y la:
Tercera como iluminada por la segunda.
Esta clasificación fue adoptada por varios escritores
posteriores. Agustín insistía en el hecho de que los ángeles buenos habían sido
recompensados por su obediencia, con el don de la perseverancia, la cual
llevaba consigo la seguridad de que jamás caerían. El orgullo todavía se
consideraba como la causa de la caída de Satanás ; pero la idea de que el resto
de los ángeles cayó como resultado de su lujuria por las hijas de los hombres,
aunque todavía era sostenida por algunos, iba desapareciendo, gradualmente,
bajo la influencia de una mejor exégesis de Gen 6: 2.
Una influencia benéfica se atribuía a los ángeles que no
habían caído, mientras que a los caídos se les consideraba como corruptores de
los corazones humanos, que los estimulaban a la herejía y que engendraban
dolencias y calamidades. Las tendencias politeístas de muchos de los convertidos
al cristianismo fomentaron-la inclinación de adorar a los ángeles. Tal
adoración fue formalmente condenada por un concilio que se reunió en Laodicea
en el siglo IV.
Durante la Edad Media quedaban todavía algunos que se
inclinaban a aceptar que los ángeles tenían cuerpos etéreos; pero la opinión
predominante los consideraba incorpóreos.
Las apariciones angélicas se explicaban dando por hecho
que en tales casos los ángeles adoptaban formas corporales, temporalmente, para
entregar las revelaciones que se les encomendaban. Entre los escolásticos se
presentó una variedad de puntos para debate. En cuanto al tiempo de la creación
de los ángeles la opinión dominante era que fueron creados al mismo tiempo que
el universo material. En tanto que algunos sostenían que los ángeles fueron
creados en estado de gracia, la opinión más común era que habían sido creados
en un estado de perfección natural.
Había muy poca diferencia de opinión en cuanto a la
pregunta de que si se puede decir que los ángeles ocupan un lugar en el
espacio. La respuesta que se acostumbra dar a esta pregunta era afirmativa,
aunque se indicaba que su presencia en el espacio no es circunscriptiva sino
definitiva, puesto que solamente los cuerpos pueden estar en el espacio
circunscriptivamente. Mientras todos los escolásticos convenían en que el
conocimiento de los ángeles es limitado, los tomistas y los escotistas diferían
considerablemente respecto a la naturaleza de este conocimiento.
Todos admitían que los ángeles recibían conocimiento
infuso al tiempo de su creación; pero Tomás de Aquino negaba, y Duns Escoto
afirmaba que los ángeles bien podrían adquirir nuevos conocimientos por medio
de su propia actividad intelectual. El primero sostenía que el conocimiento de
los ángeles es puramente intuitivo; pero el último aseguraba que también podía
ser discursivo. La existencia de los ángeles de la guarda encontró muy grande
aceptación durante la Edad Media.
El período de la Reforma no trajo nada nuevo respecto a la
doctrina de los ángeles. Tanto Lutero como Calvino tuvieron un vívido concepto
de su ministerio y particularmente de la presencia y poder de Satanás. Calvino
afirmaba el hecho de que Satán está bajo el control divino y que aunque algunas
veces es el instrumento de Dios, sólo puede trabajar dentro de límites
prescritos.
Generalmente, los teólogos protestantes consideraban a los
ángeles como seres espirituales puros, aunque Zanchius y Grotius se refieren
todavía a ellos considerándolos con sus cuerpos etéreos. En cuanto al trabajo
de los ángeles buenos la opinión general era que su tarea especial es servir a
los herederos de la salvación. No había, sin embargo, un acuerdo general
respecto a la existencia de los ángeles guardianes.
Algunos apoyaban este concepto; otros se oponían a él, y
todavía otros rehusaban pronunciarse en favor o en contra. Nuestra confesión
Belga dice en su artículo XII, que trata de la creación: "Dios también
creó a los ángeles buenos para que fueran sus mensajeros y sirvieran a sus
elegidos; algunos de estos ángeles buenos cayeron de su excelencia en la que
Dios los creó yendo a la eterna perdición; y los otros, por la gracia de Dios,
han permanecido firmes y continúan en su primitivo estado.
Los demonios y los malos espíritus son tan depravados que
se han hecho enemigos de Dios y de toda cosa buena y lo son con toda la fuerza
de su poder, como asesinos que conspiran para ruina de la Iglesia y de cada uno
de sus miembros, para que por medio de sus malvados estratagemas la destruyan
del todo; y por tanto debido a su propia iniquidad están condenados a eterna
perdición, y diariamente esperan sus horribles tormentos".
Hasta el tiempo presente el católico romano, generalmente,
consideran a los ángeles como espíritus puros en tanto que algunos
protestantes, como Emmons, Ebrard, Kurtz, Delitzsch, y otros, aun les adjudican
cierta clase especial de cuerpos. Pero todavía la gran mayoría de protestantes
adoptan la opinión contraria, Swedemborg sostiene que los ángeles fueron
originalmente hombres y que existen en forma corporal. La posición que ocupan
en el mundo angelical depende de su vida en este mundo. Los racionalistas del
siglo XVIII negaban audazmente la existencia de los ángeles y explicaban lo que
la Biblia enseña acerca de ellos como una forma de adaptación. Algunos teólogos
modernos y anchos consideran digna de conservar la idea fundamental expresada
en la doctrina de los ángeles.
Encuentran en ella una representación simbólica del
cuidado protector y de la ayuda de Dios.
LA EXISTENCIA DE LOS ÁNGELES
Todas las religiones, reconocen la existencia de un mundo
espiritual. Sus mitologías hablan de dioses, semidioses, espíritus, demonios,
genios, héroes, etc. Entre los persas, especialmente, fue donde la doctrina de
los ángeles se desarrolló y muchos eruditos críticos aseguran que los judíos
derivaron su angelología, de los persas; pero esta teoría no está probada, y
para decir lo menos posible acerca de ella, es muy dudosa. No puede ciertamente
armonizarse con la palabra de Dios, en la que los ángeles aparecen desde el
mero principio.
Además, algunos grandes eruditos que han estudiado el
asunto en forma especial, llegaron a la conclusión de que la angelología persa
se derivó de la que estaba en boga entre los hebreos. La Iglesia cristiana
siempre ha creído en la existencia de los ángeles; pero en la moderna teología
ancha esta creencia ha sido desechada, aunque todavía considera la teoría
angélica como útil, puesto que imprime sobre nosotros "el poder viviente de
Dios en la historia de la redención, su providencia especialísima para su
pueblo y especialmente para los `pequeños'.
Aunque hombres de la talla de Lebnitz, Wolff, Kant y
Schleiermacher, admitieron la posibilidad de la existencia de un mundo
angelical, y algunos de ellos hasta trataron de probarlo mediante argumentación
racional, es del todo evidente que la filosofía no puede probar ni desaprobar
la existencia de los ángeles. Por lo mismo, dejándola, nos volvemos a la
Escritura, la cual no hace un intento deliberado de probar la existencia de les
ángeles, sino que la a mite por completo, y en sus libros históricos
repetidamente nos presenta a los ángeles en acción. Ninguno de los que se
inclinan ante la autoridad de la palabra de Dios puede dudar de la existencia
de los ángeles.
LA NATURALEZA DE LOS ÁNGELES
Bajo Este Título Hay Varios Puntos
Que Considerar.
A DIFERENCIA DE DIOS, LOS
ÁNGELES SON SERES CREADOS.
La creación de los ángeles ha sido negada en algunas
ocasiones. Pero está claramente enseriada en las Escrituras. No es cierto que
aquellos pasajes que hablan de la creación del ejército del cielo (Gen 2: 1;
Sal 33: 6; Neh. 9: 6) se refieran a la creación de los ángeles más bien que a
la creación del ejército de estrellas; pero el Sal 148: 7, 5, y Col. 1: 16 sí
hablan claramente de la creación de los ángeles (compárese I Reyes 22:19; Sal
103:20, 21).
El tiempo de su creación no puede fijarse con exactitud.
La opinión de algunos basada en Job 38: 7 de que fueron creados antes de todas
las demás cosas, realmente no encuentra apoyo en la Escritura. Hasta donde
sabemos, ninguna obra creativa precedió a la creación de los cielos y de la
tierra.
El pasaje de Job 38: 7 enseña, realmente, en forma poética
que los ángeles estuvieron presentes en la fundación del mundo, así como
también las estrellas ; pero no que ellos existieron antes de la primitiva
creación de los cielos y de la tierra. La idea de que la creación de los cielos
se hizo totalmente en el primer día y que la creación de los ángeles fue
simplemente una parte del trabajo de ese día, es también una hipótesis sin
base, aunque el hecho de que la declaración de Gen 1: 2 se aplica nada más a la
tierra parecería favorecerla.
Posiblemente la creación de los cielos no se completó en
un solo momento como tampoco la de la tierra. La única afirmación segura parece
ser la de que fueron creados antes del séptimo día. Esto es, cuando menos, lo
que se deduce de pasajes como Gen 2: 1; Ex 20: 11; Job 38: 7; Neh. 9: 4.
SON SERES ESPIRITUALES E
INCORPÓREOS
Esto ha sido siempre disputado. Los judíos y muchos de los
primitivos padres de la Iglesia les adjudicaron cuerpos aéreos o de fuego; pero
la Iglesia de la Edad Media llegó a la conclusión de que son seres espirituales
puros. Sin embargo, aun después de eso, algunos teólogos católico romanos, y
hasta luteranos y reformados les atribuyeron cierta corporeidad, más sutil y
pura. Consideraron la idea de una naturaleza puramente espiritual e incorpórea
como metafísicamente inconcebible y también como incompatible con la concepción
de una criatura.
También apelaron al hecho de que los ángeles están sujetos
a limitaciones espaciales, se mueven de un lugar a otro, y algunas veces fueron
vistos por los hombres. Pero todos estos argumentos están más que
contrabalanceados por las afirmaciones explícitas de la Escritura en el sentido
de que los ángeles son pneúmata. (Espíritus) Mat. 8: 16; 12: 45; Luc. 7: 21; 8:
2; 11: 26; Hech. 19: 12; Ef. 6: 12; Heb. 1: 14.
No tienen carne ni hueso, Luc. 24: 39, no se casan, Mat.
22: 30, pueden estar presentes en gran número dentro de un espacio muy limitado
Luc. 8: 30, y son invisibles, Col. 1:16.
Pasajes como Sal 104: 4 (compárese Heb. 1: 7); Mat. 22:
30; y I Cor. 11: 10, no prueban la corporeidad de los ángeles. Tampoco se
prueba por las descripciones simbólicas de ángeles en la profecía de Ezequiel y
en el libro de Apocalipsis, ni por sus apariciones en formas corporales, aunque
es difícil decir si los cuerpos que tomaron en ciertas ocasiones fueron reales
o solamente aparentes.
Es claro, sin embargo, que son criaturas, y por tanto
finitas y limitadas, aunque guarden una relación más libre, en cuanto al tiempo
y el espacio, que los hombres. No podemos adjudicarles un ubi repletivum, ni un
ubi circuscriptivum, sino solamente un ubi definitivum. No pueden estar
simultáneamente en dos o más lugares.
SON SERES RACIONALES,
MORALES E INMORTALES
Esto significa que son seres personales, dotados de
inteligencia y voluntad. El hecho de que son seres inteligentes se deduciría de
inmediato del hecho de que son espíritus. Pero también está enseñado
explícitamente en la Escritura, II Sam. 14: 20; Mat. 24: 36; Ef. 3: 10; I Pedro
1: 12, II Pedro 2: 11. Aunque no son omniscientes, son superiores a los hombres
en conocimiento Mat. 24: 36. Además poseen naturaleza moral y, por tanto, se
encuentran bajo obligación moral; son recompensados por la obediencia y
castigados por la desobediencia.
La Biblia habla de los ángeles que permanecieron leales
como "ángeles santos", Mat. 25: 31; Marc. 8: 38; Luc. 9: 26; Hech.
10: 22; Apoc. 14: 10, y describe a los que cayeron, como mentirosos y
pecadores, Jn. 8: 44, I Jn. 3: 8-10. Los ángeles buenos también son inmortales
en el sentido de que no están sujetos a la muerte. Refiriéndose a esto se dice
que los santos en el cielo son como ellos, Luc. 20: 35, 36.
Además de todo esto, se les adjudica gran poder, forman el
ejército de Dios, un ejército de héroes poderosos, siempre listos para ejecutar
las órdenes del Señor, Sal 103: 20; Col. 1: 16; Ef. 1: 21; 3: 10; Heb. 1: 14; y
los ángeles malos forman el ejército de Satanás inclinados a destruir el
trabajo del Señor, Luc. 11: 21; II Tes. 2: 9; I Pedro 5: 8.
SON
PARCIALMENTE BUENOS Y PARCIALMENTE MALOS
La Biblia proporciona muy poca información respecto al
estado original de los ángeles.
Leemos, sin embargo, que al terminar Dios su trabajo
creativo, vio todo lo que había hecho y He aquí que era muy bueno. Además, Jn.
8: 44; II Pedro 2: 4 y Judas 6 pre ponen una buena condición original de todos
los ángeles. Los ángeles buenos se llaman elegidos en I Tim. 5: 21. Recibieron,
evidentemente, en adición a la gracia con que todos los ángeles fueron dotados,
y que fue suficiente para hacerlos capaces de retener su posición, una gracia
especial de perseverancia por medio de la cual fueron confirmados en su
posición.
Ha habido una gran cantidad de inútiles especulaciones
acerca del tiempo y carácter de la caída de los ángeles. La teología
protestante, sin embargo, se ha satisfecho, generalmente, con el conocimiento
de que los ángeles buenos retuvieron su estado original, fueron confirmados en
su posición y ahora son incapaces de pecar. No solamente se les llama ángeles
santos, sino también ángeles de luz, II Cor. 11: 14. Siempre contemplan la faz
de Dios Mat. 18: 10, son nuestro ejemplo en hacer la voluntad de Dios. Mat. 6:
10, y poseen vida inmortal, Luc. 20: 36.
EL NÚMERO Y LA ORGANIZACIÓN DE LOS ÁNGELES
SU NÚMERO
La Biblia no contiene información respecto al número de
los ángeles pero indica muy claramente que constituyen un ejército poderoso.
Repetidamente se le llama el ejército del cielo, o de Dios, y este término por
sí mismo señala a un número de grande proporción. En Deut. 33: 2 leemos que
"Jehová vino de Sinaí de entre diez millares de santos", y en el Sal
68: 17 el poeta canta, "Los carros de Dios se cuentan por veintenas de
millares de millones; el Señor viene del Sinaí a su santuario".
En respuesta a la pregunta de Jesús dirigida a un espíritu
inmundo la respuesta fue, "me llamo legión porque somos muchos",
Marc. 5: 9, 15. La legión romana no era siempre igual sino que variaba de 3000
a 6000 soldados. En Getsemaní Jesús dijo cuando la tropa vino a tomarle
prisionero, "¿acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que El
me daría más de doce legiones de ángeles?" Mat. 26: 53 y, finalmente,
leemos en Apoc. 5: 11, "y miré y oí la voz de muchos ángeles alrededor del
trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de
millones.
Atendiendo a todos estos datos es perfectamente seguro
decir que los ángeles constituyen una compañía innumerable, un ejército
poderoso. No forman un organismo como la humanidad, porque son espíritus que no
se casan ni nace uno del otro. Su número completo fue creado en el principio;
no ha habido aumento en sus filas.
SUS ÓRDENES
Aunque los ángeles no constituyen un organismo, sin
embargo, es evidente que tienen alguna organización. Esto se colige del hecho
de que al lado del nombre general "ángel", la Biblia usa ciertos
nombres específicos para indicar diferentes clases de ángeles. El nombre
"ángel", por medio del cual, generalmente, designamos los espíritus
superiores, no es un nomen naturae en la Escritura, sino un nomen officii. La
palabra hebrea marak simplemente significa mensajero, y sirve para designar a
alguno, enviado por hombres, Job 1: 14; I Sam. 11: 3, o por Dios, Hageo 1: 13;
Mal. 2: 7; 3: 1.
El término griego aggelos también se aplica frecuentemente
a los hombres, Mat. 11: 10; Marc. 1: 2; Luc. 7: 24; 9: 51; Gál. 4: 14. No hay
en la Escritura un nombre general y distintivo para todos los Seres
espirituales. Se les llama hijos de Dios, Job 1: 6; 2: 1; Sal 29: 1; 89: 6,
espíritus, Heb. 1: 14, santos, Sal 89: 5, 7; Zac. 14:5; Dan 8: 13, vigilantes,
Dan 4: 13, 17, 24. Sin embargo, hay varios nombres específicos que indican
diferentes clases de ángeles.
1. QUERUBINES. Los querubines se mencionan repetidamente en la Escritura.
Guardan la entrada al paraíso, Gen 3: 24, contemplan el propiciatorio, Ex 25:
18; Sal 80: 1; 99: 1; Is. 37: 16; Heb. 9: 5 y sostienen el carro en el que Dios
desciende a la tierra, II Sam. 22: 11, Sal 18: 10. En Ezequiel 1 y en
Apocalipsis 4, están representados en diversas formas como seres vivientes.
Estas representaciones simbólicas sirven sencillamente para expresar su
extraordinario poder y majestad. Más que otras criaturas fueron destinados los
querubines para revelar el poder, la majestad, y la gloria de Dios, para
resguardar la majestad de Dios en el Jardín de Edén, en el tabernáculo, en el
templo y en el descenso de Dios a la tierra.
2. SERAFINES. Una
clase parecida de ángeles son los serafines que se mencionan solamente en Is.
6: 2, 6. También se les representa simbólicamente en forma humana, pero con
seis alas, dos que cubren su faz, dos que cubren sus pies y dos para ejecutar
rápidamente los mandatos del Señor. A diferencia de los querubines permanecen
alrededor del trono como siervos del Rey Celestial, cantan sus alabanzas, y
están siempre listos para ejecutar sus órdenes.
En tanto que los querubines se muestran poderosos, los
serafines deben reconocerse como los más nobles de todos los ángeles. Mientras
los primeros resguardan la santidad de Dios, los segundos sirven a los fines de
la reconciliación, y preparan a los hombres de esta manera para que se acerquen
debidamente a Dios.
3. PRINCIPADOS, PODERES, TRONOS Y DOMINIOS. Además de los dos precedentes órdenes la Biblia habla de
ciertas clases de ángeles, que ocupan puestos de autoridad en el mundo
angelical, nombrándolos como archai y exousiai (principados y poderes), Ef. 3:
10; Col. 2: 10, thronoi (tronos), Col. 1: 16, kureotetoi (Dominios), Ef, Ef. 1:
21; Col. 1: 16, y dunameis (poderes), Ef. 1: 21, I Pedro 3: 22. Estas
designaciones no indican diferentes clases de ángeles, sino simplemente
diferencias de rango o de dignidad entre ellos.
4. GABRIEL Y MIGUEL. A distinción de todos los otros ángeles a éstos dos se les
menciona por nombre. Gabriel aparece en Dan 8: 16; 9: 21; Luc. 1: 19, 26. La
gran mayoría de comentadores lo reconocen como un ángel creado pero algunos de
ellos niegan que el nombre Gabriel sea nombre propio y lo consideran como
nombre común, que significa hombre de Dios, un sinónirr o de ángel; pero esta
es una posición insostenible.
Algunos de los comentadores primitivos y otros de los más
recientes ven en Gabriel un ser increado, y algunos hasta sugieren que debe ser
la tercera persona de la Santa Trinidad, y que Miguel debe ser la segunda. Pero
una simple lectura de los pasajes mencionados muestra la imposibilidad de esta
interpretación. Gabriel puede ser uno de los siete ángeles que se dice que
permanecen delante de Dios en Apoc. 8: 2 (compárese Luc. 1: 19).
Parece que su tarea especial ha sido mediar en las
revelaciones divinas e interpretarlas. El nombre Miguel (significa literalmente
"¿quién es Dios?") ha sido interpretado como una designación de la
segunda persona de la Trinidad. Pero esto no es más sostenible que la
identificación de Gabriel con el Espíritu Santo. Miguel se menciona en Dan 10:
13, 21; Judas 9; Apoc. 12: 7. Atendiendo al hecho de que se le llama "el
arcángel" en Judas 9, y a la expresión usada en Apoc. 12: 7 parecería que
ocupa un sitio importante entre los ángeles.
Los pasajes de Daniel también señalan el hecho de que
Miguel es un príncipe entre los ángeles. Vemos en él al valiente guerrero que
libra las batallas de Jehová en contra de los enemigos de Israel y de los malos
poderes del mundo de los espíritus. No es imposible que el título
"arcángel" también se aplique a Gabriel y a otros cuantos ángeles.
EL SERVICIO DE LOS ÁNGELES.
Podemos distinguir entre el servicio ordinario. Este
consiste ante todo en alabar a Dios día y noche, Job 38: 7; Is. 6; Sal 103: 20;
148: 2; Apoc. 5: 11. La Escritura da la impresión de que hacen esto
audiblemente, como en el nacimiento de Cristo, aunque no podemos formarnos
ninguna idea del lenguaje y del canto de los ángeles. Desde la entrada del
pecado al mundo han sido enviados para servir a los que son herederos de la
salvación, Heb. 1: 14.
Se regocijan en la conversión del pecador, Luc. 15: 10;
velan sobre los creyentes, Sal 34: 7; 91: 11; protegen a los pequeñitos, Mat.
18: 10; están presentes en la Iglesia, I Cor. 11: 10; I Tim. 5: 21; aprenden de
ella las multiformes riquezas de la gracia de Dios, Ef. 3: 10; I Pedro 1: 12, y
conducen a los creyentes al seno de Abraham, Luc. 16: 22. La idea de que
algunos de ellos sirven de guardas a creyentes individuales no encuentra base
en la Escritura.
La declaración en Mat. 18: 10 es demasiado general para
probar el punto, aunque parece indicar que hay un grupo de ángeles que están
particularmente encargados del cuidado de los pequeñitos. Tampoco se prueba por
lo que dice en Hech. 12: 15, puesto que este pasaje únicamente demuestra que
hasta entre los discípulos había algunos que en aquel remoto principio creían
en ángeles guardianes.
El servicio extraordinario de los ángeles se hizo
necesario a causa de la caída del hombre y constituye uno de los elementos
importantes en la revelación especial de Dios. Con frecuencia median en las
revelaciones especiales de Dios; comunican bendiciones a su pueblo, y ejecutan
juicios sobre sus enemigos. Su actividad es más prominente en los grandes
momentos críticos de la economía de la salvación, como en los días de los
patriarcas, la época de la entrega de la ley, el período de la ley, el período
de la deportación y el de la restauración, y en el nacimiento, la resurrección
y la ascensión del Señor. Cuando se cierra el período de la revelación especial
de Dios el servicio extraordinario de los ángeles cesa, y solamente recomenzará
hasta el regreso del Señor.
LOS ÁNGELES MALOS.
SU ORIGEN
Además de los ángeles buenos también hay ángeles malos que
se deleitan en oponerse a Dios y en combatir su obra. Aunque también ellos son
criaturas de Dios, no fueron criados como ángeles malos. Dios vio todo lo que
había creado y todo ello era muy bueno, Gen 1: 31. Hay dos pasajes en la
Escritura, de los que claramente se deduce que algunos de los ángeles no
retuvieron su posición original, sino que cayeron del estado en que fueron
creados, II Pedro 2: 4; Judas 6.
El pecado especial de estos ángeles no ha sido revelado
pero generalmente se ha pensado que consistió en que se exaltaron en contra de
Dios, y aspiraron a la suprema autoridad. Si esta ambición jugó una parte
importante en la vida de Satanás y lo llevó hasta su derrumbe, eso explicaría
desde luego por qué tentó al hombre en este punto particular, y procuró
seducirlo para lograr su destrucción apelando a una posible y parecida ambición
del hombre. Algunos de los primitivos padres de la Iglesia establecían
distinción entre Satanás y los demonios subordinados a él, al explicar la causa
de su caída.
La de Satanás estuvo fundada en el orgullo; pero la de los
que integraron la más numerosa caída en el mundo angelical se fundó en la
lujuria carnal, Gen 6: 2. Esa interpretación de Gen 6: 2 fue sin embargo gradualmente
desechada durante la Edad Media. En vista de esto es muy sorprendente encontrar
que varios de los comentadores modernos están repitiendo la idea al interpretar
II Pedro 2: 4 y Judas 6, por ejemplo, Meyer, Alford, Mayor, Wohlenberg.
Sin embargo, esta es una explicación contraria a la
naturaleza espiritual de los ángeles, y al hecho de que como se deduce de Mat.
22: 30 no hay vida sexual entre los ángeles. Además, siguiendo esta explicación
tendríamos que admitir una doble caída en el mundo angelical; primero la caída
de Satanás y después, considerablemente más tarde, la caída de la que resultó
el ejército de diablos que ahora sirven a Satanás. Parece ser mucho más
aceptable que Satanás arrastró a los otros juntamente con él en su caída.
SU JEFE
Satanás aparece en la Escritura como el jefe reconocido de
los ángeles caídos. Fue originalmente, según parece, uno de los más poderosos
príncipes del mundo angelical, y se convirtió en guía de los que se revelaron y
cayeron de la comunión con Dios. El nombre "Satanás" lo señala como
"el adversario", no principalmente del hombre, sino de Dios.
Atacó a Adán como la corona de la obra de Dios, opera
destrucción y por eso se le llama Apolión (el destructor) y asalta a Jesús
cuando éste inicia la obra de restauración. Después de la entrada del pecado en
el mundo él se hace Diablo (el acusador), porque acusa continuamente al pueblo
de Dios, Apoc. 12: 10. Se le presenta en la Escritura como el originador del
pecado, Gen 3: 1, 4; Jn. 8: 44; II Cor. 11: 3; I Jn. 3: 8; Apoc. 12: 9; 20: 2,
10, y aparece como jefe reconocido de los caídos, Mat. 25: 41; 9: 34; Ef. 2: 2.
Sigue siendo jefe de los ejércitos angelicales que
arrastró con él en su caída, y los emplea en hacer resistencia desesperada
contra Cristo y su reino. Repetidamente también se le llama "el príncipe
de este" (no, "del") mundo, Jn. 12: 31; 14: 30; 16: 11, y aun el
dios de este mundo", II Cor. 4: 4. Esto no significa que él tenga el
control del mundo puesto que Dios lo tiene, y El ha entregado toda autoridad a
Cristo; pero esto sirve para dar idea de que Satanás tiene el control de este
mundo malo, el mundo que, éticamente, está muy separado de Dios.
Esto se indica claramente en Ef. 2: 2, en donde se le
llama "el príncipe de los poderes del aire, del espíritu que obra en los
hijos de desobediencia". Es súper humano, pero no divino; tiene grande poder,
pero no es omnipotente; ejerce influencia en grande a la vez que en restringida
escala, Mat. 12: 29; Apoc. 20: 2, y está destinado a ser arrojado en el abismo.
SU ACTIVIDAD
Así como los ángeles buenos, también los ángeles malos
poseen poder sobrehumano, pero el uso que hacen con él contrasta tristemente
con el de los ángeles buenos. Mientras éstos alaban perennemente a Dios, libran
sus batallas y le sirven fielmente, los malos como poderes de las tinieblas
están inclinados a maldecir a Dios, a batallar en contra de Él y de su Ungido,
y a destruir la obra divina.
Están en constante rebelión contra Dios, tratan de cegar y
extraviar aun a los elegidos, y estimulan a los pecadores en su maldad. Pero
son espíritus perdidos y sin esperanza. Están encadenados ya al infierno y al
abismo de las tinieblas, y aunque no están todavía limitados a un lugar, sin
embargo, como dice Calvino, llevan arrastrando sus cadenas por dondequiera que
van, II Pedro 2: 4; Judas 6.