¿POR QUÉ NOS CREÓ DIOS? ¿CÓMO NOS HIZO A SU PROPIA SEMEJANZA? ¿CÓMO PODEMOS AGRADARLE EN NUESTRA VIDA DIARIA?
EXPLICACIÓN Y BASES
BÍBLICAS
En los
estudios anteriores hemos considerado la naturaleza de Dios y su creación del
universo, los seres espirituales que él creó, y sus relaciones con el mundo en
términos de hacer milagros y responder a las oraciones.
En
esta sección, nos vamos a enfocar en el pináculo de la actividad creativa de
Dios, su creación de los seres humanos, tanto varón como mujer, para que fueran
más semejantes a él que ninguna otra criatura que él había creado.
Consideraremos
primero el propósito de Dios al crear al hombre y la naturaleza del hombre como
Dios le creó para que fuera (capítulos 21-23). Entonces examinaremos la
naturaleza del pecado y la desobediencia del hombre.
Por
último, examinaremos la iniciación del plan de Dios para la salvación del
hombre y reflexionaremos sobre las relaciones del hombre con Dios en los pactos
que él ha establecido (capítulo 25).
A. EL USO DE LA PALABRA HOMBRE PARA REFERIMOS A LA RAZA HUMANA
Antes
de metemos a considerar el tema de este capítulo, es necesario que consideremos
brevemente si es apropiado usar la palabra hombre para referimos a toda la raza
humana (como aparece en el título de este capítulo).
Algunas
personas hoy objetan el uso de la palabra «hombre» para referimos a la raza
humana en general (incluyendo tanto a los hombres como a las mujeres), porque
se afirma que ese uso es insensible hacia las mujeres. Los que presentan estas
objeciones preferirían que usáramos solo expresiones neutrales tales como
«humanidad», «género humano», «seres humanos» o «personas» para referimos a la
raza humana.
Después
de considerar esta sugerencia, decidí continuar con el empleo de la palabra
«hombre» (así como también con varios otros de estos términos) para referirme a
la raza humana en este libro porque ese uso tiene justificación divina en
Génesis 5, Y porque pienso que está en juego una cuestión teológica.
En
Génesis 5: 1-2 leemos: «El día que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios los
hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán,
el día en que fueron creados» (RVR 1960, Gn 1: 27).
El
término hebreo que traducimos «hombre» es adam, que es el mismo que se usa para
hablar de Adán, y el mismo término que se emplea a veces para referirse al
hombre a fin de distinguido de la mujer (Gn 2: 22,25; 3: 12; Ec 7: 28). Por
tanto, la práctica de usar el mismo término para distinguirlo referirse:
(1) A los seres humanos varones y:
(2) A la raza humana en general; es una práctica que se originó con Dios
mismo, y eso no debiéramos encontrarlo inaceptable ni insensible.
Alguien
podría objetar que esto es un elemento accidental de la lengua hebrea, pero ese
argumento no es convincente porque Génesis 5: 2 describe específicamente la
actividad de Dios de elegir un nombre que se aplicaría a toda la raza como un
todo.
Yo no
estoy argumentando aquí que debemos siempre duplicar las formas bíblicas de
hablar, ni que sea equivocado usar a veces términos de género neutro para
referimos a toda la raza humana (como acabo yo de hacer en esta frase), sino
más bien que la actividad de Dios de poner nombre en Génesis 5: 2 indica que el
uso de «hombre» para referirse a toda la raza es una elección buena y
apropiada, y que no hay razón para evitarlo.
La
cuestión teológica es si hay alguna sugerencia de liderazgo varonil o de cabeza
de familia desde el comienzo de la creación. El hecho de que Dios no eligiera
llamar a la raza humana «mujer», sino «hombre», probablemente tiene algún
significado para la comprensión del plan original de Dios para el hombre y la
mujer:
Por
supuesto, la cuestión del nombre que usamos para referirnos a la raza no es el
único factor en esa consideración, pero es un factor, y nuestro uso del
lenguaje en este sentido tiene algún significado en la reflexión de hoy sobre
los papeles del hombre y la mujer.'
B. ¿POR QUÉ CREÓ DIOS AL HOMBRE?
1. DIOS NO NECESITABA CREAR AL HOMBRE, PERO NOS CREÓ PARA SU PROPIA
GLORIA.
En las
reflexiones sobre la independencia de Dios, notamos varios pasajes de las
Escrituras que enseñan que Dios no nos necesita a nosotros ni al resto de la
creación para nada, no obstante, nosotros y el resto de la creación le
glorificamos y le producimos gozo.
Puesto
que había amor y comunión perfectos entre los miembros de la Trinidad por toda
la eternidad Gn 17: 2, 24), Dios no nos creó porque se sintiera solo ni porque
necesitara compañerismo con otras personas. Dios no nos necesitaba a nosotros
por ninguna razón.
No
obstante, Dios nos creó para su propia gloria. En nuestro tratamiento de su
independencia notamos que Dios habla de sus hijos e hijas de todas partes de la
tierra como aquellos que él ha creado para su gloria (Is 43: 7; Ef. 1: 11-12).
Por tanto, estamos llamados a hacer todo lo que hagamos «para la gloria de
Dios» (1ª Co 10: 31).
Este
hecho garantiza que nuestra vida es significativa. Cuando nos damos cuenta que
Dios no necesitaba creamos y que no nos necesita para nada, podíamos concluir
que nuestras vidas no son importantes para nada. Pero las Escrituras nos dicen
que fuimos creados para glorificar a Dios, lo que indica que somos importantes
para Dios mismo.
Esta
es la definición suprema de la auténtica importancia o significado de nuestra
vida: Si somos de verdad importantes para Dios por toda la eternidad, ¿qué
mayor importancia o significado podríamos querer?
NOTA: Sin embargo, la cuestión de si usar «hombre»
para referirse a una persona indefinidamente, como en «Si alguien quiere ser mi
discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga» (Lc
9:23) es una situación diferente, porque el nombre de la raza humana no está
presente.
En estos casos, la consideración hacia las mujeres
así como hacia los hombres, y las pautas de lenguaje de hoy, haría muy
apropiado usar un lenguaje de género neutro, como lo han hecho siempre las
versiones de la Biblia en español. El autor se está refiriendo aquí más bien a
una situación que se da más en inglés que es español.
Esto es probablemente también reconocido por muchos
que presentan las mayores objeciones al uso del término «hombre» para referirse
a la raza humana (es decir, feministas que se oponen a que el hombre sea la
única cabeza en la familia).
2. ¿CUÁL ES NUESTRO PROPÓSITO EN LA VIDA?
El
hecho de que Dios nos creó para su gloria determina la respuesta correcta a la
pregunta: «¿Cuál es nuestro propósito en la vida?» Nuestro propósito debe ser
cumplir la razón por la que Dios no creó: Glorificarle a él.
Cuando
hablamos con respecto a Dios mismo, ese es un buen resumen de nuestro
propósito. Pero cuando pensamos en nuestros propios intereses, nos encontramos
con el feliz descubrimiento de que estamos para gozar a Dios y deleitamos en él
y en nuestra relación con él. Jesús dice: «Yo he venido para que tengan vida, y
la tengan en abundancia» Jn 10: 10). David le dice a Dios: «Me llenarás de
alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha» (Sal 16: 11). Él
anhela morar en la casa del Señor para siempre, «para contemplar la hermosura
del Señor» (Sal 27:4).
Y Asaf Exclamó: ¿A Quién Tengo En El Cielo Sino A Ti? Si Estoy Contigo
Ya Nada Quiero En La Tierra. Podrán Desfallecer Mi Cuerpo Y Mi Espíritu, Pero
Dios Fortalece Mi Corazón; Él Es Mi Herencia Eterna (Sal 73: 25-26).
La
plenitud del gozo se encuentra en el conocimiento de Dios y en deleitarse en la
excelencia de su carácter. Estar en su presencia, gozar de su compañerismo, es
una bendición más grande que cualquier cosa que podamos imaginar.
¡Cuán Hermosas Son Tus Moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo Con El Alma
Los Atrios Del Señor. Con El Corazón, Con Todo El Cuerpo, Canto Alegre Al Dios
De La Vida... Más Vale Pasar Un Día En Tus Atrios Que Mil Fuera De Ellos (Sal
84: 1-2, 10).
Por
tanto, la actitud normal del cristiano es regocijarse en el Señor yen las
lecciones de la vida que él nos da (Ro 5: 2-3; Fil 4: 4; 1ª Ts 5: 16-18; Stg
1:2; 1ª P 1: 6, 8;): Al glorificar a Dios y gozamos en él, las Escrituras nos
dicen que él se goza en nosotros. Leemos: «Como un novio que se regocija por su
novia, así tu Dios se regocijará por ti» (Is 62:5).
Y Sofonías profetiza que el Señor «se deleitará en ti con gozo, te
renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos como en los días de fiesta»
(Sof 3: 17-18).
NOTA: La primera pregunta en el Catecismo de
Westminster es «¿Cuál es el fin principal y más elevado del hombre? La
respuesta es: «El fin principal y más elevado del hombre es glorificar a Dios,
y gozarle a Él para siempre»,
Este
concepto de la doctrina de la creación del hombre tiene resultados muy
prácticos. Cuando nos damos cuenta de que Dios nos ha creado para glorificarle,
y cuando empezamos a actuar en formas que cumplen ese propósito, empezamos a
experimentar una intensidad de gozo en el Señor que nunca antes habíamos
conocido.
Cuando
le añadimos el concepto de que Dios mismo se regocija en nuestro compañerismo
con él, nuestra alegría se convierte en «un gozo indescriptible y glorioso» (1ª
P 1: 8).
Alguien
podría objetar que es erróneo que Dios busque gloria para sí mismo en la
creación del hombre. Ciertamente es erróneo para los seres humanos buscar
gloria para sí mismos, como vemos en el ejemplo impresionante de la muerte del
rey Herodes Agripa 1. Cuando este orgullosamente aceptó el clamor de la
multitud: «¡VOZ de un dios, no de hombre!» (Hch 12: 22), «al instante un ángel
del Señor lo hirió, porque no le había dado la gloria a Dios; y Herodes murió comido
de gusanos » (Hch 12: 23). Herodes murió porque le robó a Dios la gloria que
solo él se merecía y Herodes no.
Pero
cuando Dios toma la gloria para sí, ¿a quién se la está quitando? ¿Hay alguien
que la merezca más de lo que se la merece él? ¡Ciertamente no! Él es el
creador, él hizo todas las cosas, y se merece toda la gloria. Él es digno de
recibir gloria. El hombre no debe buscar gloria para sí mismo, pero en este
caso lo que está mal para el hombre está bien para Dios, porque él es el
Creador. Es bueno, no malo, que él sea glorificado. Es más, si no recibiera
gloria de parte de todas las criaturas en el universo, ¡eso sería horriblemente
malo! Los veinticuatro ancianos alrededor del trono de Dios cantan
continuamente:
Digno Eres, Señor Y Dios Nuestro, De Recibir La Gloria, La Honra Y El
Poder, Porque Tú Creaste Todas Las Cosas; Por Tu Voluntad Existen Y Fueron
Creadas. (Ap 4: 11)
Pablo
exclama: «Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A
él sea la gloria por siempre! Amén» (Ro 11: 36). Cuando empezamos a apreciar la
naturaleza de Dios como el Creador infinitamente perfecto que es digno de toda
alabanza, nuestros corazones no descansan hasta que le damos gloria con todo
nuestro «corazón, alma, mente, y fuerzas» (Mr 12: 30).
NOTA: La frase latina imago Dei significa «imagen
de Dios» y aparece a veces empleada en diálogos teológicos en lugar de la frase
en español (imagen de Dios). No la he usado en ninguna parte en este libro.
C. EL HOMBRE CREADO A LA IMAGEN DE DIOS
1. EL SIGNIFICADO DE «IMAGEN DE DIOS».
De
todas las criaturas que Dios hizo, solo una, el hombre, se dice que fue creado
«a imagen de Dios»: ¿Qué significa esto?
Podemos
usar la siguiente definición: El hecho que el hombre está formado a la imagen
de Dios quiere decir que el hombre es como Dios y representa a Dios.
Cuando
Dios dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza»
(Gn 1: 26), el sentido es que Dios planeaba hacer una criatura similar a él. La
palabra hebrea que se traduce «imagen» (tselem) y la palabra hebrea que se
traduce «semejanza» (demut) se refieren a algo que es similar, pero no idéntico
a aquello que representa o de lo que es una «imagen». La palabra imagen también
se puede usar para denotar algo que representa otra cosa.
Los
teólogos han pasado mucho tiempo intentando especificar una característica del
hombre, o unas pocas, en las que la imagen de Dios se ve principalmente.
Algunos
han pensado que la imagen de Dios consiste en la capacidad intelectual del
hombre, otros en su capacidad de tomar decisiones morales y su libre albedrío.
Otros
han pensando que la imagen de Dios se refiere a la pureza moral original del
hombre, o a su creación como hombre y mujer (vea Gn 1: 27), o a su dominio
sobre la tierra.
En
este estudio sería mejor que enfoquemos nuestra atención primariamente en los
significados de las palabras «imagen» y «semejanza». Como ya hemos visto, estos
términos tenían significados claros para los lectores originales. Cuando nos
damos cuenta de que las palabras hebreas que se traducen «imagen» o «semejanza»
simplemente le informaban a los lectores originales que el hombre era como
Dios, y que en muchas maneras representaba a Dios, mucha de la controversia
sobre el significado de «imagen de Dios» parece ser una búsqueda de un sentido
demasiado estrecho o demasiado específico.
Cuando
las Escrituras nos dicen que Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen,
conforme a nuestra semejanza» (Gn 1: 26, RVR 1960), significaría sencillamente
a los lectores originales: «Hagamos al hombre como nosotros somos y para que
nos represente».
Debido
a que «imagen» y «semejanza» tienen estos significados, las Escrituras no
necesitaban decir algo como:
El Hecho De Que El Hombre Esté Creado En La Imagen De Dios Quiere Decir
Que El Hombre Es Como Dios En Las Siguientes Formas: Habilidad Intelectual,
Pureza Moral, Naturaleza Espiritual, Dominio Sobre La Tierra, Creatividad,
Habilidad Para Tomar Decisiones Éticas E Inmortalidad [O Alguna Otra
Declaración Similar].
NOTA: La palabra imagen (tselem) significa un
objeto similar a otro y que a menudo lo representa. Se usa la palabra para
hablar de estatuas o réplicas de tumores o ratas (1ª S 6: 5, 11), de pinturas
de soldados en la pared (Ez 23: 14), y de ídolos paganos o de estatuas que representan
deidades. (Nm 33: 42; 2ª R 11018; Ez 7: 20; 16: 17).
La palabra semejanza (demut) también se refiere a
un objeto similar a otro, pero tiende a usarse más frecuentemente en contexto
donde se enfatiza más una idea de similitud que la idea de representación o
sustitución (de un dios, por ejemplo). A los modelos o dibujos del altar que el
rey Acaz vio en Damasco se le llama «semejanza» (2ª R 16: 10), así como a las
figuras de bueyes debajo del altar de bronce (2ª Cr 4:3-4), y las figuras de
capitanes babilonios pintadas en la pared (Ez 23: 15). En el Sal 58: 4 (He v.
5) se dice que el veneno de los impíos es «semejante» al veneno de una
serpiente, y aquí la idea es que son muy similares en sus características, pero
no se piensa en una representación real o sustitución.
Toda esta evidencia indica que las palabras
españolas imagen y semejanza son equivalentes muy exactos de los términos
hebreos que traducen.
Encontramos un resumen breve de varios puntos de
vista en D.J. A. Clines, «The Image ofGod in Man», TB (1968), pp. 54-61.
Millard Ericsson, Christian Theology, pp. 498-510, también nos ofrece un
resumen útil de tres perspectivas principales de la imagen de Dios en el hombre
que se han sostenido a lo largo de la historia de la iglesia:
(1) La perspectiva substantiva, que identifica
alguna cualidad particular del hombre (tales como la razón o la espiritualidad)
como que es la imagen de Dios en el hombre (Lutero, Calvino, muchos de los
primeros autores cristianos);
(2) La perspectiva relacional, que sostiene que la
imagen de Dios tiene que ver con nuestras relaciones interpersonales (Emil
Brunner; también Kart Barth, quien vio la imagen de Dios específicamente en
nuestra creación como hombre y mujer); y:
(3) La perspectiva funcional, que sostiene que la
imagen de Dios tiene que ver con la función que llevamos a cabo, por lo general
nuestro ejercicio de dominio sobre la creación (un punto de vista sociniano que
también lo sostienen algunos escritores modernos como Norman Snaith y Leonard
Verduin).
Una
explicación así es innecesaria, no solo porque los términos tenían unos
significados claros, sino también porque una lista así no podría hacer justicia
al tema:
El
texto solo necesita afirmar que el hombre es como Dios, y el resto de las
Escrituras nos aportan más detalles para explicarlo. De hecho, al leer nosotros
el resto de las Escrituras, comprendemos que el entendimiento completo de la
semejanza del hombre con Dios requeriría una comprensión completa de quién es
Dios en su ser y en sus acciones y una comprensión completa de quién es el
hombre y de lo que hace.
Cuanto
más conocemos a Dios y al hombre tantas más similitudes reconoceremos, y tanto
mejor entenderemos lo que las Escrituras quieren decir cuando afirman que el
hombre está hecho a la imagen de Dios. Esa expresión se refiere a toda forma en
la que el hombre es como Dios.
Este
concepto de lo que significa que el hombre está creado a la imagen de Dios
queda reforzado por la similitud entre Génesis 1: 26, donde Dios declara su
intención de crear al hombre a su imagen y semejanza, y Génesis 5: 3: «Cuando
Adán llegó a la edad de ciento treinta años, tuvo un hijo a su imagen [tselem]
y semejanza [demut], y lo llamó Set». Set no era idéntico a Adán, pero era como
él en muchas formas, como un hijo es como su padre.
El
texto simplemente significa que Set era como Adán. No especifica una serie de
formas en que Set era como Adán, y sería demasiado restrictivo para nosotros
afirmar que una u otra característica determinaba la manera en que Set era la
imagen y semejanza de Adán. ¿Eran sus ojos castaños? ¿O su pelo ensortijado?
¿Sería quizá su aspecto fornido y atlético, o su disposición seria, o su fuerte
temperamento?
Por
supuesto, tales especulaciones serían de poca ayuda. Es evidente que toda
manera en la cual Set era como Adán era una parte de su semejanza con Adán y
por tanto sería a la «imagen» de Adán.
Del
mismo modo, toda forma en que el hombre es como Dios es parte del hecho de ser
a la imagen y semejanza de Dios.
2. LA CAÍDA: LA IMAGEN DE DIOS QUEDA DISTORSIONADA, PERO NO SE HA PERDIDO.
Podemos
preguntamos si todavía podíamos pensar que el hombre pudo seguir siendo como
Dios después de haber pecado. La pregunta se responde bastante pronto en
Génesis cuando Dios le da a Noé la autoridad de establecer la pena de muerte
por el delito de matar a otros seres humanos después del diluvio: Dios dijo:
«Si alguien derrama la sangre de un ser humano, otro ser humano derramará la
suya, porque el ser humano ha sido creado a la imagen de Dios mismo» (Gn 9: 6).
Aunque
los hombres son pecaminosos, hay todavía suficiente semejanza a Dios en ellos
para que matar a otra persona (derramar sangre» es la expresión en el Antiguo
Testamento que quiere decir destruir la vida humana) sea atacar la parte de la
creación de Dios que más se asemeja a Dios, e indica un intento o deseo (si
fuéramos capaces de ello) de atacar a Dios mismo! El hombre todavía es a la
imagen de Dios.
El
Nuevo Testamento nos lo confirma cuando Santiago 3: 9 dice que las personas en
general, no solo los creyentes, están «creadas a imagen de Dios».
Sin
embargo, puesto que el hombre ha pecado, no es ya tan completamente como Dios
como lo fue antes. Su pureza moral se ha perdido y su carácter pecaminoso no
refleja para nada la santidad de Dios. Su intelecto está corrompido por la
falsedad y el mal entendimiento; su forma de hablar no glorifica siempre a
Dios; y sus relaciones están con frecuencia gobernadas por el egoísmo más que
por el amor, y así sucesivamente.
Aunque
el hombre todavía conserva la imagen de Dios, en cada aspecto de la vida
algunas partes de esa imagen han quedado distorsionadas o perdidas. En resumen,
«Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones» (Ec 7:29,
RVR 1960). Después de la Caída, entonces, todavía conservamos la imagen de Dios
-todavía somos como Dios y lo representamos- pero la imagen de Dios en nosotros
está distorsionada; ya no somos tan completamente como Dios como lo fuimos
antes de que entrara el pecado.
Por
tanto, es importante que entendamos el sentido pleno de imagen de Dios no solo
partiendo de nuestra observación de los seres humanos como existen hoy, sino
también desde las indicaciones bíblicas de la naturaleza de Adán y Eva cuando
Dios los creó y cuando todo lo que había hecho (era muy bueno) (Gn 1: 31).
La
verdadera naturaleza del hombre en la imagen de Dios también la pudimos ver en
la vida terrenal de Cristo. La medida plena de la excelencia de nuestra
humanidad no la veremos de nuevo en la vida en la tierra hasta que Cristo
vuelva y hayamos obtenido todos los beneficios de la salvación que él ganó para
nosotros.
3. LA REDENCIÓN EN CRISTO: UNA RECUPERACIÓN
PROGRESIVA DE MÁS DE LA IMAGEN DE DIOS.
Sin
embargo, es alentador volvemos al Nuevo Testamento y ver que nuestra redención
en Cristo significa que podemos, incluso en esta vida, crecer progresivamente a
una cada vez mayor semejanza a Dios.
Por
ejemplo, Pablo dice que como cristianos tenemos una «nueva naturaleza, que se
va renovando en conocimiento a imagen de su Creador» (Col 3: 10). A medida que
obtenemos un conocimiento verdadero de Dios, de su Palabra y de su mundo,
empezamos a pensar más y más los pensamientos que Dios mismo piensa.
En
esta manera nos vamos «renovando en conocimiento» y nos hacemos más a la
semejanza de Dios en nuestro pensamiento. Esta es una descripción de un curso
ordinario de la vida cristiana.
De
manera que Pablo también pudo decir: «Todos nosotros reflejamos como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza [lit. Imagen», gr.
eikon]» (2ª Co 3: 18). A lo largo de esta vida, a medida que crecemos en
madurez cristiana crecemos en una mayor semejanza con Dios. Más
particularmente, crecemos en la semejanza a Cristo en nuestra vida y en nuestro
carácter.
De
hecho, la meta para la cual Dios nos ha redimido es que podamos ser
«transformados según la imagen de su Hijo» (Ro 8: 29) y ser exactamente como
Cristo en nuestro carácter.
NOTA: Para un análisis detallado de este pasaje,
vea John Murray, Principies of Conduct (Eerdmans, Grand Rapids, 1957), pp.
109-13.
En este versículo Pablo dice específicamente que
somos seres transformados a la imagen de Cristo, pero luego cuatro versículos
más tarde dice Cristo es la imagen de Dios (2 Co 4:4, ambos versículos usan
eikon).
4. AL REGRESO DE CRISTO: COMPLETA RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN DE DIOS.
La
promesa asombrosa del Nuevo Testamento es que así como hemos sido semejantes a
Adán (sujetos a la muerte y el pecado), seremos también semejantes a Cristo
(moralmente puros, nunca más sujetos a la muerte): «y así como hemos llevado la
imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial»
(1ª Ca 15: 49). La medida plena de nuestra creación a la imagen de Dios no se
ve en la vida de Adán que pecó, ni tampoco en nuestra vida ahora, porque somos
imperfectos.
Pero
el Nuevo Testamento hace hincapié en que el propósito de Dios al crear al
hombre a su imagen quedó realizado completamente en la persona de Cristo Jesús.
Él mismo «es la imagen de Dios» (2ª Ca 4: 4); «él es la imagen del Dios invisible»
(Col 1: 15).
En
Jesús vemos la semejanza a Dios como era la intención que fuera, y debiera
regocijarnos en el hecho de que Dios nos haya predestinado para «ser
transformados según la imagen de su Hijo» (Ro 8: 29; 1ª Co 15: 49): «Sabemos,
sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él» (1ª Jn 3: 2).
5. ASPECTOS ESPECÍFICOS DE NUESTRA SEMEJANZA CON DIOS.
Aunque
hemos razonado arriba que sería dificil definir todas las maneras en las cuales
somos como Dios, podemos, no obstante, mencionar varios aspectos de nuestra
existencia que muestran que somos más como Dios que todo el resto de la
creación.
A. ASPECTOS MORALES:
(1) Somos criaturas que somos moralmente responsables ante Dios por
nuestras acciones. Correspondiente con esa responsabilidad, tenemos;
(2) Un sentido interno de lo que es bueno y es malo que nos distingue de
los animales (que tienen muy poco, si es que alguno, de sentido innato de
moralidad o justicia, sino que simplemente responden al temor del castigo o a
la esperanza de la recompensa). Cuando actuamos conforme a las normas de Dios,
nuestra semejanza a Dios se refleja en;
(3) Un comportamiento que es santo y justo delante de él, pero, por
contraste, nuestra desemejanza con Dios se refleja siempre que pecamos.
B. ASPECTOS ESPIRITUALES:
(4) Tenemos no solo cuerpos físicos, sino también espíritus inmateriales, y
podemos, por tanto, actuar en formas que son significativas en la esfera
inmaterial, espiritual, de la existencia. Esto significa que tenemos;
(5) Una vida espiritual que nos capacita para relacionarnos con Dios como
personas, orar y alabarle, y oírle hablarnos sus palabras. Ningún animal puede
jamás pasar una hora en oración de intercesión por la salvación de un familiar
o amigo. Relacionado con esta vida espiritual está el hecho de que tenemos;
(6) inmortalidad; no cesaremos de existir sino que viviremos para siempre.
C. ASPECTOS MENTALES:
(7) Tenemos una capacidad para razonar y pensar lógicamente y aprender que
nos separa del mundo animal. Los animales a veces muestran un comportamiento
notable para resolver laberintos o problemas en el mundo fisico, pero ellos
ciertamente no se involucran en razonamientos abstractos.
No hay
tal cosa como una «historia de la filosofía canina», por ejemplo, ni tampoco
ningún animal desde la creación se ha desarrollado para nada en la comprensión
de problemas éticos o el uso de conceptos filosóficos, etc. Ningún grupo de
chimpancés se sentará jamás alrededor de una mesa para argumentar acerca de la
doctrina de la Trinidad o los méritos relativos del calvinismo o del
arminianismo.
De
hecho, aun en el desarrollo de las habilidades físicas o técnicas somos muy
diferentes de los animales: Los castores todavía edifican la misma clase de
represas que han estado edificando por miles de generaciones, los pájaros
todavía construyen la misma clase de nidos, y las abejas todavía forman la
misma clase de colmenas. Pero nosotros seguimos desarrollando mayor habilidad y
complejidad en la tecnología, en la agricultura, en la ciencia y en casi cada
campo de empeño.
(8) Nuestro uso de lenguaje abstracto y complejo nos separa de los
animales. Yo le podía decir a mi hijo, cuando tenía cuatro años, que fuera a
buscar un destornillador grande y rojo a mi banco de trabajo en el sótano. Aun
cuando él nunca lo hubiera visto, podía cumplir fácilmente con la tarea porque
conocía el significado de «ir», «buscar», «destornillador», «grande», «rojo»,
«banco de trabajo» y «sótano».
Él
podía haber hecho lo mismo si le pedía un martillo pequeño y marrón o un
recipiente negro al lado del banco de trabajo u otra docena de cosas que quizá
nunca había visto antes, pero que podía visualizarla cuando se la describía
mediante unas pocas palabras.
Ningún
chimpancé ha sido capaz de hacer eso en toda la historia: realizar una tarea
que no había aprendido mediante repetición y recompensa, sino mediante el uso
sencillo de unas pocas palabras para referirse a un artículo que él nunca antes
había oído ni visto.
No
obstante, un niño de cuatro años puede hacer esto con regularidad y no pensamos
que sea algo extraordinario. La mayoría de los niños de ocho años pueden
escribir una carta inteligible a sus abuelos describiendo un viaje al parque
zoológico o pueden trasladarse a un país extranjero y aprender otra de las
muchas lenguas en el mundo, y pensamos que es algo muy normal.
Pero
ningún animal escribirá jamás una carta así a sus abuelos ni recitará un verbo
en francés en tiempo presente, pasado y futuro, ni leerá un cuento de
detectives entendiéndole, ni entender el significado de un solo versículo de la
Biblia. Los niños humanos hacen todas estas cosas con normalidad y de manera
rutinaria, y al hacerlo muestran que están viviendo en un nivel tan superior al
de todo el reino animal que nos preguntamos cómo a alguien se le ocurre pensar
que nosotros somos solo otra clase de animales.
(9) Otra diferencia mental entre los humanos y los animales es que tenemos
cierta conciencia del futuro distante, aun el sentido interno de que viviremos
más allá del tiempo de nuestra muerte fisica, un sentido que lleva a las
personas a desear intentar estar a bien con Dios antes de morir (Dios «ha
puesto eternidad en el corazón de ellos», Ec 3: 11).
(10) Nuestra semejanza con Dios la vemos también en
nuestra creatividad humana en cuestiones como el arte, la música y la
literatura, y en la capacidad de invención en las ciencias y la tecnología. No
debiéramos pensar que esa capacidad está restringida a músicos o artistas
mundialmente famosos, sino que se refleja también de una forma encantadora en
las escenificaciones realizadas por los niños, en la habilidad reflejada en la
cocina o decoración de los hogares, o en los jardines, o en la inventiva de
alguien que arregla algo que no estaba funcionando correctamente.
Los
aspectos ya mencionados de la semejanza con Dios han mostrado formas en las que
nos diferenciamos absolutamente de los animales, no solo en grado. Pero hay
otras áreas en las que somos diferentes de los animales en un grado
significativo, y que también muestran nuestra semejanza a Dios.
(11) En la cuestión de las emociones, nuestra semejanza
con Dios presenta también una gran diferencia en el grado y complejidad de las
emociones. Por supuesto, los animales también exhiben algunas emociones (todo
el que ha poseído un perro puede recordar, por ejemplo, expresiones evidentes
de gozo, tristeza, temor al castigo cuando hizo algo mal, enojo cuando otro
animal invadía su territorio, contentamiento y afecto). Pero en la complejidad
de emociones que nosotros experimentamos, una vez más somos muy diferentes del
resto de la creación.
Después
de ver un partido de baloncesto de mi hijo, me puedo sentir simultáneamente
triste porque su equipo perdió, contento porque él jugó muy bien, orgulloso
porque se comportó como un buen deportista, agradecido porque Dios me había
dado un hijo y por el gozo de verle crecer, gozoso por el canto de alabanza que
había estado sonando en mi mente durante toda la tarde, y preocupado porque
íbamos a llegar tarde a la cena.
Es muy
dudoso que un animal experimente nada que se acerque a esta complejidad de
sentimientos y emociones.
NOTA: La palabra griega del Nuevo Testamento para
(imagen) (eikon) tiene un significado similar a la que se usa en el Antiguo
Testamento (vea arriba). Indica que algo es similar o muy parecido a lo que
representa. Un uso interesante es una referencia a una imagen de César en una
moneda romana. Jesús preguntó a los fariseos: «¿De quién son esta imagen (gr.
Eikon9 (imagen) y esta inscripción?» Ellos contestaron: «De! César». (Mt 22:
20-21).
Esa imagen se asemejaba al César y le representaba.
(La palabra griega homoioma) «Semejanza», no se usa en el Nuevo Testamento para
referirse al hombre a la semejanza de Dios.)
Sin embargo, los ángeles también comparten un grado
significativo de la semejanza con Dios en varios de estos aspectos.
Aunque esto no es un aspecto separado de nuestra
semejanza con Dios, e! hecho de que nosotros hemos sido redimidos por Cristo
nos separa en una forma absoluta de toda otra criatura que Dios ha creado. Esta
es una consecuencia de estar hechos a la imagen de Dios y de! amor de Dios por
nosotros, más bien que ser una parte de lo que significa de estar en su imagen.
D. ASPECTOS RELACIONALES:
ADEMÁS DE NUESTRA CAPACIDAD ÚNICA DE RELACIONARNOS CON DIOS
(Estudiado
arriba), hay otros aspectos relacionales de estar creados a la imagen de Dios.
(12) Aunque no hay duda de que los animales tienen
cierto sentido de comunidad entre ellos, la profundidad de la armonía
interpersonal experimentada en el matrimonio humano, en la familia humana
cuando funciona conforme a los principios de Dios, y en la iglesia cuando una
comunidad de creyentes está caminando en comunión con el Señor y unos con
otros, es mucho más grande que la armonía interpersonal experimentada por
cualquier especie animal. En nuestras relaciones familiares y en la iglesia,
somos incluso superiores a los ángeles, quienes no se casan ni tienen hijos ni
viven en la compañía de hijos e hijas redimidos por Dios.
(13) En el matrimonio mismo reflejamos la naturaleza de
Dios en el hecho de que como hombres y mujeres tenemos igualdad en importancia,
pero papeles diferentes desde el tiempo en que Dios nos creó (vea las
reflexiones en el capítulo 22).
(14) El hombre es como Dios también en sus relaciones
con el resto de la creación. Específicamente, el hombre ha recibido el derecho
de dominio sobre la creación, y cuando Cristo regrese se le dará también la
autoridad de sentarse a juzgar a los ángeles (1ª Co 6: 3; Gn 1: 26, 28; Sal 8:
6-8).
E. ASPECTOS FÍSICOS:
¿Hay
algún sentido en el cual nuestros cuerpos humanos son también parte de lo que
significa estar hecho a la imagen de Dios? Ciertamente no debiéramos pensar que
nuestros cuerpos físicos implican que Dios mismo tiene un cuerpo, porque «Dios
es espíritu» On 4:24), y es pecado pensar en él o representarlo en una manera
que implicaría que él tiene un cuerpo material o fisico (vea Éx 20: 4; Sal 115:
3-8; Ro 1: 23).
Pero
aunque nuestros cuerpos físicos no debieran tomarse en ninguna forma para
implicar que Dios tiene un cuerpo fisico, ¿hay todavía algunas formas en que
nuestros cuerpos reflejan algo del propio carácter de Dios y por tanto
constituyen parte de lo que significa estar creado a la imagen de Dios? Eso es
cierto en algunas cosas. Por ejemplo, nuestros cuerpos físicos nos proporcionan
la posibilidad de ver con nuestros ojos.
Esta
es una cualidad que nos dio el Señor porque Dios mismo ve, y ve mucho más de lo
que nosotros jamás veremos, aunque él no lo hace con ojos físicos como los
nuestros. Nuestros oídos nos dan la capacidad de oír, y esta es una capacidad
semejante a la de Dios, aunque Dios no tiene oídos físicos. Nuestras bocas nos
proporcionan la capacidad de hablar, lo que refleja el hecho de que Dios es un
Dios que habla.
Nuestros
sentidos de gusto, tacto y olfato nos dan la capacidad de entender y disfrutar
la creación de Dios, lo que refleja el hecho que Dios mismo entiende y disfruta
su creación, aunque en una forma muy superior a la que nosotros lo hacemos.
Es
importante que reconozcamos que es el hombre el que está creado a la imagen de
Dios, no solo su espíritu y su mente. Ciertamente nuestros cuerpos físicos son
una parte muy importante de nuestra existencia y, cuando sean transformados al
regreso de Cristo, seguirán siendo una parte de nuestra existencia por toda la
eternidad (vea 1ª Co 15: 43-45; 51-55).
Nuestros
cuerpos, por tanto, han sido creados por Dios como instrumentos apropiados para
representar en una forma física nuestra naturaleza humana, la cual fue hecha
para ser como la propia naturaleza de Dios. De hecho, casi todo lo que hacemos
-nuestros pensamientos, nuestros juicios morales, nuestras oraciones y
alabanzas, nuestras demostraciones de amor y de preocupación por los demás lo
llevamos a cabo usando los cuerpos físicos que Dios nos ha dado. Por tanto, si
somos cuidadosos en señalar que no estamos diciendo que Dios tenga un cuerpo
fisico, podemos decir que;
(15) Nuestros cuerpos físicos reflejan también en
varias maneras algo del carácter de Dios. Además, muchos de nuestros
movimientos físicos y demostraciones de las habilidades que nos dio el Señor tienen
lugar por medio del uso de nuestros cuerpos. Y ciertamente
(16) La capacidad fisica que Dios nos dio de engendrar
y criar hijos que son como nosotros (vea Gn 5: 3) es un reflejo de la facultad
de Dios de crear seres humanos que son como él.
Especialmente
en estos últimos aspectos, estas diferencias entre los seres humanos y el resto
de la creación no son diferencias absolutas, pero son con frecuencia
diferencias importantes en sumo grado. Ya hemos mencionado que hay alguna clase
de emoción que los animales experimentan. Hay cierta experiencia de autoridad
en las relaciones donde las comunidades de animales tienen líderes cuya
autoridad la aceptan los demás del grupo.
Además,
hay cierta similitud aun en esas diferencias cuando pensamos de forma más absoluta:
Los animales son capaces de razonar hasta cierto punto y pueden comunicarse
unos con otros en varias formas que en un sentido primitivo podemos llamar
«lenguaje». Esto no debiera sorprendemos: Si Dios creó toda la creación con el
fin de que reflejara su carácter en varias formas, esto es lo que debiéramos
esperar. De hecho, los animales más complejos y altamente desarrollados son más
como Dios que las formas animales inferiores.
Por
tanto, no debiéramos decir que solo el hombre refleja alguna semejanza con
Dios, porque de alguna forma u otra toda la creación refleja alguna semejanza
con Dios. Pero es todavía importante reconocer que solo el hombre, en toda la
creación, es tan semejante a Dios que se puede decir que fue creado «a la
imagen de Dios».
Esta
afirmación bíblica, junto con los mandamientos bíblicos de que tenemos que
imitar a Dios en nuestra vida (Ef 5: 1; 1ª P 1: 16), y los hechos observables
que podemos reconocer al miramos a nosotros mismos y al resto de la creación,
indican que somos mucho más como Dios que todo el resto de la creación. En
algunos respectos las diferencias son absolutas, y en otros son relativas, pero
en todos los casos son significativas.
Por
último, nuestra apreciación de las maneras en que somos semejantes a Dios puede
aumentar al comprender que, a diferencia del resto de la creación, tenemos la
capacidad de crecer para llegar a ser más como Dios a lo largo de nuestra vida.
Nuestro sentido moral puede desarrollarse mucho más por medio del estudio de
las Escrituras y la oración. Nuestro comportamiento moral puede reflejar más y
más la santidad de Dios (2ª Co 7: 1; 1ª P 1: 16;).
Nuestra
vida espiritual puede enriquecerse y profundizarse. Nuestro uso de la razón y
del lenguaje puede llegar a ser más exacto y verdadero y que honre más a Dios.
Nuestro sentido del futuro se puede intensificar al ir creciendo en nuestra
esperanza de vivir con Dios para siempre. Nuestra futura existencia puede
enriquecerse al ir acumulando tesoros en el cielo y buscar aumentar nuestro
galardón celestial (vea Mt 6: 19-21; 1ª Co 3:10-15; 2ª Co 5:10).
Nuestra
habilidad para dominar sobre la creación puede ampliarse mediante el uso fiel
de los dones que Dios nos ha dado; nuestra fidelidad a los propósitos que nos
señaló Dios al creamos como hombres y mujeres pueden aumentarse al seguir
nosotros los principios bíblicos en nuestras familias; nuestra creatividad
puede ser empleada en formas que agraden cada vez más a Dios; nuestras
emociones pueden conformarse más y más a las pautas de las Escrituras de manera
que lleguemos a ser como David, un hombre «conforme a su corazón» (1ª S 13:
14).
Nuestra
armonía interpersonal en nuestras familias y en la iglesia puede reflejar más y
más la unidad que existe entre las personas en la Trinidad. Al procurar nosotros
conscientemente crecer en una semejanza cada vez mayor con Dios en todas estas
áreas, también demostramos una habilidad que también nos separa por sí misma de
el resto de la creación.
6. NUESTRA GRAN DIGNIDAD COMO PORTADORES DE LA IMAGEN DE DIOS.
Sería muy
bueno que reflexionáramos con más frecuencia en nuestra semejanza a Dios.
Probablemente nos asombrará darnos cuenta que cuando el Creador del universo
quería crear algo «a su semejanza», algo más como él que el resto de toda la
creación, nos creó a nosotros.
El
darnos cuenta de esto nos da un profundo sentido de dignidad y de importancia
al reflexionar en la excelencia de todo el resto de la creación: El universo
estrellado, la tierra abundante, el mundo de las plantas y de los animales y el
reino angelical son extraordinarias, aun magnificentes.
Pero
somos más como nuestro Creador que cualquiera de esas cosas. Somos la
culminación de esa obra de Dios infinitamente sabia y bella que es la creación.
Aunque el pecado ha dañado bastante esa semejanza, reflejamos ahora mucho de
ella y lo reflejaremos más aún al crecer en la semejanza a Cristo.
Con
todo, debemos recordar que aunque somos seres caídos, el hombre tiene la
posición de estar creado a la imagen de Dios (vea análisis de Gn 9:6 arriba).
Cada ser humano, por estropeada que esté la imagen de Dios en él por causa del
pecado, de la enfermedad, la debilidad, la edad o cualquier otra circunstancia,
todavía tiene la posición de estar creado a la imagen de Dios y, por tanto,
debe ser tratado con la dignidad y el respeto que se debe a los portadores de
la imagen de Dios. Esto tiene profundas implicaciones para nuestra conducta
hacia otras personas. Esto significa que los individuos de todas las razas
merecen igualdad de dignidad y derechos.
Quiere
decir que los ancianos, los enfermos graves, los retrasados mentales, los niños
aun no nacidos, merecen completo honor y protección como seres humanos.
Si
alguna vez negamos nuestra posición única en la creación como portadores de la
imagen de Dios, muy pronto empezaremos a menospreciar el valor de la vida
humana, tenderemos a ver a los humanos solo como una forma superior de los
animales, y empezaremos a tratarnos unos a otros como tales. Perderemos mucho
de nuestro sentido de significado en la vida.
PREGUNTAS DE APLICACIÓN
PERSONAL
1. Según las Escrituras, ¿cuál debe ser el propósito principal de nuestra
vida? Si usted piensa en los compromisos y metas principales de su vida en el
tiempo presente (con respecto a las amistades, el matrimonio, la educación, el
trabajo, el uso del dinero, las relaciones de iglesia, etc.), ¿está usted
actuando como si sus metas fueran las que especifican las Escrituras? ¿ü tiene
usted algunas otras metas que ha seguido (quizá sin haberlo decidido
conscientemente)? Al pensar en el modelo de su diario funcionamiento, ¿cree
usted que Dios se agrada y se regocija en ello?
2. ¿Cómo le hace sentirse el pensar que usted, como un ser humano, es más
semejante a Dios que cualquier otra criatura en el universo? ¿Cómo ese
conocimiento le lleva a querer actuar?
3. ¿Piensa usted que hay criaturas en alguna parte del universo que son
más inteligentes o más como Dios? ¿Qué es lo que nos indica el hecho de que
Jesús se hiciera hombre en vez de otra criatura en cuanto a la importancia de
los seres humanos ante los ojos de Dios?
4. ¿Piensa usted que Dios nos ha creado a fin de que seamos más felices o
menos felices al crecer y hacernos más semejantes a él? Al examinar la lista de
formas en que podemos ser más semejantes a Dios, ¿puede usted mencionar una o dos
áreas en las que el crecimiento a la semejanza de Dios le ha proporcionado un
gozo creciente en su vida? ¿En qué le gustaría progresar más en semejanza a
Dios?
5. ¿Son solo los cristianos o son todas las personas las que están creadas
a la imagen de Dios? ¿Cómo le hace sentirse eso en cuanto a sus relaciones con
los que no son cristianos?
6. ¿Piensa usted que nuestro concepto de la imagen de Dios podría
llevarnos a cambiar la manera en que pensamos y actuamos en cuanto a las
personas de otras razas, los ancianos, los débiles o la gente menos atractiva
del mundo?
TÉRMINOS ESPECIALES
Imagen
de Dios, imago Dei, semejanza
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Génesis 1:26-27: Y Dijo: «Hagamos Al Ser Humano A Nuestra Imagen Y
Semejanza. Que Tenga Dominio Sobre Los Peces Del Mar, Y Sobre Las Aves Del
Cielo; Sobre Los Animales Domésticos, Sobre Los Animales Salvajes, Y Sobre
Todos Los Reptiles Que Se Arrastran Por El Suelo). Y Dios Creó Al Ser Humano A
Su Imagen; Lo Creó A Imagen De Dios. Hombre Y Mujer Los Creó.