LA NATURALEZA ESENCIAL DEL HOMBRE

¿QUÉ QUIEREN DECIR LAS ESCRITURAS CON (ALMA» Y ESPÍRITU)? ¿SON LA MISMA COSA?

EXPLICACIÓN Y BASES BÍBLICAS

A. INTRODUCCIÓN: TRICOTOMÍA, DICOTOMÍA Y MONISMO

¿Cuántas partes hay en el hombre? Todos estamos de acuerdo en que tenemos cuerpos físicos. La mayoría de las personas (cristianos y no cristianos) sienten que también tienen una parte inmaterial, un «alma» que vivirá después de que sus cuerpos mueran.
Pero ahí termina el acuerdo. Algunas personas creen que además de «cuerpo» y «alma» tenemos una tercera parte, un «espíritu», que es lo que más directamente se relaciona con Dios. El concepto de que el hombre está formado de tres partes (cuerpo, alma y espíritu) se llama tricotomía.! Aunque este ha sido un punto de vista común en la enseñanza bíblica evangélica popular, pocos son los eruditos que la defienden hoy.
Según muchos tricotomistas, el alma del hombre incluye su intelecto, sus emociones y su voluntad. Sostienen que todas las personas tienen un alma, y que los diferentes elementos del alma bien pueden servir a Dios o estar entregados al pecado. Argumentan que el espíritu del hombre es una facultad más elevada en el ser humano que revive cuando una persona se hace cristiana (vea Ro 8: 10, RVR 1960: «Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia»). Entonces el espíritu de una persona sería aquella parte del ser que adora y ora a Dios más directamente (vea Jn 4: 24; Fil 3: 3).
Otros han dicho que «espíritu» no es otra parte del hombre, sino un sinónimo de «alma», y que ambos términos son intercambiables en las Escrituras para hablar acerca de la parte inmaterial del ser humano, la parte que vive después que nuestros cuerpos mueren. El punto de vista de que el hombre está formado de dos partes (cuerpo y alma y espíritu) se llama dicotomía. Los que sostienen este punto de vista están a menudo de acuerdo que las Escrituras usan la palabra espíritu (heb., rúakj, y gr. pneúma) con más frecuencia para referirse a nuestra relación con Dios, pero ese uso (dicen ellos) no es uniforme, y que la palabra alma se emplea también en todas las formas que se puede usar espíritu.
Fuera del ámbito del pensamiento evangélico encontramos otro punto de vista, la idea de que el hombre no puede existir aparte del cuerpo fisico y, por tanto, no puede haber una existencia separada para un «alma» después que el cuerpo muere (aunque esta perspectiva da espacio para la resurrección de toda la persona en algún momento en el futuro). Esta perspectiva de que el hombre es solo un elemento, y que su cuerpo es la persona, se llama monismo.
Según el monismo, los términos bíblicos de alma y espíritu son solo otras expresiones para la «persona» misma o para la «vida» de la persona. Este punto de vista no ha sido generalmente adoptado por los teólogos evangélicos porque muchos textos bíblicos parecen afirmar claramente que nuestras almas y espíritus siguen viviendo después de que nuestros cuerpos mueren (vea Gn 35:18; Sal 31: 5; Lc 23: 43,46; Hch 7: 59; Fil 1: 23-24; 2ª Co 5:8; He 12: 23; Ap 6: 9; 20: 4; y capítulo 42, sobre el estado intermedio, más adelante en el libro).
Pero las otras dos perspectivas se continúan sosteniendo en el mundo cristiano hoy. Aunque dicotomía ha sido afirmada más comúnmente a lo largo de la historia de la iglesia y es mucho más común entre los eruditos evangélicos de hoy, tricotomía tiene también muchos defensores.
En este capítulo abogaremos por el punto de vista de la dicotomía que ve al hombre formado de dos partes, cuerpo y alma (o espíritu), pero también examinaremos los argumentos para la tricotomía.

B. LA INFORMACIÓN BÍBLICA

Antes de preguntamos si las Escrituras ven a «alma» y «espíritu» como partes distintivas del ser humano, debemos dejar bien en claro desde el principio que el énfasis de la Biblia está en la unidad general del hombre como creado por Dios.
Cuando Dios formó al hombre «sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente» (Gn 2:7). Aquí encontramos a Adán como una persona unificada con cuerpo y alma viviendo y actuando juntos. Este estado original armonioso y unificado del hombre volverá a ocurrir cuando Cristo regrese y estemos completamente redimidos en nuestros cuerpos así como en nuestras almas para vivir con él para siempre (vea 1ª Co 15: 51-54). Además, tenemos que crecer en santidad y amor para Dios en cada aspecto de nuestra vida, en nuestros cuerpos así como en nuestro espíritu y almas (1ª Co 7: 34). Tenemos que «[purificarnos] de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación» (2ª Co 7: 1).
Pero una vez que hemos hecho hincapié en el hecho de que Dios nos creó para tener una unidad de cuerpo y alma, y que cada acción que llevamos a cabo en esta vida es una acción de toda nuestra persona, involucrando hasta cierto punto tanto al cuerpo como al alma, podemos continuar señalando que las Escrituras enseñan claramente que hay una parte inmaterial de la naturaleza del hombre. Y que podemos investigar cómo es esa parte.
1. LAS ESCRITURAS USAN «ALMA» Y «ESPÍRITU» DE FORMA INTERCAMBIABLE.
Cuando examinamos el uso de las palabras que traducimos como «alma» (heb. nefésh y gr. psique) y «espíritu» (heb. rnakj y gr. pneúma): parece que son empleadas de forma intercambiable. Por ejemplo, en Juan 12:27 (RVR 1960), Jesús dice: «Ahora está turbada mi alma», mientras que en un contexto muy similar en el siguiente capítulo Juan dice que Jesús «se conmovió en espíritu» Gn 13:21, RVR 1960).
Del mismo modo, leemos las palabras de María en Lucas 1: 46-47: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador». Este parece ser un ejemplo evidente del paralelismo hebreo, recurso poético mediante el cual se repite la misma idea usando palabras diferentes, pero sinónimas.
Este uso de términos intercambiables también explica por qué personas que han muerto y han ido al cielo o al infierno pueden ser llamados «espíritus» (Heb. 12: 23, «los espíritus de los justos que han llegado a la perfección»; también en 1ª P 3: 19, «espíritus encarcelados») o «almas» (Ap 6: 9, «las almas de los que habían sufrido el martirio por causa de la palabra de Dios y por mantenerse fieles en su testimonio»; 20:4, «las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios»).
2. EN LA MUERTE, LAS ESCRITURAS DICEN O QUE EL «ALMA» SALE O EL «ESPÍRITU» SALE.
Cuando Raquel murió, las Escrituras dicen: «y aconteció que al salírsele el alma (pues murió) (Gn 35: 18, RVR 1960). Elías oró pidiendo: «Te ruego que hagas volver el alma de este niño a él» (1ª R 17: 21, RVR 1960), e 1saías predice que el Siervo del Señor «[derramaría] su alma [heb. nefésh] hasta la muerte» (Is 53: 12, BAS).
En el Nuevo Testamento Dios dice al rico necio: (Esta noche vienen a pedirte tu alma [gr. psique]» (Lc 12: 20, RVR 1960). Por otro lado, a veces a la muerte se le ve como un regreso del espíritu a Dios. Por eso David puede orar diciendo, con palabras que más tarde Jesús citó en la cruz, (en tus manos encomiendo mi espíritu) (Sal 31: 5;  Lc 23: 46).
En la muerte, (el espíritu volverá a Dios) (Ec 12: 7). En el Nuevo Testamento, cuando Jesús murió, (Inclinó la cabeza y entregó el espíritu» (Gn 19: 30), y del mismo modo Esteban antes de morir: (Señor Jesús decía, recibe mi espíritu» (Hch 7: 59).
En respuesta a estos pasajes, un defensor de la tricotomía podría argumentar que ellos están hablando acerca de cosas diferentes, porque cuando una persona muere tanto su alma como su espíritu van al cielo. Pero debiera notarse que las Escrituras no dicen en ninguna parte que el (alma y el espíritu) de la persona salieron o fueron al cielo o fueron entregados a Dios. Si alma y espíritu fueran cosas apartes y diferentes, esperaríamos que se dijera así en alguna parte. No obstante, no lo encontramos.
Los autores bíblicos no parecen preocuparse de si es el alma o el espíritu lo que sale al morir uno, porque parece que ambas palabras se refieren a lo mismo.
Debiéramos también notar que estos versículos del Antiguo Testamento citados arriba indican que no es correcto, como algunos han afirmado, decir que el Antiguo Testamento hace tanto hincapié en la unidad del hombre que no tiene concepción de la existencia del alma. aparte del cuerpo. Ciertamente varios pasajes del Antiguo Testamento implican que los autores reconocen que la persona continúa existiendo después de que su cuerpo muere.
NOTA: Es importante tener en mente a los largo de este capítulo que varias traducciones recientes de la Biblia (especialmente la NVI) no son coherentes en la traducción de los términos hebreo y griego indicados arriba para «alma» y «espíritu», sino que a veces usan para sustituirlos otros términos como «vida», «mente», «corazón» o «persona». La RVR-1960 tiende a ser más literal en la traducción de estas palabras en la mayoría de los casos.
En ciertos contextos estos términos pueden. Por supuesto. Referirse a la vida de la persona o al todo de la persona, pero también se emplean muchas veces para referirse a una parte distintiva de la naturaleza de una persona (vea BDB, pp. 659-61, 924-25; Y BAGD, pp. 674-75, 893-94, para muchos ejemplos).
5George Ladd, A Theology ofthe New Testament (Eerdmans, Grand Rapids, 1974), dice que en el Antiguo Testamento ni al alma ni al espíritu se les «concibe como una parte del hombre capaz de sobrevivir la muerte de basar [carne]» (p. 459). Esta declaración no es exacta a la luz de los versículos del Antiguo Testamento que hemos citado en este párrafo.
El análisis de Ladd en esta sección depende mucho del trabajo de W. D. Stacey, The Pauline View of Man (MacMillan, Londres, 1956), a quien Ladd cita catorce veces en las páginas 458-59. Con todo, Stacey mismo piensa que la muerte significa extinción para los seres humanos (Ladd, p. 463). Ladd también indica que Rudolf Bultmann niega enérgicamente que el hombre tenga un alma invisible o espíritu, pero el mismo Ladd rechaza el punto de vista de Bultmann cuando trata la información bíblica (vea p. 460, n. 17, Y p. 464).
3. SE DICE QUE EL HOMBRE ES BIEN «CUERPO Y ALMA» O «CUERPO Y ESPÍRITU».
Jesús nos dice que no tengamos temor de «los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno» (Mt 10: 28). Aquí la palabra «alma» se debe referir claramente a la parte de la persona que existe después de la muerte.
No puede significar «persona» o «vida», porque no tendría sentido hablar de los que «matan el cuerpo, pero no pueden matar la persona», o «matar el cuerpo pero no matar la vida», al menos haya algún aspecto de la persona que sigue viviendo después de que el cuerpo ha muerto.
Además, Cuando Jesús habla de «alma y cuerpo» parece que está hablando claramente la persona total aunque no menciona el «espíritu» como un componente separado. La palabra «alma» parece denotar la parte del hombre que no es física.
Por otro lado, a veces se dice que el hombre es «cuerpo y espíritu». Pablo quiere que la iglesia en Corinto entregue a Satanás un hermano extraviado para (destrucción de su naturaleza pecaminosa a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor) (1ª Co 5: 5). No es que Pablo se hubiera olvidado de la salvación del alma de aquel hombre; solo está usando la palabra «espíritu» para referirse al todo de la existencia inmaterial de la persona. Asimismo, Santiago dice: «El cuerpo sin el espíritu está muerto» (Stg 2:26), pero no dice nada acerca de un alma separada.
Además, cuando Pablo habla de crecer en santidad personal, aprueba a la mujer que se afana por «consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en espíritu» (1ª Co 7: 34), y sugiere que esto abarca toda la vida de la persona. Habla aún de forma más explícita en 2ª Corintios 7: 1, donde dice: «purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación»: Purificarnos de la contaminación del «alma» o del «espíritu» abarca toda  la parte inmaterial de nuestra existencia (vea también Ro 8: 10; 1ª Co 5: 3; Col 2: 5).
NOTA: Este versículo quizá queda mejor traducido cuando se dice «haciendo que la santidad sea perfecta a los ojos de Dios», puesto que el participio presente epitelountes sugiere acción simultánea con el verbo principal «purifiquémonos o limpiémonos», y entonces el versículo nos da la idea de que la manera en que hacemos que la santidad sea perfecta es mediante la santificación de toda contaminación del cuerpo y del espíritu (gramaticalmente eso sería un participio de modo).
4. EL «ALMA» PUEDE PECAR O EL «ESPÍRITU» PUEDE PECAR.
Todos los que defienden la tricotomía estarán generalmente de acuerdo en que el «alma» puede pecar puesto que piensan que el alma incluye el intelecto, las emociones y la voluntad. (Veremos el hecho que nuestras almas pueden pecar implícito en versículos tales como 1ª P 1: 22; Ap 18:14.)
Los defensores de la tricotomía generalmente piensan que el «espíritu» es más puro que el «alma», y que cuando está renovado, está libre de pecado y es sensible al estímulo del Espíritu Santo. Esta idea (que a veces aparece en la predicación y en escritos cristianos populares no está de verdad apoyada por el texto bíblico. Cuando Pablo anima a los corintios a purificarse «de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu» (2ª Co 7: 1), implica claramente que puede haber contaminación (o pecado) en nuestro espíritu. Asimismo, habla de la mujer soltera que está preocupada «por consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en espíritu» (1ª Co 7: 34).
 Otros versículos hablan de una forma parecida. Por ejemplo, en Deuteronomio 2: 30 se dice que el Señor había endurecido el espíritu del rey de Sijón de Hesbón. El Salmo 78 habla del rebelde pueblo de Israel «cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios» (Sal 78: 8). «Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu» (Pr 16:1 8, RVR 1960), y es posible que el pecador sea «altivo de espíritu» (Ec 7: 8, RVR 1960). Isaías habla de (dos de espíritu extraviado) Is 29:24).
De Nabucodonosor se dice que «su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino» (Dn 5: 20). El hecho de que «todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión, pero Jehová pesa los espíritus» (Pr 16: 2) implica que es posible que nuestro espíritu esté equivocado a los ojos de Dios. Otros versículos implican la posibilidad de que tengamos pecado en el espíritu (vea Sal 32: 2; 51: 10).
Por último, el hecho de que las Escrituras aprueben al «que se enseñorea de su espíritu» (Pr 16: 32) implica que nuestro espíritu no es solo la parte espiritualmente pura de nuestra vida que debemos seguir en todo momento, sino que pueden tener también deseos o inclinaciones pecaminosos.
5. TODO LO QUE SE DICE QUE EL ALMA HACE, TAMBIÉN SE DICE QUE LO HACE EL ESPÍRITU, Y TODO LO QUE SE DICE QUE EL ESPÍRITU HACE TAMBIÉN LO HACE EL ALMA.
Los que defienden la tricotomía se enfrentan a un problema dificil al tratar de definir claramente cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu (desde su perspectiva). Si las Escrituras dieran apoyo claro a la idea de que nuestro espíritu es la parte de nosotros que se relaciona directamente con Dios en la adoración y en la oración, mientras que nuestra alma incluye nuestro intelecto (pensamiento), nuestras emociones (sentimientos) y nuestra voluntad (decisiones), la tricotomía tendría un argumento fuerte. Sin embargo, las Escrituras no parecen permitir que se haga ese tipo de distinción.
Por otro lado, las actividades de pensar, sentir y decidir cosas no se dice que sean decisiones del alma. Nuestro espíritu también puede experimentar emociones, por ejemplo, cuando «Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo» (Hch 17: 16), o cuando Jesús «se conmovió en espíritu» (In 13: 21). Es también posible tener un «espíritu triste», que es lo opuesto de un «corazón alegre» (Pr 17:22).
Además, las funciones de conocer, percibir, pensar son también realizadas por nuestros espíritus. Por ejemplo, Marcos habla de Jesús diciendo «En ese mismo instante supo [gr. epiginosko]Jesús en su espíritu» (Mr 2:8). Cuando el Espíritu Santo «le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios» (Ro 8: 16), nuestro espíritu recibe y entiende ese testimonio, que es ciertamente una función de conocer algo.
De hecho, nuestro espíritu parece conocer nuestros pensamientos con bastante profundidad, porque Pablo pregunta: «En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él?» (1ª Co 2:11). (Is 29:24, al decir que los de «espíritu extraviado recibirán entendimiento).
Lo que estos versículos nos están diciendo no es que sea el espíritu el que siente y piensa las cosas en vez del alma, sino más bien que el «alma» y el «espíritu» son términos que se usan para hablar en general de la parte inmaterial de la persona, y que es dificil notar alguna distinción real en el uso de esos términos.
De hecho, no debiéramos caer en el error de pensar que ciertas actividades (como pensar, sentir o decidir) las realizan solo una parte de nosotros. Más bien, esas actividades las lleva a cabo la persona total. Cuando pensamos o sentimos cosas, no hay duda de que también nuestro cuerpo fisico participa en todo. Siempre que pensamos empleamos el cerebro fisico que Dios nos ha dado. Del mismo modo, nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso participan cuando sentimos emociones, y a veces esas emociones están involucradas en sensaciones físicas en otras partes del cuerpo. Esto es solo para recalcar lo que dijimos al comienzo de nuestras reflexiones, que el enfoque general de las Escrituras se centra primariamente en el hombre como una unidad, el cuerpo fisico y la parte que no es fisica en nosotros funcionan como una unidad.
Por otro lado, la afirmación de los defensores de la tricotomía de que nuestro espíritu es ese elemento de nosotros que más se relaciona con Dios en la adoración y la oración no parece estar apoyado en las Escrituras. Con frecuencia leemos acerca del alma que adora a Dios y se relaciona con él en otras clases de actividades. «A ti, Señor, elevo mi alma» (Sal 25:1). «Sólo en Dios halla descanso mi alma» (Sal 62:1).
«Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre» (Sal 103: 1). «Alaba, alma mía, al Señor» (Sal 146: 1). «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lc 1: 46).
Estos pasajes indican que el alma puede adorar a Dios, alabarle y darle gracias.
El alma puede orar a Dios, como Ana implica cuando dice: «He derramado mi alma delante de Jehová» (1 S 1:15, RVR 1960). De hecho, el gran mandamiento dice: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6: 5; Mr 12: 30). El alma puede anhelar a Dios y tener sed de él (Sal 42: 1, 2, RVR 1960), y puede «esperar en Dios» (Sal 42: 5, RVR 1960). El alma puede regocijarse y deleitarse en Dios, porque David dijo: «Mi alma se alegrará en Jehová; se regocijará en su salvación» (Sal 35:9; Is 61: 10, RVR 1960).
El salmista dice: «Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo» (Sal 119:20, RVR 1960), y «Mi alma ha guardado tus testimonios, y los he amado en gran manera» (Sal 119: 167, RVR 1960). Parece que no hay nada en la vida o en las relaciones con Dios sobre lo cual las Escrituras digan que el espíritu está activo en vez del alma. Ambos términos se usan para hablar de todos los aspectos de nuestra relación con Dios.
Sin embargo, sería erróneo, a la luz de estos pasajes, sugerir que solo el alma (o el espíritu) adora a Dios, porque nuestros cuerpos participan en la adoración también.
Somos una unidad de cuerpo y alma/ espíritu. Nuestro cerebro fisico piensa en Dios cuando le adoramos y cuando le amamos con toda nuestra «mente» (Mr 12: 30). David, que anhelaba estar en la presencia de Dios, puede decir: «Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay agua» (Sal 63: 1, RVR 1960). De nuevo leemos: «Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo» (Sal 84: 2).
Es evidente que cuando oramos en voz alta o cantamos alabanzas a Dios, los labios y las cuerdas vocales participan, y a veces en la adoración y la oración se utilizan las palmas de las manos (Sal 47: 1), o elevamos las manos a Dios (Sal 28: 2; 63: 4; 134: 2; 143: 6; 1ª Ti 2: 8). Además, tocar instrumentos musicales para alabar a Dios es un acto en que participa el cuerpo fisico así como los materiales físicos de que están hechos los instrumentos (vea Sal 150: 3-5). Le adoramos con todo nuestro ser.
En conclusión, las Escrituras no parecen apoyar ninguna distinción entre alma y espíritu. Parece que no hay una respuesta satisfactoria para las preguntas que puede plantear un defensor de la tricotomía: «¿Qué puede el espíritu hacer que no pueda hacer el alma? ¿Qué puede hacer el alma que el espíritu no pueda hacer»

C. ARGUMENTOS A FAVOR DE LA TRICOTOMÍA

Los que adoptan la posición de la tricotomía han apelado a algunos pasajes bíblicos para apoyarla. A continuación aparecen mencionados algunos de los que usan con más frecuencia.
1. 1ª TESALONICENSES 5: 23.
«Que Dios Mismo, El Dios De Paz, Los Santifique Por Completo, Y Conserve Todo Su Ser -Espíritu, Alma Y Cuerpo- Irreprochable Para La Venida De Nuestro Señor Jesucristo» (1ª Ts 5: 23).
¿No Habla Este Versículo Claramente De Las Tres Partes Del Hombre?
2. HEBREOS 4:12.
«Ciertamente, La Palabra De Dios Es Viva Y Poderosa, Y Más Cortante Que Cualquier Espada De Dos Filos. Penetra Hasta Lo Más Profundo Del Alma Y Del Espíritu, Hasta La Médula De Los Huesos, Y Juzga Los Pensamientos Y Las Intenciones Del Corazón» (He 4: 12).
Si la espada de las Escrituras divide el alma y el espíritu, ¿no son estas entonces dos partes diferentes del hombre?
3.1ª CORINTIOS 2:14--3:4.
Este pasaje habla de dos clases diferentes de personas, los que son "carnales" (gr. sárkinos, 1 Ca 3: 1); los que no son espirituales (gr. psujikós, lit. «Inmaduros», 1ª Co 2:14), y los que son «espirituales» (gr. pneumatikós, 1ª Co 2: 15). ¿No sugieren estas dos categorías que hay diferentes clases de personas: los no cristianos que son «carnales», los cristianos «no espirituales» que siguen los deseos del alma y los cristianos más maduros que siguen los deseos del espíritu. ¿No sugerirá esto que el alma y el espíritu son elementos diferentes de nuestra naturaleza?
4. 1ª CORINTIOS 14:14.
Cuando Pablo dice: «Si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada» (1ª Co 14: 14), ¿no está implicando que la mente hace algo diferente del espíritu, y no apoya esto el argumento de los defensores de la tricotomía de que la mente y los pensamientos hay que asociarlos con el alma y no con el espíritu?
5. EL ARGUMENTO DE LA EXPERIENCIA PERSONAL.
Muchos defensores de la tricotomía dicen que tienen una percepción espiritual, una conciencia espiritual de la presencia de Dios que los afecta en una forma que saben que es diferente de sus procesos ordinarios de pensamiento y diferente de sus experiencias emocionales. Preguntan:
«Si no tengo un espíritu que es algo aparte de mis pensamientos y emociones, ¿qué es eso que siento que es diferente de mis pensamientos y emociones, que solo puedo describirlo como adorar a Dios en mi espíritu y sentir su presencia en mi espíritu? ¿No hay algo en mí que es más que mi intelecto y mis emociones y mi voluntad, y no debo decir que es mi espíritu?»
6. NUESTRO ESPÍRITU ES LO QUE NOS DIFERENCIA DE LOS ANIMALES.
Algunos seguidores de la tricotomía argumentan que tanto los humanos como los animales tienen almas, pero mantienen que es la presencia del espíritu 10 que nos distingue de los animales.
7. EL ESPÍRITU ES LO QUE COBRA VIDA EN LA REGENERACIÓN.
Los que abogan por la tricotomía también argumentan que cuando nos hacemos cristianos nuestro espíritu es vivificado: «Si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia» (Ro 8: 10, RVR 1960). Ahora podemos repasar las siete razones acabadas de mencionar:

D. RESPUESTAS A LOS ARGUMENTOS A FAVOR DE LA TRICOTOMÍA

1. 1ª TESALONICENSES 5: 23.
La frase «espíritu, alma y cuerpo» no es de por sí concluyente. Pablo podía estar solo acumulando sinónimos para recalcar algo, como se hace a veces en otras partes de las Escrituras. Por ejemplo, Jesús dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente» (Mt 22: 37). ¿Quiere decir esto que el alma es algo aparte de la mente y del corazón?' El problema se complica aún más en Marcos 12: 30: «y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas».
Si seguimos con el principio de que esas listas de términos nos hablan de partes diferentes del hombre, deberíamos añadir espíritu a esta lista (y quizá cuerpo también).
¡Tendríamos cinco o seis partes del hombre! Pero esa es ciertamente una conclusión falsa. Es mucho mejor entender que Jesús está acumulando términos sinónimos por énfasis para demostrar que debemos amar a Dios con todo nuestro ser.
Del mismo modo, en 1 Tesalonicenses 5:23 Pablo no está diciendo que alma y espíritu sean entidades diferentes, sino que, sea como sea que llamemos a nuestra parte inmaterial, desea que Dios siga santificándonos por completo para el día de Cristo.
NOTA: El «corazón» en las Escrituras es una expresión que habla de los más profundos pensamientos y sentimientos de la persona (vea Gn 6: 5, 6; Lv 19: 17; Sal 14: 1; 15: 2; 37:4; 119: 10; Pr 3: 5; Hch2: 37; Ro 2: 5; 10:9; 1ª Co 4:5; 14: 25; He 4: 12; 1ª P 3: 4; Ap 2: 23;).
2. HEBREOS 4:12.
Este versículo, que habla acerca de que la Palabra de Dios «penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos (RVR 1960» creo que se entiende mejor en una forma similar a 1ª Tesalonicenses 5: 23. El autor no está diciendo que la Palabra de Dios pueda partir el alma y el espíritu, sino que está usando una serie de términos (alma, espíritu, coyunturas, tuétanos, pensamientos, intenciones del corazón) para hablar de las partes internas más profundas de nuestro ser que no pueden esconderse del poder penetrante de la Palabra de Dios.
Si nosotros deseamos llamarle a esto nuestra «alma», las Escrituras penetran allí y descubren nuestras intenciones más íntimas. Si deseamos llamar «espíritu» a esta parte no fisica más profunda de nuestro ser, entonces las Escrituras penetran allí y conocen nuestros más secretos pensamientos e intenciones.
O si preferimos decir metafóricamente que lo más íntimo de nosotros está escondido en nuestras coyunturas y tuétanos, podemos decir que las Escrituras son como una espada capaz de penetrar hasta lo más adentro de nuestros huesos. En todos estos casos la Palabra de Dios es tan poderosa que puede sacar a la luz toda desobediencia o falta de sumisión a Dios. En cualquier caso, el autor no está pensando que el alma y el espíritu son dos cosas diferentes; son solo términos adicionales que hablan de lo más íntimo de nuestro ser.
3. 1ª CORINTIOS 2: 14-3:4.
Pablo ciertamente distingue a una persona que es «natural » (psujikós, «inmadura») de otra que es «espiritual» (pneumatikós, «espiritual») en 1ª Corintios 2: 14-3:4). Pero en este contexto «espiritual» parece referirse a alguien «bajo la influencia del Espíritu Santo», puesto que todo el pasaje está hablando de la obra del Espíritu Santo que revela la verdad a los creyentes. En este contexto, «espiritual» podría casi ser traducido «Espiritual».
Pero el pasaje no da a entender que los cristianos tengan un espíritu mientras que los que no son cristianos no lo tienen, ni que el espíritu de un cristiano está vivo, mientras que el espíritu de los que no son cristianos no lo está. Pablo no está hablando para nada de partes diferentes del hombre, sino de sometemos a la influencia del Espíritu Santo.
NOTA: Note que nosotros no dividimos coyunturas de tuétanos, porque las coyunturas son lugares donde se unen los huesos, no dónde se juntan coyunturas y tuétanos.
Sin embargo, es mucho más característico de la terminología de Pablo usar la palabra «espíritu" para hablar de nuestra relación con Dios en la adoración y la oración. Pablo no usa la palabra «alma» (gr. psique) con mucha frecuencia (14 veces comparado con las 114 veces que aparece en el Nuevo Testamento como un todo), y cuando lo hace, se refiere con frecuencia solo a la «vida» de la persona, o como un sinónimo para una persona misma, como en Ro 9: 3; 13: 1; 16: 4; Fil 2: 30. El uso de la palabra «alma» para referirse a la parte no fisica del hombre es más característico de los evangelios, y de muchos pasajes del Antiguo Testamento.
4. PRIMERA CORINTIOS 14:14.
Cuando Pablo dice «mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada», está refiriéndose a que no entiende el contenido de lo que está orando. Sí está implicando que hay un componente de su ser que no es fisico, un «espíritu» dentro de él que puede hablar con Dios. Pero nada en este versículo sugiere que él considera que su espíritu es algo aparte de su alma.
Esa interpretación incorrecta es solo el resultado de suponer que la «mente» es parte del alma, una afirmación de los defensores de la tricotomía que, como hemos indicado arriba, es muy dificil de apoyar con las Escrituras. Pablo probablemente podría haber dicho del mismo modo: «Mi alma ora, pero mi mente no se beneficia». Lo que se quiere decir es que hay un elemento inmaterial de nuestra existencia que puede a veces funcionar sin que estemos conscientes de cómo está funcionando.
El argumento de la experiencia personal. Los cristianos tienen una «percepción espiritual», una conciencia interna de la presencia de Dios en la experiencia de la adoración y la oración. En este profundo nivel interno a veces nos podemos sentir espiritualmente angustiados o deprimidos, o quizá percibir la presencia de fuerzas demoníacas hostiles. Con frecuencia esta percepción es distinta de nuestro proceso de pensamiento racional y consciente. Pablo se dio cuenta que a veces su espíritu oraba, pero su mente no entendía (1ª Co 14: 14).
¿Pero ocurre esa percepción espiritual interna en algo que no es lo que la Biblia llama «alma»? Si nosotras usáramos el vocabulario de María, nos sentiríamos felices diciendo: «Mi alma glorifica al Señor» (Lc 1: 46). David diría: «Alaba, alma mía, al Señor» (Sal 103: 1). Jesús nos diría que amemos a Dios con toda el alma (Mr 12: 30). El apóstol Pablo usa la palabra espíritu, pero es simplemente una diferencia en terminología y no se refiere a una parte diferente del hombre.
Hay un «espíritu» dentro de nosotros que puede percibir cosas en la esfera espiritual (note Ro 8: 16; también Hch 17: 16), pero podríamos muy bien llamarlo «alma» y estar refiriéndonos a la misma cosa, porque las Escrituras emplean ambos términos.
6. ¿QUÉ NOS HACE DIFERENTES DE LOS ANIMALES?
Es cierto que contamos con capacidades espirituales que nos hacen diferentes de los animales: Lo Tenemos la capacidad de relacionamos con Dios mediante la adoración y la oración, y disfrutamos de vida espiritual en comunión con Dios quien es Espíritu.
Pero no debiéramos dar por sentado que tenemos un elemento diferente llamado «espíritu» que nos permite hacer esto, porque con la mente podemos amar a Dios, leer y entender sus palabras, y creer que su Palabra es verdad. Con el alma podemos adorar a Dios y regocijamos en él (vea más atrás). Nuestros cuerpos también resucitarán y vivirán con Dios para siempre.
Por tanto, no tenemos que decir que tenemos otra parte que es diferentes del alma y el cuerpo y que nos hace diferentes de los animales, porque el alma y el cuerpo (incluyendo la mente) se relacionan con Dios en formas que los animales no pueden. Más bien, lo que nos hace diferentes de los animales son las facultades espirituales que Dios ha dado al cuerpo y al alma (o espíritu).
La cuestión de si un animal tiene «alma» depende de cómo definamos el alma.
Si definimos que el «alma» es el «intelecto, las emociones y la voluntad», tenemos que concluir que al menos los animales superiores tienen alma. Pero si definimos el «alma», como lo hemos hecho en este capítulo, como el elemento inmaterial de nuestra naturaleza que se relaciona con Dios (Sal 103: 1; Lc 1: 46;) y vive para siempre (Ap 6;9), los animales no tienen alma.
El hecho de que la palabra hebrea nefésh, «alma», se usa a veces en relación con los animales (Gn 1: 21; 9: 4) muestra que la palabra puede a veces significar solo «vida», pero no quiere decir que los animales tengan la misma clase de alma que el hombre."
NOTA: Vea el capítulo 21, pp. Sobre las numerosas diferencias entre los seres humanos y los animales.
De hecho, un pasaje incluso especula acerca del «[espíritu] de los animales» en contraste con el «espíritu del hombre» (Ec 3: 21), pero en el contexto (vv. 18-22) se está expresando una perspectiva mundana y cínica que muestra la vanidad de la vida y argumenta que el hombre solo es una bestia (v. 18). En el contexto general del libro no está claro si esto es algo que el autor está animando que los lectores crean.
7. ¿SE VIVIFICA NUESTRO ESPÍRITU EN LA REGENERACIÓN?
El espíritu humano no es algo que está muerto en el inconverso y se vivifica cuando alguien confía en Cristo. La Biblia dice que los incrédulos tienen un espíritu que obviamente está vivo, pero que vive en un estado de rebelión contra Dios, como Sehón, rey de Hesbón (Dt 2: 30: «Dios había endurecido su espíritu» RVR 1960), Nabucodonosor (Dn 2: 20: «Su espíritu se endureció en su orgullo» RVR 1960) o el pueblo infiel de Israel (Sal 78: 8: «Ni fue fiel para con Dios su espíritu»).
Cuando Pablo dice que «el espíritu vive a causa de la justicia» (Ro 8:10, RVR 1960), aparentemente quiere decir «vivo para Dios», pero eso no implica que nuestro espíritu estuviera completamente «muerto» antes, sino que no tenían comunión con Dios y estaban muertos en ese sentido.
De la misma forma, todos nosotros como personas estábamos «muertos» en «transgresiones y pecados» (Ef. 2: 1), pero fuimos vivificados para Dios, y ahora debemos consideramos «muertos al pecado, pero vivos para Dios» (Ro 6: 11).
No es que solo una parte de nosotros (llamada espíritu) ha sido vivificada, sino que nuestro ser como un todo es una «nueva creación» en Cristo (2ª Co 5: 17).
8. CONCLUSIÓN.
Aunque los argumentos a favor de la tricotomía tienen cierta fuerza, ninguno ofrece una evidencia concluyente que pueda superar el amplio testimonio de las Escrituras que muestra que los términos alma y espíritu son con frecuencia intercambiables y en muchos casos sinónimos.
Podemos también notar la observación que hace Louis Berkhof sobre el origen de la tricotomía:
La Concepción Tripartita Del Hombre Se Originó Con La Filosofía Griega, Que Concebía Las Relaciones Entre El Cuerpo Y El Espíritu Del Hombre En Base A La Analogía De Las Relaciones Existentes Entre El Universo Material Y Dios.
Se Pensaba Que, Así Como Estos Últimos Solo Podían Entrar En Comunión Entre Sí Por Medio De Una Tercera Sustancia O De Un Ser Intermediario, Los Primeros Solo Podían Entrar En Una Relación Vital Entre Sí Por Medio De Un Tercer Elemento O Intermediario, Esto Es, El Alma.
Algunos defensores de la tricotomía tienen todavía hoy la tendencia de adoptar un error relacionado con esto que se encontraba también en la filosofía griega: el concepto de que el mundo material, incluyendo nuestros cuerpos, son esencialmente malos y algo de lo que hay que escapar.
El peligro está en decir que la esfera del «espíritu» es lo único que es de verdad importante, con una depreciación resultante del valor de nuestros cuerpos físicos creados por Dios y que «era muy bueno» (Gn 1: 31), y que es, por tanto, algo que podemos presentar a Dios en sacrificio y servicio para él (Ro 12:1).
NOTA: Otra interpretación común de Romanos 8: 10 es que Pablo no se está hablando para nada de nuestros espíritus humanos, sino que pneuma aquí se refiere al Espíritu Santo, como en los versículos 9 y 11, de modo que la frase quiere decir que «el Espíritu es vida [para ustedes] a causa de la justicia» (vea la traducción de la NVI): vea Douglas
La tricotomía puede también tener una tendencia anti-intelectual. Si pensarnos que el espíritu es el elemento nuestro que se relaciona más directamente con Dios, y si pensarnos que el espíritu es algo distinto de nuestro intelecto, emociones y voluntad, podernos caer fácilmente en una clase anti-intelectual de cristianismo que piensa que el trabajo académico diligente es de cierta manera menos «espiritual», una perspectiva que contradice el mandamiento de Jesús de amar a Dios con toda nuestra «mente» (Mr 12: 30) y el deseo de Pablo de que llevemos «cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo» (2ª Co 10:5).
Semejante separación de la esfera del «espíritu» de la esfera del intelecto puede llevar fácilmente al descuido de la sana doctrina o de la necesidad de la enseñanza intensiva y el conocimiento de la Palabra de Dios, en contradicción con la meta de Pablo de que él ministraría al pueblo de Dios para profundizar su «fe» y su «conocimiento de la verdad que es según la piedad» (Tit 1:1, RVR 1960; cf. v. 9).
Del mismo modo, si pensarnos que nuestro espíritu es una parte diferente de nosotros relacionada más directamente con Dios, podernos fácilmente empezar a descuidar el papel del estudio de la Biblia y la sabiduría madura para la torna de decisiones, y llevar a la excesiva dependencia del discernimiento «espiritual» en la esfera de la dirección, un énfasis que ha llevado, a lo largo de la historia de la iglesia, a muchos cristianos fanáticos a la enseñanza falsa y a prácticas incorrectas.
Por último, la tricotomía puede llevamos sutilmente a pensar que nuestras emociones no son importantes o no son de verdad espirituales, puesto que se piensa que son una parte del alma, no del espíritu.
Por otro lado, si apoyarnos el punto de vista de la dicotomía que defiende una unidad general del hombre, resultará mucho más fácil evitar el error de menospreciar el valor de nuestro intelecto, nuestras emociones y el cuerpo fisico. No pensaremos que nuestros cuerpos son algo inherentemente malo o de poca importancia.
Tal perspectiva de la dicotomía dentro de la unidad nos ayudará también a recordar que, en esta vida, hay una interacción continua entre cuerpo y espíritu, y que se afectan el uno al otro: «Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos» (Pr 17: 22).
Además, hacer hincapié de forma saludable en la dicotomía dentro de una unidad general nos recuerda que el crecimiento cristiano debe incluir a todos los aspectos de nuestra vida. Estarnos llamados a purificamos «de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación» (2ª Co 7: 1).
Debemos crecer en el «conocimiento de Dios» (Col 1: 10), y nuestras emociones y deseos deben conformarse cada vez más a los deseos del Espíritu (Gá 5: 17), lo que trae consigo un aumento creciente en emociones piadosas como la paz, el gozo, el amor etc. (Gá 5: 22).
14Aunque muchos pasajes de las Escrituras nos recuerdan que nuestros cuerpos y espíritus interactúan el uno con el otro y se afectan el uno al otro, las Escrituras no nos dicen mucho cómo lo hacen. Berkhof sabiamente dice:
«El cuerpo y el alma son sustancias distintas que interactúan, aunque su manera de hacerlo escapa al escrutinio humano y permanece como un misterio para nosotros,) (Systematic Theology, p. 195).
NOTA: Algunas personas objetarán diciendo que el amor no es simplemente una emoción, porque la vemos en acción y con frecuencia podemos llevar a cabo acciones amorosas a favor de otros aunque no sintamos amor hacia ellos.
Yo estoy de acuerdo con esto, pero hay ciertamente un componente emocional en el amor-podemos sentir amor hacia otros y perderíamos mucho de la riqueza de nuestra relación con Dios y con otros si tratáramos de negar esto.

E. LAS ESCRITURAS HABLAN DE UNA PARTE INMATERIAL DEL HOMBRE QUE PUEDE EXISTIR SIN EL CUERPO

Un cierto número de filósofos que no son cristianos han combatido vigorosamente la idea de que el hombre tenga una parte inmaterial llamada alma o espíritu. Quizá en parte como respuesta a esa crítica, a algunos teólogos evangélicos se les ha visto titubear en la afirmación de la dicotomía en la existencia humana.
En su lugar han afirmado repetidas veces que la Biblia contempla al hombre como una unidad, un hecho que es cierto, pero que no debiera usarse para negar que las Escrituras también ven la naturaleza unificada del hombre compuesta de dos elementos diferentes. Por supuesto, algunos filósofos que asumen que no hay esfera espiritual más allá del alcance de la percepción de nuestros sentidos -y que partiendo de esa suposición argumentan que no hay Dios, cielo, ángeles ni demonios porque no los perciben nuestros sentidos- usan argumentos similares para negar la existencia de un alma dentro de los seres humanos.
La percepción de que tenemos un espíritu o alma pertenece a la esfera de lo espiritual e invisible, y es, aun en los cristianos, generalmente solo una percepción débil y subjetiva. Por tanto, nuestro conocimiento de la existencia del alma humana debemos basarlo primariamente en las Escrituras, en las cuales Dios claramente testifica de la existencia de esta parte inmaterial de nuestro ser. El hecho de que esta verdad acerca de nuestra existencia no pueda conocerse con claridad aparte del testimonio de las Escrituras no debiera hacer que nos privemos de afirmarla.
Las Escrituras son muy claras en cuanto a que tenemos un alma que nos es lo mismo que nuestro cuerpo fisico, y que no solo puede funcionar un tanto independientemente de nuestro proceso de pensamiento ordinario (1ª Co 14: 14; Ro 8: 16), sino que también, cuando morimos, puede continuar actuando conscientemente y relacionándose con Dios aparte de nuestro cuerpo fisico.
Jesús le dijo al malhechor moribundo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23: 43), aun cuando, en ambos casos, sus cuerpos muy pronto iban a estar muertos. Cuando Esteban estaba muriendo, sabía que pasaría inmediatamente a la presencia del Señor, porque oró diciendo: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7: 59).
Pablo no le temía a la muerte, porque dice: «[Mi] deseo [es] partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (Fil1: 23). Lo compara con permanecer en esta vida, lo que llama «quedar en la carne» (Fil 1: 24, RVR 1960). En realidad, está diciendo, «preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor» (2ª Co 5: 8), lo que indicaba su confianza de que cuando muriera físicamente, su espíritu iría a la presencia del Señor y allí disfrutaría enseguida de la comunión con el Señor.
El libro de Apocalipsis nos recuerda que «las almas de los que habían sufrido el martirio por causa de la palabra de Dios y por mantenerse fieles en su testimonio» (Ap 6 :9) están en el cielo y pueden clamar a Dios que haga justicia en la tierra (Ap 6:10; cf. también
20:4).
Por tanto, aunque tenemos que estar de acuerdo que, en esta vida, las Escrituras nos contemplan como una unidad en la que el cuerpo y el espíritu actúan juntos como una persona, habrá un tiempo entre nuestra muerte y el día del regreso de Cristo cuando nuestro espíritu existirá temporalmente aparte de nuestro cuerpo fisico.

F. ¿DE DÓNDE PROCEDE EL ALMA?

¿Cuál es el origen de las almas de cada uno de nosotros? Dos perspectivas han sido comunes en la historia de la iglesia.
El creacionismo es el punto de vista de que Dios crea un alma para cada persona y la envía al cuerpo de esa persona en algún momento entre la concepción y el nacimiento.
El traducianismo (o generacionismo), por su parte, sostiene que el alma y el cuerpo de un niño llegan como herencia de los padres en el momento de la concepción.
Ambas perspectivas han tenido numerosos defensores en la historia de la iglesia, y el creacionismo ha terminado siendo la perspectiva prevaleciente en la Iglesia Católica Romana. Lutero se mostró a favor del traducianismo, mientras que Calvino abogó por el creacionismo. Por otro lado, ha habido algunos teólogos calvinistas posteriores, tales como Jonathan Edwards y A. H. Strong que favorecieron el traducianismo (como lo hacen hoy la mayoría de los luteranos). El creacionismo ha tenido también muchos defensores entre los evangélicos de hoy.
Está también el punto de vista bastante popular de la preexistencia, esto es, que las almas de las personas existen en el cielo desde mucho antes de que sus cuerpos sean concebidos en el vientre de sus madres, y que entonces Dios envía el alma a la tierra para que se una con el cuerpo del bebé al ir creciendo éste en el vientre. Pero este punto de vista no lo defienden los teólogos católicos y los protestantes tampoco y está peligrosamente relacionado con las ideas de la reencarnación que encontramos en las religiones orientales.
Además, no hay apoyo para este punto de vista en las Escrituras. Antes que fuéramos concebidos en el vientre de nuestras madres, no existíamos. No éramos nada. Por supuesto, Dios podía contemplar el futuro y sabía que existiríamos, pero eso está muy lejos de decir que existíamos en tiempos remotos. Una idea así tendería a hacemos ver esta vida presente como algo de transición o poco importante y nos llevaría a pensar que la vida en este cuerpo es menos deseable, y que tener hijos y criarlos es menos importante.
Podemos decir a favor del traducianismo que Dios creó al hombre a su propia imagen (Gn 1: 27), y que esto incluye una semejanza a Dios en su maravillosa facultad de «crear» otros seres humanos como nosotros mismos. Por tanto, así como el resto del mundo de los animales y las plantas tienen descendientes «según su especie» (Gn 1: 24), también Adán y Eva fueron capaces de tener hijos que fueran como ellos mismos, con una naturaleza espiritual y un cuerpo fisico.
Entonces implica que el espíritu o el alma de los hijos de Adán y Eva se derivaban de Adán y Eva mismos. Además, las Escrituras pueden a veces decir que los descendientes estaban de alguna forma presentes en el cuerpo de alguien de la anterior generación, como cuando el autor de Hebreos dice que cuando Melquisedec se encontró con Abraham ya «Leví estaba presente en su antepasado Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro» (He 7: 10).
Por último, el traducianismo podría explicar cómo puede pasar el pecado de los padres a los hijos sin hacer a Dios directamente responsable por la creación de un alma que es pecaminosa o que tiene una disposición tendiente a pecar.
Sin embargo, los argumentos bíblicos a favor del creacionismo parecen abordar más directamente al asunto y le dan un apoyo bastante fuerte a esta idea. Primero, el Salmo 127 dice: «Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa» (Sal 127: 3).
Esto indica que no solo el alma, sino toda la persona del hijo, incluyendo su cuerpo, es un don de Dios. Desde este punto de vista, parece extraño pensar que a la madre y al padre pueda atribuírseles algún aspecto de la existencia del hijo. ¿No fue al Señor a quien David dice: «tu creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre» (Sal 139: 13)?
Isaías dice que Dios «da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan» (Is 42: 5, RVR 1960). Zacarías se refiere a Dios como el que «forma el espíritu del hombre dentro de él» (Zac 12:1, RVR 1960). El autor de Hebreos habla de Dios como el «Padre de los espíritus» (He 12: 9). Al leer estos versículos resulta difícil escapar a la conclusión que Dios es quien crea nuestro espíritu o alma.
Pero debemos ser cuidadosos al sacar conclusiones basadas en esta información.
Nuestras reflexiones sobre la doctrina de la providencia en el capítulo 16 demostraron que Dios generalmente actúa por medio de causas secundarias. Dios con frecuencia consigue los resultados que busca por medio de las acciones de los seres humanos. Esto es ciertamente así en la concepción y crianza de los hijos.
Aun si decimos que Dios no crea almas individuales para los seres humanos antes de que estos nazcan, y que él es el que permite que los niños sean concebidos y nazcan, debemos también reconocer que sin la unión fisica del hombre y de la mujer en la concepción de un hijo, ¡no nace ningún niño! De manera que no debemos caer en el error de decir que el padre y la madre no tienen nada que ver en la creación de un hijo.
Aun si decimos que Dios es el «Padre de los espíritus» y el Creador de toda alma humana, así como es el Creador y Hacedor de cada uno de nosotros, todavía tenemos que afirmar que Dios lleva a cabo su actividad creadora por medio del proceso maravilloso de la procreación humana.
Si Dios involucra al padre y a la madre humanos hasta cierto grado en el proceso de la creación del alma así como del cuerpo, nos es imposible decirlo. Es algo que sucede en el ámbito invisible del espíritu, sobre el cual no tenemos información aparte de las Escrituras. Y en este punto las Escrituras no nos dan suficiente información para poder determinarlo. Sin embargo, debemos decir que los argumentos mencionados arriba a favor del traducionismo no son muy convincentes.
El hecho de que Adán y Eva tuvieron hijos a su propia imagen (vea Gn 5: 3) podría sugerir que los hijos de alguna manera heredan un alma de sus padres, pero también podría indicar que Dios le da un alma individualmente creada al hijo y que esa alma es coherente con los rasgos hereditarios y características de personalidad que Dios le permite a ese hijo tener por descender de esos padres. La idea de que Leví estaba todavía en el cuerpo de Abraham (He 7: 10) la entendemos mejor en un sentido representativo o figurado, no en un sentido literal.
 Además, no está hablando solo acerca del alma de Leví en este caso, sino de Leví mismo, como una persona total, incluyendo su cuerpo y alma, aunque el cuerpo de Leví no estaba ciertamente presente en un sentido físico en ningún sentido significativo en el cuerpo de Abraham, porque no había ninguna combinación de genes distintiva en ese momento que dijera que eran las de Leví y no la de otra persona.
Por último, puesto que Dios hace que sucedan los acontecimientos en el mundo fisico que son coherentes con las decisiones voluntarias de los seres humanos, no parece que haya ninguna verdadera dificultad teológica en decir que Dios da a cada hijo un alma humana que tiene tendencias a pecar que son similares a las tendencias que encontramos en los padres.
De hecho, leemos en los Diez Mandamientos que Dios visita «la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen» (Éx 20: 5, RVR 1960), y, muy aparte de la cuestión del alma humana, sabemos por la experiencia humana que los hijos en realidad tienden a imitar los rasgos de personalidad tanto buenos como malos de la vida de los padres, no solo como un resultado de la imitación sino también debido a la disposición hereditaria.
Porque el hecho de que Dios da a cada niño un alma humana que está en armonía con la imitación de los padres que vemos en la vida de los hijos sería una indicación de que Dios, al crear un alma humana, actúa coherentemente con la manera en que actúa en relación con la raza humana en otros asuntos también.
En conclusión, parece que es dificil de evitar el testimonio de las Escrituras de que en efecto Dios activamente crea cada alma humana del mismo modo que está activo en todos lo que sucede en la creación. Pero no encontramos explicado en las Escrituras hasta qué grado permite él el uso de causas intermedias o secundarias (esto es, la herencia de los padres). Por tanto, no parece que sea provechoso el dedicar más tiempo a especular sobre esa cuestión
PREGUNTAS DE APLICACIÓN PERSONAL
1. En su propia experiencia cristiana, ¿está consciente de que usted es algo más que un cuerpo físico, de que tiene una parte inmaterial que podría muy bien ser llamada alma o espíritu? ¿En qué momentos está usted especialmente consciente de la existencia de su espíritu? ¿Puede usted describir cómo es eso de que el Espíritu Santo da testimonio a su espíritu de que usted es un hijo de Dios (Ro 8: 16), o tener en su espíritu conciencia de la presencia de Dios Gn 4: 23; Fil 3: 3), o estar angustiado en su espíritu Gn 12: 27; 13: 21; Hch. 17: 16; 2ª Co 2: 13), o tener uno su espíritu adorando a Dios (Lc 1: 47; Sal 103: 1), o amar a Dios con toda el alma (Mr 12: 30)? Por otra parte, ¿hay momentos cuando se siente espiritualmente apagado o insensible? ¿Piensa usted que un aspecto del crecimiento cristiano podría incluir una creciente sensibilidad al estado de su alma o espíritu?
2. Antes de leer este capítulo, ¿se inclinaba usted por la dicotomía o la tricotomía? ¿Cuál es su punto de vista? Si usted ha cambiado al punto de vista de la dicotomía después de leer este capítulo, ¿cree usted que tendrá un aprecio más elevado por las actividades de su cuerpo, su mente y sus emociones? Si se inclina por la tricotomía, ¿cómo puede protegerse en contra de algunos de los peligros mencionados en este capítulo?
3. Cuando uno está orando o cantando alabanzas a Dios, ¿basta con cantar o decir palabras, sin estar consciente de lo que está diciendo? ¿Es suficiente estar consciente de lo que uno está diciendo sin de verdad sentirlo? Si usted de verdad está diciendo las palabras con todo su ser, ¿qué aspectos de su persona participan en una oración y adoración genuinas? ¿Cree usted que a veces tiende a descuidar uno u otro aspecto?
4. Puesto que las Escrituras nos animan a crecer en santidad en nuestro cuerpo así como en nuestro espíritu (2ª Co 7: 1), ¿qué significaría específicamente para usted ser obediente a ese mandamiento?
TÉRMINOS ESPECIALES
Alma, creacionismo, dicotomía, espíritu, monismo, traducianismo, tricotomía
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

Corintios 7:1: Como Tenemos Estas Promesas, Queridos Hermanos, Purifiquémonos De Todo Lo Que Contamina El Cuerpo Y El Espíritu, Para Completar En El Temor De Dios La Obra De Nuestra Santificación.