¿QUÉ QUIEREN DECIR LAS ESCRITURAS CON (ALMA» Y ESPÍRITU)? ¿SON LA MISMA COSA?
EXPLICACIÓN Y BASES BÍBLICAS
A. INTRODUCCIÓN: TRICOTOMÍA, DICOTOMÍA Y MONISMO
¿Cuántas
partes hay en el hombre? Todos estamos de acuerdo en que tenemos cuerpos
físicos. La mayoría de las personas (cristianos y no cristianos) sienten que
también tienen una parte inmaterial, un «alma» que vivirá después de que sus
cuerpos mueran.
Pero
ahí termina el acuerdo. Algunas personas creen que además de «cuerpo» y «alma»
tenemos una tercera parte, un «espíritu», que es lo que más directamente se
relaciona con Dios. El concepto de que el hombre está formado de tres partes
(cuerpo, alma y espíritu) se llama tricotomía.! Aunque este ha sido un punto de
vista común en la enseñanza bíblica evangélica popular, pocos son los eruditos
que la defienden hoy.
Según
muchos tricotomistas, el alma del hombre incluye su intelecto, sus emociones y
su voluntad. Sostienen que todas las personas tienen un alma, y que los
diferentes elementos del alma bien pueden servir a Dios o estar entregados al
pecado. Argumentan que el espíritu del hombre es una facultad más elevada en el
ser humano que revive cuando una persona se hace cristiana (vea Ro 8: 10, RVR
1960: «Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa
del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia»). Entonces el espíritu
de una persona sería aquella parte del ser que adora y ora a Dios más
directamente (vea Jn 4: 24; Fil 3: 3).
Otros
han dicho que «espíritu» no es otra parte del hombre, sino un sinónimo de
«alma», y que ambos términos son intercambiables en las Escrituras para hablar
acerca de la parte inmaterial del ser humano, la parte que vive después que
nuestros cuerpos mueren. El punto de vista de que el hombre está formado de dos
partes (cuerpo y alma y espíritu) se llama dicotomía. Los que sostienen este
punto de vista están a menudo de acuerdo que las Escrituras usan la palabra
espíritu (heb., rúakj, y gr. pneúma) con más frecuencia para referirse a
nuestra relación con Dios, pero ese uso (dicen ellos) no es uniforme, y que la
palabra alma se emplea también en todas las formas que se puede usar espíritu.
Fuera
del ámbito del pensamiento evangélico encontramos otro punto de vista, la idea
de que el hombre no puede existir aparte del cuerpo fisico y, por tanto, no
puede haber una existencia separada para un «alma» después que el cuerpo muere
(aunque esta perspectiva da espacio para la resurrección de toda la persona en
algún momento en el futuro). Esta perspectiva de que el hombre es solo un
elemento, y que su cuerpo es la persona, se llama monismo.
Según
el monismo, los términos bíblicos de alma y espíritu son solo otras expresiones
para la «persona» misma o para la «vida» de la persona. Este punto de vista no
ha sido generalmente adoptado por los teólogos evangélicos porque muchos textos
bíblicos parecen afirmar claramente que nuestras almas y espíritus siguen
viviendo después de que nuestros cuerpos mueren (vea Gn 35:18; Sal 31: 5; Lc
23: 43,46; Hch 7: 59; Fil 1: 23-24; 2ª Co 5:8; He 12: 23; Ap 6: 9; 20: 4; y
capítulo 42, sobre el estado intermedio, más adelante en el libro).
Pero
las otras dos perspectivas se continúan sosteniendo en el mundo cristiano hoy.
Aunque dicotomía ha sido afirmada más comúnmente a lo largo de la historia de
la iglesia y es mucho más común entre los eruditos evangélicos de hoy,
tricotomía tiene también muchos defensores.
En
este capítulo abogaremos por el punto de vista de la dicotomía que ve al hombre
formado de dos partes, cuerpo y alma (o espíritu), pero también examinaremos
los argumentos para la tricotomía.
B. LA INFORMACIÓN BÍBLICA
Antes
de preguntamos si las Escrituras ven a «alma» y «espíritu» como partes
distintivas del ser humano, debemos dejar bien en claro desde el principio que
el énfasis de la Biblia está en la unidad general del hombre como creado por
Dios.
Cuando
Dios formó al hombre «sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se
convirtió en un ser viviente» (Gn 2:7). Aquí encontramos a Adán como una
persona unificada con cuerpo y alma viviendo y actuando juntos. Este estado
original armonioso y unificado del hombre volverá a ocurrir cuando Cristo
regrese y estemos completamente redimidos en nuestros cuerpos así como en
nuestras almas para vivir con él para siempre (vea 1ª Co 15: 51-54). Además,
tenemos que crecer en santidad y amor para Dios en cada aspecto de nuestra vida,
en nuestros cuerpos así como en nuestro espíritu y almas (1ª Co 7: 34). Tenemos
que «[purificarnos] de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para
completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación» (2ª Co 7: 1).
Pero
una vez que hemos hecho hincapié en el hecho de que Dios nos creó para tener
una unidad de cuerpo y alma, y que cada acción que llevamos a cabo en esta vida
es una acción de toda nuestra persona, involucrando hasta cierto punto tanto al
cuerpo como al alma, podemos continuar señalando que las Escrituras enseñan
claramente que hay una parte inmaterial de la naturaleza del hombre. Y que
podemos investigar cómo es esa parte.
1. LAS ESCRITURAS USAN «ALMA» Y «ESPÍRITU» DE FORMA INTERCAMBIABLE.
Cuando
examinamos el uso de las palabras que traducimos como «alma» (heb. nefésh y gr.
psique) y «espíritu» (heb. rnakj y gr. pneúma): parece que son empleadas de
forma intercambiable. Por ejemplo, en Juan 12:27 (RVR 1960), Jesús dice: «Ahora
está turbada mi alma», mientras que en un contexto muy similar en el siguiente
capítulo Juan dice que Jesús «se conmovió en espíritu» Gn 13:21, RVR 1960).
Del
mismo modo, leemos las palabras de María en Lucas 1: 46-47: «Mi alma glorifica
al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador». Este parece ser un
ejemplo evidente del paralelismo hebreo, recurso poético mediante el cual se
repite la misma idea usando palabras diferentes, pero sinónimas.
Este
uso de términos intercambiables también explica por qué personas que han muerto
y han ido al cielo o al infierno pueden ser llamados «espíritus» (Heb. 12: 23,
«los espíritus de los justos que han llegado a la perfección»; también en 1ª P
3: 19, «espíritus encarcelados») o «almas» (Ap 6: 9, «las almas de los que
habían sufrido el martirio por causa de la palabra de Dios y por mantenerse
fieles en su testimonio»; 20:4, «las almas de los que habían sido decapitados
por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios»).
2. EN LA MUERTE, LAS ESCRITURAS DICEN O QUE EL «ALMA» SALE O EL «ESPÍRITU»
SALE.
Cuando
Raquel murió, las Escrituras dicen: «y aconteció que al salírsele el alma (pues
murió) (Gn 35: 18, RVR 1960). Elías oró pidiendo: «Te ruego que hagas volver el
alma de este niño a él» (1ª R 17: 21, RVR 1960), e 1saías predice que el Siervo
del Señor «[derramaría] su alma [heb. nefésh] hasta la muerte» (Is 53: 12,
BAS).
En el
Nuevo Testamento Dios dice al rico necio: (Esta noche vienen a pedirte tu alma
[gr. psique]» (Lc 12: 20, RVR 1960). Por otro lado, a veces a la muerte se le
ve como un regreso del espíritu a Dios. Por eso David puede orar diciendo, con
palabras que más tarde Jesús citó en la cruz, (en tus manos encomiendo mi
espíritu) (Sal 31: 5; Lc 23: 46).
En la
muerte, (el espíritu volverá a Dios) (Ec 12: 7). En el Nuevo Testamento, cuando
Jesús murió, (Inclinó la cabeza y entregó el espíritu» (Gn 19: 30), y del mismo
modo Esteban antes de morir: (Señor Jesús decía, recibe mi espíritu» (Hch 7:
59).
En
respuesta a estos pasajes, un defensor de la tricotomía podría argumentar que
ellos están hablando acerca de cosas diferentes, porque cuando una persona
muere tanto su alma como su espíritu van al cielo. Pero debiera notarse que las
Escrituras no dicen en ninguna parte que el (alma y el espíritu) de la persona
salieron o fueron al cielo o fueron entregados a Dios. Si alma y espíritu
fueran cosas apartes y diferentes, esperaríamos que se dijera así en alguna
parte. No obstante, no lo encontramos.
Los
autores bíblicos no parecen preocuparse de si es el alma o el espíritu lo que
sale al morir uno, porque parece que ambas palabras se refieren a lo mismo.
Debiéramos
también notar que estos versículos del Antiguo Testamento citados arriba
indican que no es correcto, como algunos han afirmado, decir que el Antiguo
Testamento hace tanto hincapié en la unidad del hombre que no tiene concepción
de la existencia del alma. aparte del cuerpo. Ciertamente varios pasajes del
Antiguo Testamento implican que los autores reconocen que la persona continúa
existiendo después de que su cuerpo muere.
NOTA:
Es importante tener en mente a los largo de este capítulo que varias
traducciones recientes de la Biblia (especialmente la NVI) no son coherentes en
la traducción de los términos hebreo y griego indicados arriba para «alma» y
«espíritu», sino que a veces usan para sustituirlos otros términos como «vida»,
«mente», «corazón» o «persona». La RVR-1960 tiende a ser más literal en la
traducción de estas palabras en la mayoría de los casos.
En
ciertos contextos estos términos pueden. Por supuesto. Referirse a la vida de
la persona o al todo de la persona, pero también se emplean muchas veces para
referirse a una parte distintiva de la naturaleza de una persona (vea BDB, pp.
659-61, 924-25; Y BAGD, pp. 674-75, 893-94, para muchos ejemplos).
5George
Ladd, A Theology ofthe New Testament (Eerdmans, Grand Rapids, 1974), dice que
en el Antiguo Testamento ni al alma ni al espíritu se les «concibe como una
parte del hombre capaz de sobrevivir la muerte de basar [carne]» (p. 459). Esta
declaración no es exacta a la luz de los versículos del Antiguo Testamento que
hemos citado en este párrafo.
El
análisis de Ladd en esta sección depende mucho del trabajo de W. D. Stacey, The
Pauline View of Man (MacMillan, Londres, 1956), a quien Ladd cita catorce veces
en las páginas 458-59. Con todo, Stacey mismo piensa que la muerte significa
extinción para los seres humanos (Ladd, p. 463). Ladd también indica que Rudolf
Bultmann niega enérgicamente que el hombre tenga un alma invisible o espíritu,
pero el mismo Ladd rechaza el punto de vista de Bultmann cuando trata la
información bíblica (vea p. 460, n. 17, Y p. 464).
3. SE DICE QUE EL HOMBRE ES BIEN «CUERPO Y ALMA» O «CUERPO Y ESPÍRITU».
Jesús
nos dice que no tengamos temor de «los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el
infierno» (Mt 10: 28). Aquí la palabra «alma» se debe referir claramente a la
parte de la persona que existe después de la muerte.
No
puede significar «persona» o «vida», porque no tendría sentido hablar de los
que «matan el cuerpo, pero no pueden matar la persona», o «matar el cuerpo pero
no matar la vida», al menos haya algún aspecto de la persona que sigue viviendo
después de que el cuerpo ha muerto.
Además,
Cuando Jesús habla de «alma y cuerpo» parece que está hablando claramente la
persona total aunque no menciona el «espíritu» como un componente separado. La
palabra «alma» parece denotar la parte del hombre que no es física.
Por
otro lado, a veces se dice que el hombre es «cuerpo y espíritu». Pablo quiere
que la iglesia en Corinto entregue a Satanás un hermano extraviado para
(destrucción de su naturaleza pecaminosa a fin de que su espíritu sea salvo en
el día del Señor) (1ª Co 5: 5). No es que Pablo se hubiera olvidado de la
salvación del alma de aquel hombre; solo está usando la palabra «espíritu» para
referirse al todo de la existencia inmaterial de la persona. Asimismo, Santiago
dice: «El cuerpo sin el espíritu está muerto» (Stg 2:26), pero no dice nada
acerca de un alma separada.
Además,
cuando Pablo habla de crecer en santidad personal, aprueba a la mujer que se
afana por «consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en espíritu» (1ª Co 7:
34), y sugiere que esto abarca toda la vida de la persona. Habla aún de forma
más explícita en 2ª Corintios 7: 1, donde dice: «purifiquémonos de todo lo que
contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra
de nuestra santificación»: Purificarnos de la contaminación del «alma» o del
«espíritu» abarca toda la parte
inmaterial de nuestra existencia (vea también Ro 8: 10; 1ª Co 5: 3; Col 2: 5).
NOTA: Este versículo quizá queda mejor traducido
cuando se dice «haciendo que la santidad sea perfecta a los ojos de Dios»,
puesto que el participio presente epitelountes sugiere acción simultánea con el
verbo principal «purifiquémonos o limpiémonos», y entonces el versículo nos da
la idea de que la manera en que hacemos que la santidad sea perfecta es
mediante la santificación de toda contaminación del cuerpo y del espíritu
(gramaticalmente eso sería un participio de modo).
4. EL «ALMA» PUEDE PECAR O EL «ESPÍRITU» PUEDE PECAR.
Todos
los que defienden la tricotomía estarán generalmente de acuerdo en que el
«alma» puede pecar puesto que piensan que el alma incluye el intelecto, las
emociones y la voluntad. (Veremos el hecho que nuestras almas pueden pecar
implícito en versículos tales como 1ª P 1: 22; Ap 18:14.)
Los
defensores de la tricotomía generalmente piensan que el «espíritu» es más puro
que el «alma», y que cuando está renovado, está libre de pecado y es sensible
al estímulo del Espíritu Santo. Esta idea (que a veces aparece en la
predicación y en escritos cristianos populares no está de verdad apoyada por el
texto bíblico. Cuando Pablo anima a los corintios a purificarse «de todo lo que
contamina el cuerpo y el espíritu» (2ª Co 7: 1), implica claramente que puede
haber contaminación (o pecado) en nuestro espíritu. Asimismo, habla de la mujer
soltera que está preocupada «por consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en
espíritu» (1ª Co 7: 34).
Otros versículos hablan de una forma parecida.
Por ejemplo, en Deuteronomio 2: 30 se dice que el Señor había endurecido el
espíritu del rey de Sijón de Hesbón. El Salmo 78 habla del rebelde pueblo de
Israel «cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios» (Sal 78: 8). «Antes del
quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu» (Pr
16:1 8, RVR 1960), y es posible que el pecador sea «altivo de espíritu» (Ec 7:
8, RVR 1960). Isaías habla de (dos de espíritu extraviado) Is 29:24).
De
Nabucodonosor se dice que «su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto
del trono de su reino» (Dn 5: 20). El hecho de que «todos los caminos del
hombre son limpios en su propia opinión, pero Jehová pesa los espíritus» (Pr
16: 2) implica que es posible que nuestro espíritu esté equivocado a los ojos
de Dios. Otros versículos implican la posibilidad de que tengamos pecado en el
espíritu (vea Sal 32: 2; 51: 10).
Por
último, el hecho de que las Escrituras aprueben al «que se enseñorea de su
espíritu» (Pr 16: 32) implica que nuestro espíritu no es solo la parte
espiritualmente pura de nuestra vida que debemos seguir en todo momento, sino
que pueden tener también deseos o inclinaciones pecaminosos.
5. TODO LO QUE SE DICE QUE EL ALMA HACE, TAMBIÉN SE DICE QUE LO HACE EL
ESPÍRITU, Y TODO LO QUE SE DICE QUE EL ESPÍRITU HACE TAMBIÉN LO HACE EL ALMA.
Los
que defienden la tricotomía se enfrentan a un problema dificil al tratar de
definir claramente cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu (desde su
perspectiva). Si las Escrituras dieran apoyo claro a la idea de que nuestro
espíritu es la parte de nosotros que se relaciona directamente con Dios en la
adoración y en la oración, mientras que nuestra alma incluye nuestro intelecto
(pensamiento), nuestras emociones (sentimientos) y nuestra voluntad
(decisiones), la tricotomía tendría un argumento fuerte. Sin embargo, las
Escrituras no parecen permitir que se haga ese tipo de distinción.
Por
otro lado, las actividades de pensar, sentir y decidir cosas no se dice que
sean decisiones del alma. Nuestro espíritu también puede experimentar
emociones, por ejemplo, cuando «Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se
enardecía viendo» (Hch 17: 16), o cuando Jesús «se conmovió en espíritu» (In
13: 21). Es también posible tener un «espíritu triste», que es lo opuesto de un
«corazón alegre» (Pr 17:22).
Además,
las funciones de conocer, percibir, pensar son también realizadas por nuestros
espíritus. Por ejemplo, Marcos habla de Jesús diciendo «En ese mismo instante
supo [gr. epiginosko]Jesús en su espíritu» (Mr 2:8). Cuando el Espíritu Santo
«le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios» (Ro 8: 16), nuestro
espíritu recibe y entiende ese testimonio, que es ciertamente una función de
conocer algo.
De
hecho, nuestro espíritu parece conocer nuestros pensamientos con bastante
profundidad, porque Pablo pregunta: «En efecto, ¿quién conoce los pensamientos
del ser humano sino su propio espíritu que está en él?» (1ª Co 2:11). (Is
29:24, al decir que los de «espíritu extraviado recibirán entendimiento).
Lo que
estos versículos nos están diciendo no es que sea el espíritu el que siente y
piensa las cosas en vez del alma, sino más bien que el «alma» y el «espíritu»
son términos que se usan para hablar en general de la parte inmaterial de la
persona, y que es dificil notar alguna distinción real en el uso de esos
términos.
De
hecho, no debiéramos caer en el error de pensar que ciertas actividades (como
pensar, sentir o decidir) las realizan solo una parte de nosotros. Más bien,
esas actividades las lleva a cabo la persona total. Cuando pensamos o sentimos
cosas, no hay duda de que también nuestro cuerpo fisico participa en todo.
Siempre que pensamos empleamos el cerebro fisico que Dios nos ha dado. Del
mismo modo, nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso participan cuando
sentimos emociones, y a veces esas emociones están involucradas en sensaciones
físicas en otras partes del cuerpo. Esto es solo para recalcar lo que dijimos
al comienzo de nuestras reflexiones, que el enfoque general de las Escrituras
se centra primariamente en el hombre como una unidad, el cuerpo fisico y la
parte que no es fisica en nosotros funcionan como una unidad.
Por
otro lado, la afirmación de los defensores de la tricotomía de que nuestro
espíritu es ese elemento de nosotros que más se relaciona con Dios en la
adoración y la oración no parece estar apoyado en las Escrituras. Con
frecuencia leemos acerca del alma que adora a Dios y se relaciona con él en
otras clases de actividades. «A ti, Señor, elevo mi alma» (Sal 25:1). «Sólo en
Dios halla descanso mi alma» (Sal 62:1).
«Alaba,
alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre» (Sal 103: 1). «Alaba,
alma mía, al Señor» (Sal 146: 1). «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se
regocija en Dios mi Salvador» (Lc 1: 46).
Estos
pasajes indican que el alma puede adorar a Dios, alabarle y darle gracias.
El
alma puede orar a Dios, como Ana implica cuando dice: «He derramado mi alma
delante de Jehová» (1 S 1:15, RVR 1960). De hecho, el gran mandamiento dice:
«Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus
fuerzas» (Dt 6: 5; Mr 12: 30). El alma puede anhelar a Dios y tener sed de él
(Sal 42: 1, 2, RVR 1960), y puede «esperar en Dios» (Sal 42: 5, RVR 1960). El
alma puede regocijarse y deleitarse en Dios, porque David dijo: «Mi alma se
alegrará en Jehová; se regocijará en su salvación» (Sal 35:9; Is 61: 10, RVR
1960).
El
salmista dice: «Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo»
(Sal 119:20, RVR 1960), y «Mi alma ha guardado tus testimonios, y los he amado
en gran manera» (Sal 119: 167, RVR 1960). Parece que no hay nada en la vida o
en las relaciones con Dios sobre lo cual las Escrituras digan que el espíritu
está activo en vez del alma. Ambos términos se usan para hablar de todos los
aspectos de nuestra relación con Dios.
Sin
embargo, sería erróneo, a la luz de estos pasajes, sugerir que solo el alma (o
el espíritu) adora a Dios, porque nuestros cuerpos participan en la adoración
también.
Somos
una unidad de cuerpo y alma/ espíritu. Nuestro cerebro fisico piensa en Dios
cuando le adoramos y cuando le amamos con toda nuestra «mente» (Mr 12: 30).
David, que anhelaba estar en la presencia de Dios, puede decir: «Mi alma tiene
sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay agua» (Sal
63: 1, RVR 1960). De nuevo leemos: «Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo»
(Sal 84: 2).
Es
evidente que cuando oramos en voz alta o cantamos alabanzas a Dios, los labios
y las cuerdas vocales participan, y a veces en la adoración y la oración se
utilizan las palmas de las manos (Sal 47: 1), o elevamos las manos a Dios (Sal
28: 2; 63: 4; 134: 2; 143: 6; 1ª Ti 2: 8). Además, tocar instrumentos musicales
para alabar a Dios es un acto en que participa el cuerpo fisico así como los materiales
físicos de que están hechos los instrumentos (vea Sal 150: 3-5). Le adoramos
con todo nuestro ser.
En
conclusión, las Escrituras no parecen apoyar ninguna distinción entre alma y
espíritu. Parece que no hay una respuesta satisfactoria para las preguntas que
puede plantear un defensor de la tricotomía: «¿Qué puede el espíritu hacer que
no pueda hacer el alma? ¿Qué puede hacer el alma que el espíritu no pueda
hacer»
C. ARGUMENTOS A FAVOR DE LA TRICOTOMÍA
Los
que adoptan la posición de la tricotomía han apelado a algunos pasajes bíblicos
para apoyarla. A continuación aparecen mencionados algunos de los que usan con
más frecuencia.
1. 1ª TESALONICENSES 5: 23.
«Que Dios Mismo, El Dios De Paz, Los Santifique Por Completo, Y Conserve
Todo Su Ser -Espíritu, Alma Y Cuerpo- Irreprochable Para La Venida De Nuestro
Señor Jesucristo» (1ª Ts 5: 23).
¿No
Habla Este Versículo Claramente De Las Tres Partes Del Hombre?
2. HEBREOS 4:12.
«Ciertamente, La Palabra De Dios Es Viva Y Poderosa, Y Más Cortante Que
Cualquier Espada De Dos Filos. Penetra Hasta Lo Más Profundo Del Alma Y Del
Espíritu, Hasta La Médula De Los Huesos, Y Juzga Los Pensamientos Y Las
Intenciones Del Corazón» (He 4: 12).
Si la
espada de las Escrituras divide el alma y el espíritu, ¿no son estas entonces
dos partes diferentes del hombre?
3.1ª CORINTIOS 2:14--3:4.
Este
pasaje habla de dos clases diferentes de personas, los que son
"carnales" (gr. sárkinos, 1 Ca 3: 1); los que no son espirituales
(gr. psujikós, lit. «Inmaduros», 1ª Co 2:14), y los que son «espirituales» (gr.
pneumatikós, 1ª Co 2: 15). ¿No sugieren estas dos categorías que hay diferentes
clases de personas: los no cristianos que son «carnales», los cristianos «no
espirituales» que siguen los deseos del alma y los cristianos más maduros que
siguen los deseos del espíritu. ¿No sugerirá esto que el alma y el espíritu son
elementos diferentes de nuestra naturaleza?
4. 1ª CORINTIOS 14:14.
Cuando
Pablo dice: «Si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se
beneficia en nada» (1ª Co 14: 14), ¿no está implicando que la mente hace algo
diferente del espíritu, y no apoya esto el argumento de los defensores de la
tricotomía de que la mente y los pensamientos hay que asociarlos con el alma y
no con el espíritu?
5. EL ARGUMENTO DE LA EXPERIENCIA PERSONAL.
Muchos
defensores de la tricotomía dicen que tienen una percepción espiritual, una
conciencia espiritual de la presencia de Dios que los afecta en una forma que
saben que es diferente de sus procesos ordinarios de pensamiento y diferente de
sus experiencias emocionales. Preguntan:
«Si no
tengo un espíritu que es algo aparte de mis pensamientos y emociones, ¿qué es
eso que siento que es diferente de mis pensamientos y emociones, que solo puedo
describirlo como adorar a Dios en mi espíritu y sentir su presencia en mi
espíritu? ¿No hay algo en mí que es más que mi intelecto y mis emociones y mi
voluntad, y no debo decir que es mi espíritu?»
6. NUESTRO ESPÍRITU ES LO QUE NOS DIFERENCIA DE LOS ANIMALES.
Algunos
seguidores de la tricotomía argumentan que tanto los humanos como los animales
tienen almas, pero mantienen que es la presencia del espíritu 10 que nos
distingue de los animales.
7. EL ESPÍRITU ES LO QUE COBRA VIDA EN LA REGENERACIÓN.
Los
que abogan por la tricotomía también argumentan que cuando nos hacemos
cristianos nuestro espíritu es vivificado: «Si Cristo está en vosotros, el
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa
de la justicia» (Ro 8: 10, RVR 1960). Ahora podemos repasar las siete razones
acabadas de mencionar:
D. RESPUESTAS A LOS ARGUMENTOS A FAVOR DE LA TRICOTOMÍA
1. 1ª TESALONICENSES 5: 23.
La
frase «espíritu, alma y cuerpo» no es de por sí concluyente. Pablo podía estar
solo acumulando sinónimos para recalcar algo, como se hace a veces en otras
partes de las Escrituras. Por ejemplo, Jesús dice: «Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente» (Mt 22: 37). ¿Quiere
decir esto que el alma es algo aparte de la mente y del corazón?' El problema
se complica aún más en Marcos 12: 30: «y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas».
Si
seguimos con el principio de que esas listas de términos nos hablan de partes
diferentes del hombre, deberíamos añadir espíritu a esta lista (y quizá cuerpo
también).
¡Tendríamos
cinco o seis partes del hombre! Pero esa es ciertamente una conclusión falsa.
Es mucho mejor entender que Jesús está acumulando términos sinónimos por
énfasis para demostrar que debemos amar a Dios con todo nuestro ser.
Del
mismo modo, en 1 Tesalonicenses 5:23 Pablo no está diciendo que alma y espíritu
sean entidades diferentes, sino que, sea como sea que llamemos a nuestra parte
inmaterial, desea que Dios siga santificándonos por completo para el día de
Cristo.
NOTA: El «corazón» en las Escrituras es una
expresión que habla de los más profundos pensamientos y sentimientos de la
persona (vea Gn 6: 5, 6; Lv 19: 17; Sal 14: 1; 15: 2; 37:4; 119: 10; Pr 3: 5;
Hch2: 37; Ro 2: 5; 10:9; 1ª Co 4:5; 14: 25; He 4: 12; 1ª P 3: 4; Ap 2: 23;).
2. HEBREOS 4:12.
Este
versículo, que habla acerca de que la Palabra de Dios «penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos (RVR 1960» creo que se
entiende mejor en una forma similar a 1ª Tesalonicenses 5: 23. El autor no está
diciendo que la Palabra de Dios pueda partir el alma y el espíritu, sino que
está usando una serie de términos (alma, espíritu, coyunturas, tuétanos,
pensamientos, intenciones del corazón) para hablar de las partes internas más
profundas de nuestro ser que no pueden esconderse del poder penetrante de la
Palabra de Dios.
Si
nosotros deseamos llamarle a esto nuestra «alma», las Escrituras penetran allí
y descubren nuestras intenciones más íntimas. Si deseamos llamar «espíritu» a
esta parte no fisica más profunda de nuestro ser, entonces las Escrituras
penetran allí y conocen nuestros más secretos pensamientos e intenciones.
O si
preferimos decir metafóricamente que lo más íntimo de nosotros está escondido
en nuestras coyunturas y tuétanos, podemos decir que las Escrituras son como
una espada capaz de penetrar hasta lo más adentro de nuestros huesos. En todos
estos casos la Palabra de Dios es tan poderosa que puede sacar a la luz toda
desobediencia o falta de sumisión a Dios. En cualquier caso, el autor no está
pensando que el alma y el espíritu son dos cosas diferentes; son solo términos
adicionales que hablan de lo más íntimo de nuestro ser.
3. 1ª CORINTIOS 2: 14-3:4.
Pablo
ciertamente distingue a una persona que es «natural » (psujikós, «inmadura») de
otra que es «espiritual» (pneumatikós, «espiritual») en 1ª Corintios 2: 14-3:4).
Pero en este contexto «espiritual» parece referirse a alguien «bajo la
influencia del Espíritu Santo», puesto que todo el pasaje está hablando de la
obra del Espíritu Santo que revela la verdad a los creyentes. En este contexto,
«espiritual» podría casi ser traducido «Espiritual».
Pero
el pasaje no da a entender que los cristianos tengan un espíritu mientras que
los que no son cristianos no lo tienen, ni que el espíritu de un cristiano está
vivo, mientras que el espíritu de los que no son cristianos no lo está. Pablo
no está hablando para nada de partes diferentes del hombre, sino de sometemos a
la influencia del Espíritu Santo.
NOTA: Note que nosotros no dividimos coyunturas de
tuétanos, porque las coyunturas son lugares donde se unen los huesos, no dónde
se juntan coyunturas y tuétanos.
Sin embargo, es mucho más característico de la
terminología de Pablo usar la palabra «espíritu" para hablar de nuestra
relación con Dios en la adoración y la oración. Pablo no usa la palabra «alma»
(gr. psique) con mucha frecuencia (14 veces comparado con las 114 veces que
aparece en el Nuevo Testamento como un todo), y cuando lo hace, se refiere con
frecuencia solo a la «vida» de la persona, o como un sinónimo para una persona
misma, como en Ro 9: 3; 13: 1; 16: 4; Fil 2: 30. El uso de la palabra «alma»
para referirse a la parte no fisica del hombre es más característico de los
evangelios, y de muchos pasajes del Antiguo Testamento.
4. PRIMERA CORINTIOS 14:14.
Cuando
Pablo dice «mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada»,
está refiriéndose a que no entiende el contenido de lo que está orando. Sí está
implicando que hay un componente de su ser que no es fisico, un «espíritu»
dentro de él que puede hablar con Dios. Pero nada en este versículo sugiere que
él considera que su espíritu es algo aparte de su alma.
Esa
interpretación incorrecta es solo el resultado de suponer que la «mente» es
parte del alma, una afirmación de los defensores de la tricotomía que, como
hemos indicado arriba, es muy dificil de apoyar con las Escrituras. Pablo
probablemente podría haber dicho del mismo modo: «Mi alma ora, pero mi mente no
se beneficia». Lo que se quiere decir es que hay un elemento inmaterial de
nuestra existencia que puede a veces funcionar sin que estemos conscientes de
cómo está funcionando.
El
argumento de la experiencia personal. Los cristianos tienen una «percepción
espiritual», una conciencia interna de la presencia de Dios en la experiencia
de la adoración y la oración. En este profundo nivel interno a veces nos
podemos sentir espiritualmente angustiados o deprimidos, o quizá percibir la
presencia de fuerzas demoníacas hostiles. Con frecuencia esta percepción es
distinta de nuestro proceso de pensamiento racional y consciente. Pablo se dio
cuenta que a veces su espíritu oraba, pero su mente no entendía (1ª Co 14: 14).
¿Pero
ocurre esa percepción espiritual interna en algo que no es lo que la Biblia
llama «alma»? Si nosotras usáramos el vocabulario de María, nos sentiríamos
felices diciendo: «Mi alma glorifica al Señor» (Lc 1: 46). David diría: «Alaba,
alma mía, al Señor» (Sal 103: 1). Jesús nos diría que amemos a Dios con toda el
alma (Mr 12: 30). El apóstol Pablo usa la palabra espíritu, pero es simplemente
una diferencia en terminología y no se refiere a una parte diferente del
hombre.
Hay un
«espíritu» dentro de nosotros que puede percibir cosas en la esfera espiritual
(note Ro 8: 16; también Hch 17: 16), pero podríamos muy bien llamarlo «alma» y
estar refiriéndonos a la misma cosa, porque las Escrituras emplean ambos
términos.
6. ¿QUÉ NOS HACE DIFERENTES DE LOS ANIMALES?
Es
cierto que contamos con capacidades espirituales que nos hacen diferentes de
los animales: Lo Tenemos la capacidad de relacionamos con Dios mediante la
adoración y la oración, y disfrutamos de vida espiritual en comunión con Dios
quien es Espíritu.
Pero
no debiéramos dar por sentado que tenemos un elemento diferente llamado
«espíritu» que nos permite hacer esto, porque con la mente podemos amar a Dios,
leer y entender sus palabras, y creer que su Palabra es verdad. Con el alma
podemos adorar a Dios y regocijamos en él (vea más atrás). Nuestros cuerpos
también resucitarán y vivirán con Dios para siempre.
Por
tanto, no tenemos que decir que tenemos otra parte que es diferentes del alma y
el cuerpo y que nos hace diferentes de los animales, porque el alma y el cuerpo
(incluyendo la mente) se relacionan con Dios en formas que los animales no
pueden. Más bien, lo que nos hace diferentes de los animales son las facultades
espirituales que Dios ha dado al cuerpo y al alma (o espíritu).
La
cuestión de si un animal tiene «alma» depende de cómo definamos el alma.
Si
definimos que el «alma» es el «intelecto, las emociones y la voluntad», tenemos
que concluir que al menos los animales superiores tienen alma. Pero si
definimos el «alma», como lo hemos hecho en este capítulo, como el elemento
inmaterial de nuestra naturaleza que se relaciona con Dios (Sal 103: 1; Lc 1:
46;) y vive para siempre (Ap 6;9), los animales no tienen alma.
El
hecho de que la palabra hebrea nefésh, «alma», se usa a veces en relación con
los animales (Gn 1: 21; 9: 4) muestra que la palabra puede a veces significar
solo «vida», pero no quiere decir que los animales tengan la misma clase de
alma que el hombre."
NOTA: Vea el capítulo 21, pp. Sobre las numerosas
diferencias entre los seres humanos y los animales.
De hecho, un pasaje incluso especula acerca del
«[espíritu] de los animales» en contraste con el «espíritu del hombre» (Ec 3:
21), pero en el contexto (vv. 18-22) se está expresando una perspectiva mundana
y cínica que muestra la vanidad de la vida y argumenta que el hombre solo es
una bestia (v. 18). En el contexto general del libro no está claro si esto es
algo que el autor está animando que los lectores crean.
7. ¿SE VIVIFICA NUESTRO ESPÍRITU EN LA REGENERACIÓN?
El
espíritu humano no es algo que está muerto en el inconverso y se vivifica
cuando alguien confía en Cristo. La Biblia dice que los incrédulos tienen un
espíritu que obviamente está vivo, pero que vive en un estado de rebelión
contra Dios, como Sehón, rey de Hesbón (Dt 2: 30: «Dios había endurecido su
espíritu» RVR 1960), Nabucodonosor (Dn 2: 20: «Su espíritu se endureció en su
orgullo» RVR 1960) o el pueblo infiel de Israel (Sal 78: 8: «Ni fue fiel para
con Dios su espíritu»).
Cuando
Pablo dice que «el espíritu vive a causa de la justicia» (Ro 8:10, RVR 1960),
aparentemente quiere decir «vivo para Dios», pero eso no implica que nuestro
espíritu estuviera completamente «muerto» antes, sino que no tenían comunión
con Dios y estaban muertos en ese sentido.
De la
misma forma, todos nosotros como personas estábamos «muertos» en
«transgresiones y pecados» (Ef. 2: 1), pero fuimos vivificados para Dios, y
ahora debemos consideramos «muertos al pecado, pero vivos para Dios» (Ro 6:
11).
No es
que solo una parte de nosotros (llamada espíritu) ha sido vivificada, sino que
nuestro ser como un todo es una «nueva creación» en Cristo (2ª Co 5: 17).
8. CONCLUSIÓN.
Aunque
los argumentos a favor de la tricotomía tienen cierta fuerza, ninguno ofrece
una evidencia concluyente que pueda superar el amplio testimonio de las
Escrituras que muestra que los términos alma y espíritu son con frecuencia
intercambiables y en muchos casos sinónimos.
Podemos
también notar la observación que hace Louis Berkhof sobre el origen de la
tricotomía:
La Concepción Tripartita Del Hombre Se Originó Con La Filosofía Griega,
Que Concebía Las Relaciones Entre El Cuerpo Y El Espíritu Del Hombre En Base A
La Analogía De Las Relaciones Existentes Entre El Universo Material Y Dios.
Se Pensaba Que, Así Como Estos Últimos Solo Podían Entrar En Comunión
Entre Sí Por Medio De Una Tercera Sustancia O De Un Ser Intermediario, Los
Primeros Solo Podían Entrar En Una Relación Vital Entre Sí Por Medio De Un
Tercer Elemento O Intermediario, Esto Es, El Alma.
Algunos
defensores de la tricotomía tienen todavía hoy la tendencia de adoptar un error
relacionado con esto que se encontraba también en la filosofía griega: el
concepto de que el mundo material, incluyendo nuestros cuerpos, son
esencialmente malos y algo de lo que hay que escapar.
El
peligro está en decir que la esfera del «espíritu» es lo único que es de verdad
importante, con una depreciación resultante del valor de nuestros cuerpos
físicos creados por Dios y que «era muy bueno» (Gn 1: 31), y que es, por tanto,
algo que podemos presentar a Dios en sacrificio y servicio para él (Ro 12:1).
NOTA: Otra interpretación común de Romanos 8: 10 es
que Pablo no se está hablando para nada de nuestros espíritus humanos, sino que
pneuma aquí se refiere al Espíritu Santo, como en los versículos 9 y 11, de
modo que la frase quiere decir que «el Espíritu es vida [para ustedes] a causa
de la justicia» (vea la traducción de la NVI): vea Douglas
La
tricotomía puede también tener una tendencia anti-intelectual. Si pensarnos que
el espíritu es el elemento nuestro que se relaciona más directamente con Dios,
y si pensarnos que el espíritu es algo distinto de nuestro intelecto, emociones
y voluntad, podernos caer fácilmente en una clase anti-intelectual de
cristianismo que piensa que el trabajo académico diligente es de cierta manera
menos «espiritual», una perspectiva que contradice el mandamiento de Jesús de
amar a Dios con toda nuestra «mente» (Mr 12: 30) y el deseo de Pablo de que
llevemos «cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo» (2ª Co 10:5).
Semejante
separación de la esfera del «espíritu» de la esfera del intelecto puede llevar
fácilmente al descuido de la sana doctrina o de la necesidad de la enseñanza
intensiva y el conocimiento de la Palabra de Dios, en contradicción con la meta
de Pablo de que él ministraría al pueblo de Dios para profundizar su «fe» y su
«conocimiento de la verdad que es según la piedad» (Tit 1:1, RVR 1960; cf. v.
9).
Del
mismo modo, si pensarnos que nuestro espíritu es una parte diferente de nosotros
relacionada más directamente con Dios, podernos fácilmente empezar a descuidar
el papel del estudio de la Biblia y la sabiduría madura para la torna de
decisiones, y llevar a la excesiva dependencia del discernimiento «espiritual»
en la esfera de la dirección, un énfasis que ha llevado, a lo largo de la
historia de la iglesia, a muchos cristianos fanáticos a la enseñanza falsa y a
prácticas incorrectas.
Por
último, la tricotomía puede llevamos sutilmente a pensar que nuestras emociones
no son importantes o no son de verdad espirituales, puesto que se piensa que
son una parte del alma, no del espíritu.
Por
otro lado, si apoyarnos el punto de vista de la dicotomía que defiende una
unidad general del hombre, resultará mucho más fácil evitar el error de menospreciar
el valor de nuestro intelecto, nuestras emociones y el cuerpo fisico. No
pensaremos que nuestros cuerpos son algo inherentemente malo o de poca
importancia.
Tal
perspectiva de la dicotomía dentro de la unidad nos ayudará también a recordar
que, en esta vida, hay una interacción continua entre cuerpo y espíritu, y que
se afectan el uno al otro: «Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo
decaído seca los huesos» (Pr 17: 22).
Además,
hacer hincapié de forma saludable en la dicotomía dentro de una unidad general
nos recuerda que el crecimiento cristiano debe incluir a todos los aspectos de
nuestra vida. Estarnos llamados a purificamos «de todo lo que contamina el
cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación»
(2ª Co 7: 1).
Debemos
crecer en el «conocimiento de Dios» (Col 1: 10), y nuestras emociones y deseos
deben conformarse cada vez más a los deseos del Espíritu (Gá 5: 17), lo que
trae consigo un aumento creciente en emociones piadosas como la paz, el gozo,
el amor etc. (Gá 5: 22).
14Aunque
muchos pasajes de las Escrituras nos recuerdan que nuestros cuerpos y espíritus
interactúan el uno con el otro y se afectan el uno al otro, las Escrituras no
nos dicen mucho cómo lo hacen. Berkhof sabiamente dice:
«El
cuerpo y el alma son sustancias distintas que interactúan, aunque su manera de
hacerlo escapa al escrutinio humano y permanece como un misterio para
nosotros,) (Systematic Theology, p. 195).
NOTA: Algunas personas objetarán diciendo que el
amor no es simplemente una emoción, porque la vemos en acción y con frecuencia
podemos llevar a cabo acciones amorosas a favor de otros aunque no sintamos
amor hacia ellos.
Yo estoy de acuerdo con esto, pero hay ciertamente
un componente emocional en el amor-podemos sentir amor hacia otros y
perderíamos mucho de la riqueza de nuestra relación con Dios y con otros si
tratáramos de negar esto.
E. LAS ESCRITURAS HABLAN DE UNA
PARTE INMATERIAL DEL HOMBRE QUE PUEDE EXISTIR SIN EL CUERPO
Un
cierto número de filósofos que no son cristianos han combatido vigorosamente la
idea de que el hombre tenga una parte inmaterial llamada alma o espíritu. Quizá
en parte como respuesta a esa crítica, a algunos teólogos evangélicos se les ha
visto titubear en la afirmación de la dicotomía en la existencia humana.
En su
lugar han afirmado repetidas veces que la Biblia contempla al hombre como una
unidad, un hecho que es cierto, pero que no debiera usarse para negar que las
Escrituras también ven la naturaleza unificada del hombre compuesta de dos
elementos diferentes. Por supuesto, algunos filósofos que asumen que no hay
esfera espiritual más allá del alcance de la percepción de nuestros sentidos -y
que partiendo de esa suposición argumentan que no hay Dios, cielo, ángeles ni
demonios porque no los perciben nuestros sentidos- usan argumentos similares
para negar la existencia de un alma dentro de los seres humanos.
La
percepción de que tenemos un espíritu o alma pertenece a la esfera de lo
espiritual e invisible, y es, aun en los cristianos, generalmente solo una
percepción débil y subjetiva. Por tanto, nuestro conocimiento de la existencia
del alma humana debemos basarlo primariamente en las Escrituras, en las cuales
Dios claramente testifica de la existencia de esta parte inmaterial de nuestro
ser. El hecho de que esta verdad acerca de nuestra existencia no pueda
conocerse con claridad aparte del testimonio de las Escrituras no debiera hacer
que nos privemos de afirmarla.
Las
Escrituras son muy claras en cuanto a que tenemos un alma que nos es lo mismo
que nuestro cuerpo fisico, y que no solo puede funcionar un tanto
independientemente de nuestro proceso de pensamiento ordinario (1ª Co 14: 14;
Ro 8: 16), sino que también, cuando morimos, puede continuar actuando
conscientemente y relacionándose con Dios aparte de nuestro cuerpo fisico.
Jesús
le dijo al malhechor moribundo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el
paraíso» (Lc 23: 43), aun cuando, en ambos casos, sus cuerpos muy pronto iban a
estar muertos. Cuando Esteban estaba muriendo, sabía que pasaría inmediatamente
a la presencia del Señor, porque oró diciendo: «Señor Jesús, recibe mi
espíritu» (Hch 7: 59).
Pablo
no le temía a la muerte, porque dice: «[Mi] deseo [es] partir y estar con
Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (Fil1: 23). Lo compara con permanecer en
esta vida, lo que llama «quedar en la carne» (Fil 1: 24, RVR 1960). En
realidad, está diciendo, «preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir
junto al Señor» (2ª Co 5: 8), lo que indicaba su confianza de que cuando
muriera físicamente, su espíritu iría a la presencia del Señor y allí
disfrutaría enseguida de la comunión con el Señor.
El
libro de Apocalipsis nos recuerda que «las almas de los que habían sufrido el
martirio por causa de la palabra de Dios y por mantenerse fieles en su
testimonio» (Ap 6 :9) están en el cielo y pueden clamar a Dios que haga
justicia en la tierra (Ap 6:10; cf. también
20:4).
Por
tanto, aunque tenemos que estar de acuerdo que, en esta vida, las Escrituras
nos contemplan como una unidad en la que el cuerpo y el espíritu actúan juntos
como una persona, habrá un tiempo entre nuestra muerte y el día del regreso de
Cristo cuando nuestro espíritu existirá temporalmente aparte de nuestro cuerpo
fisico.
F. ¿DE DÓNDE PROCEDE EL ALMA?
¿Cuál
es el origen de las almas de cada uno de nosotros? Dos perspectivas han sido
comunes en la historia de la iglesia.
El
creacionismo es el punto de vista de que Dios crea un alma para cada persona y
la envía al cuerpo de esa persona en algún momento entre la concepción y el
nacimiento.
El
traducianismo (o generacionismo), por su parte, sostiene que el alma y el
cuerpo de un niño llegan como herencia de los padres en el momento de la
concepción.
Ambas
perspectivas han tenido numerosos defensores en la historia de la iglesia, y el
creacionismo ha terminado siendo la perspectiva prevaleciente en la Iglesia
Católica Romana. Lutero se mostró a favor del traducianismo, mientras que
Calvino abogó por el creacionismo. Por otro lado, ha habido algunos teólogos
calvinistas posteriores, tales como Jonathan Edwards y A. H. Strong que
favorecieron el traducianismo (como lo hacen hoy la mayoría de los luteranos).
El creacionismo ha tenido también muchos defensores entre los evangélicos de
hoy.
Está
también el punto de vista bastante popular de la preexistencia, esto es, que
las almas de las personas existen en el cielo desde mucho antes de que sus
cuerpos sean concebidos en el vientre de sus madres, y que entonces Dios envía
el alma a la tierra para que se una con el cuerpo del bebé al ir creciendo éste
en el vientre. Pero este punto de vista no lo defienden los teólogos católicos
y los protestantes tampoco y está peligrosamente relacionado con las ideas de
la reencarnación que encontramos en las religiones orientales.
Además,
no hay apoyo para este punto de vista en las Escrituras. Antes que fuéramos
concebidos en el vientre de nuestras madres, no existíamos. No éramos nada. Por
supuesto, Dios podía contemplar el futuro y sabía que existiríamos, pero eso
está muy lejos de decir que existíamos en tiempos remotos. Una idea así
tendería a hacemos ver esta vida presente como algo de transición o poco
importante y nos llevaría a pensar que la vida en este cuerpo es menos
deseable, y que tener hijos y criarlos es menos importante.
Podemos
decir a favor del traducianismo que Dios creó al hombre a su propia imagen (Gn
1: 27), y que esto incluye una semejanza a Dios en su maravillosa facultad de
«crear» otros seres humanos como nosotros mismos. Por tanto, así como el resto
del mundo de los animales y las plantas tienen descendientes «según su especie»
(Gn 1: 24), también Adán y Eva fueron capaces de tener hijos que fueran como
ellos mismos, con una naturaleza espiritual y un cuerpo fisico.
Entonces
implica que el espíritu o el alma de los hijos de Adán y Eva se derivaban de
Adán y Eva mismos. Además, las Escrituras pueden a veces decir que los
descendientes estaban de alguna forma presentes en el cuerpo de alguien de la
anterior generación, como cuando el autor de Hebreos dice que cuando
Melquisedec se encontró con Abraham ya «Leví estaba presente en su antepasado
Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro» (He 7: 10).
Por
último, el traducianismo podría explicar cómo puede pasar el pecado de los
padres a los hijos sin hacer a Dios directamente responsable por la creación de
un alma que es pecaminosa o que tiene una disposición tendiente a pecar.
Sin
embargo, los argumentos bíblicos a favor del creacionismo parecen abordar más
directamente al asunto y le dan un apoyo bastante fuerte a esta idea. Primero,
el Salmo 127 dice: «Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del
vientre son una recompensa» (Sal 127: 3).
Esto
indica que no solo el alma, sino toda la persona del hijo, incluyendo su
cuerpo, es un don de Dios. Desde este punto de vista, parece extraño pensar que
a la madre y al padre pueda atribuírseles algún aspecto de la existencia del
hijo. ¿No fue al Señor a quien David dice: «tu creaste mis entrañas; me
formaste en el vientre de mi madre» (Sal 139: 13)?
Isaías
dice que Dios «da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que
por ella andan» (Is 42: 5, RVR 1960). Zacarías se refiere a Dios como el que
«forma el espíritu del hombre dentro de él» (Zac 12:1, RVR 1960). El autor de
Hebreos habla de Dios como el «Padre de los espíritus» (He 12: 9). Al leer
estos versículos resulta difícil escapar a la conclusión que Dios es quien crea
nuestro espíritu o alma.
Pero
debemos ser cuidadosos al sacar conclusiones basadas en esta información.
Nuestras
reflexiones sobre la doctrina de la providencia en el capítulo 16 demostraron
que Dios generalmente actúa por medio de causas secundarias. Dios con
frecuencia consigue los resultados que busca por medio de las acciones de los
seres humanos. Esto es ciertamente así en la concepción y crianza de los hijos.
Aun si
decimos que Dios no crea almas individuales para los seres humanos antes de que
estos nazcan, y que él es el que permite que los niños sean concebidos y
nazcan, debemos también reconocer que sin la unión fisica del hombre y de la
mujer en la concepción de un hijo, ¡no nace ningún niño! De manera que no
debemos caer en el error de decir que el padre y la madre no tienen nada que
ver en la creación de un hijo.
Aun si
decimos que Dios es el «Padre de los espíritus» y el Creador de toda alma
humana, así como es el Creador y Hacedor de cada uno de nosotros, todavía
tenemos que afirmar que Dios lleva a cabo su actividad creadora por medio del
proceso maravilloso de la procreación humana.
Si
Dios involucra al padre y a la madre humanos hasta cierto grado en el proceso
de la creación del alma así como del cuerpo, nos es imposible decirlo. Es algo
que sucede en el ámbito invisible del espíritu, sobre el cual no tenemos
información aparte de las Escrituras. Y en este punto las Escrituras no nos dan
suficiente información para poder determinarlo. Sin embargo, debemos decir que
los argumentos mencionados arriba a favor del traducionismo no son muy
convincentes.
El
hecho de que Adán y Eva tuvieron hijos a su propia imagen (vea Gn 5: 3) podría
sugerir que los hijos de alguna manera heredan un alma de sus padres, pero
también podría indicar que Dios le da un alma individualmente creada al hijo y
que esa alma es coherente con los rasgos hereditarios y características de
personalidad que Dios le permite a ese hijo tener por descender de esos padres.
La idea de que Leví estaba todavía en el cuerpo de Abraham (He 7: 10) la
entendemos mejor en un sentido representativo o figurado, no en un sentido literal.
Además, no está hablando solo acerca del alma
de Leví en este caso, sino de Leví mismo, como una persona total, incluyendo su
cuerpo y alma, aunque el cuerpo de Leví no estaba ciertamente presente en un
sentido físico en ningún sentido significativo en el cuerpo de Abraham, porque
no había ninguna combinación de genes distintiva en ese momento que dijera que
eran las de Leví y no la de otra persona.
Por
último, puesto que Dios hace que sucedan los acontecimientos en el mundo fisico
que son coherentes con las decisiones voluntarias de los seres humanos, no
parece que haya ninguna verdadera dificultad teológica en decir que Dios da a
cada hijo un alma humana que tiene tendencias a pecar que son similares a las
tendencias que encontramos en los padres.
De
hecho, leemos en los Diez Mandamientos que Dios visita «la maldad de los padres
sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen»
(Éx 20: 5, RVR 1960), y, muy aparte de la cuestión del alma humana, sabemos por
la experiencia humana que los hijos en realidad tienden a imitar los rasgos de
personalidad tanto buenos como malos de la vida de los padres, no solo como un
resultado de la imitación sino también debido a la disposición hereditaria.
Porque
el hecho de que Dios da a cada niño un alma humana que está en armonía con la
imitación de los padres que vemos en la vida de los hijos sería una indicación
de que Dios, al crear un alma humana, actúa coherentemente con la manera en que
actúa en relación con la raza humana en otros asuntos también.
En
conclusión, parece que es dificil de evitar el testimonio de las Escrituras de
que en efecto Dios activamente crea cada alma humana del mismo modo que está
activo en todos lo que sucede en la creación. Pero no encontramos explicado en
las Escrituras hasta qué grado permite él el uso de causas intermedias o
secundarias (esto es, la herencia de los padres). Por tanto, no parece que sea
provechoso el dedicar más tiempo a especular sobre esa cuestión
PREGUNTAS DE APLICACIÓN PERSONAL
1. En su propia experiencia cristiana, ¿está consciente de que usted es
algo más que un cuerpo físico, de que tiene una parte inmaterial que podría muy
bien ser llamada alma o espíritu? ¿En qué momentos está usted especialmente
consciente de la existencia de su espíritu? ¿Puede usted describir cómo es eso
de que el Espíritu Santo da testimonio a su espíritu de que usted es un hijo de
Dios (Ro 8: 16), o tener en su espíritu conciencia de la presencia de Dios Gn
4: 23; Fil 3: 3), o estar angustiado en su espíritu Gn 12: 27; 13: 21; Hch. 17:
16; 2ª Co 2: 13), o tener uno su espíritu adorando a Dios (Lc 1: 47; Sal 103:
1), o amar a Dios con toda el alma (Mr 12: 30)? Por otra parte, ¿hay momentos
cuando se siente espiritualmente apagado o insensible? ¿Piensa usted que un
aspecto del crecimiento cristiano podría incluir una creciente sensibilidad al
estado de su alma o espíritu?
2. Antes de leer este capítulo, ¿se inclinaba usted por la dicotomía o la
tricotomía? ¿Cuál es su punto de vista? Si usted ha cambiado al punto de vista
de la dicotomía después de leer este capítulo, ¿cree usted que tendrá un
aprecio más elevado por las actividades de su cuerpo, su mente y sus emociones?
Si se inclina por la tricotomía, ¿cómo puede protegerse en contra de algunos de
los peligros mencionados en este capítulo?
3. Cuando uno está orando o cantando alabanzas a Dios, ¿basta con cantar o
decir palabras, sin estar consciente de lo que está diciendo? ¿Es suficiente
estar consciente de lo que uno está diciendo sin de verdad sentirlo? Si usted
de verdad está diciendo las palabras con todo su ser, ¿qué aspectos de su
persona participan en una oración y adoración genuinas? ¿Cree usted que a veces
tiende a descuidar uno u otro aspecto?
4. Puesto que las Escrituras nos animan a crecer en santidad en nuestro
cuerpo así como en nuestro espíritu (2ª Co 7: 1), ¿qué significaría
específicamente para usted ser obediente a ese mandamiento?
TÉRMINOS ESPECIALES
Alma,
creacionismo, dicotomía, espíritu, monismo, traducianismo, tricotomía
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Corintios 7:1: Como Tenemos Estas Promesas, Queridos Hermanos,
Purifiquémonos De Todo Lo Que Contamina El Cuerpo Y El Espíritu, Para Completar
En El Temor De Dios La Obra De Nuestra Santificación.